Era como lo recordaba.
Me despertaba en un hospital, donde el dolor en la cabeza fue lo primero que me llegó y con el transcurso de los años se volvió como un amigo insoportable.
Sentía que no podía respirar cuando en realidad había unos tubos en mis fosas nasales para introducirme oxígeno. Uno del que no me hacia sentirme viva ni libre. Mucho menos a salvo.
El cuerpo me pesaba. Como esas fiebres que te dejan en la cama y las detestas con todo tu ser. Sabía que no tenía fiebre, ni sentía mi cuerpo con frío o calor. Solo lo sentía dormido al querer mover mi pierna.
—¿Jori? —Escuché una voz demasiado débil y dulce. Rasposa, como si le costará soltar las palabras. —Ay dios mio...bebe. ¿Cómo te sientes, hermosa?
La luz blanca había sido lo primero que me llegó a los ojos cómo si me hubieran apuntado con una linterna. Teniendo que esperar segundos larguísimos para mí.
—¿Quién... Quién eres...? —Mi propia voz no la reconocía. No sabía que hacía ahí, ni siquiera del porqué. Mis palabras salieron iguales a la de aquella voz.
—Jori, soy yo... —La voz se le quedó atascada teniendo que aclararse la garganta.— Soy mamá.
Abrí mis ojos un poco más pero lo único que había conseguido fue que sigan en el mismo estado. Entreabiertos.
—Mamá... Mamá... —La voz débil parecía llorar con cada palabra que decía. Mis ojos la miraron, y resulto ser una señora en un sufrimiento sin poder entenderlo.— ¿Quién... quién eres? ¿Qué hago... aquí?
La respuesta nunca llegó, jamás. Solo unos gritos llamando a alguien.
Todo volvió a ser llenado por la oscuridad...
—Demonios.... —Abrí de golpe mis ojos me encontré en la misma habitación del hospital. Mis ojos recorrieron la habitación estando todavía acostada.
Habia sido un sueño.
Al moverme no me dolía tanto el cuerpo, solo las piernas. Me froté los ojos y mire al cuerpo jorobado enfrente mío. Al parecer me había quedado dormida mientras lloraba y me inundaba en mi sufrimiento y pena.
—Por fin despiertas. —Mi vista se aclaró y pude ver mejor al cuerpo jorobado, el cual ahora se había erguido.
La melena rubia la reconocí al instante. Esa melena larga que me hace imaginar que podría ser el cabello de ricitos de oro por lo rubio que era su pelo, acomparación de mi cabello negro.
Sus ojos como unas esmeraldas brillantes y una sonrisa que me traía flores a mi día, me sacó una de mis labios. Noelle. La misma. La misma de la universidad. La misma de antes del asesinato. Era la unica que necesitaba aquí.
—¿Qué pasó? ¿Me extrañaste mientras dormías? Porque yo si. —una pequeña risa salió de sus labios y se acercó hacia mi dándome un abrazo de mamá oso. Necesitaba ese abrazo. Aunque talvez me seguía doliendo el cuerpo lo necesitaba, porque me sentía guardada en esos brazos.
A veces si me sentía bien ellos. Y otras veces no.
Su perfume me inundó mis fosas nasales, recordando cada jornada laboral que nos tocaba juntas y ella se echaba medio frasco para oler bien. No le importaban las ojeras, solo oler bien.
—Ponte sentimental por favor. —Soltó otra risita débil. Se había sentado en el colchon mientras notaba como sus dedos temblaban. —No sabes lo horrible que fue saber donde estabas... —La voz se le quebró, y yo la aprete más contra mi cuerpo. Me di el lujo de llorar con ella. No quería que me viera así aunque estuviésemos abrazadas pero lo necesitaba.
En los brazos correctos me sentía a salvo. Podría llorar y reír al mismo tiempo sin darme cuenta, y sentir esa calidez donde sabía que estaba bien me llenaba el corazón.
Nos separamos y reímos al ver nuestras caras rojas y con lágrimas en el rostro. Parecíamos dos tontas con la nariz tapada de mocos.
—¿Llegaste recién? —le pregunté luego de que nuestro pequeño momento de tristeza se haya ido. Como me dejaban tomar té, Noelle me compartía un poco de su termo. Como si fuera una botella de cerveza pero sin la amargura y el alcohol, y con treinta cucharadas de azúcar no permitidas del hospital.
—Si. Un familiar no me quería dejar ir porqué pensaba que si no estaba el médico de cabecera de su esposo se iba a morir. —Sonrió y tomó el termo en sus dedos. —Estuvimos media hora convenciendo a la señora y luego pude irme.
—¿Por qué pensaba eso? —Mi sonrisa no se iba de mis labios.
—Supuestamente, ella dijo que a su amiga le había pasado lo mismo —se acercó a mí como si me estuviera contando el chisme más secreto de la vida—. El esposo había estado en el hospital, se fueron los médicos importantes y su esposo al otro día estuvo casi muerto por unas horas. —Mis ojos se abrieron al escucharla. Era raro pero no tanto. Común a veces dependiendo el paciente.
—Osea que esta vivo. —Asintió. —Que milagro... —murmure aceptado en termo.
—La verdad si. No se en que hospital fue porque en el nuestro estoy segura que eso nunca pasó.
—Seguro su corazón se paró y luego lo reanimaron con electroshock.
—Posiblemente. Aunque después me contaron los chicos que aquel paciente le habían hecho un cambio en el suero. Seguramente le pusieron unos gramos de más y casi lo manda al otro mundo.
Mi ceño se frunció al escuchar eso. ¿Solo porque los médicos se fueron, el paciente casi estuvo a punto de morir?
—Me parece que en ese hospital tuvieron que interrogar a todo el personal.
—Que horrible... —dijo tomando el termo y acomodándose en la silla—. Cuéntame que sucedió. Te llame anteayer y no escuche nada más que un grito.
El miedo volvió a instalarse en mi cuerpo al recordar el porqué. El grito del hombre liberándose de mis brazos y tratando de escapar. Como el asesino se incorporó sin ningún problema, logrando noquearme a mi y su cometido.
Trague saliva y la mire a Noelle, pensando seriamente en si me ayudaría o no.
Porque si, seguía pensando en que había un asesino por ahí suelto con ganas de torturarme por haber interrumpido sus planes.