¿qué Harás Conmigo?

Capítulo VI

Apenas lo vi me quise ir corriendo.

Solo es una simple casualidad ¿no?

Talvez solo quiso teñir su pelo de blanco.

Seguramente es una casualidad.

Empecé a retroceder sin darme cuenta hasta que mi espalda baja chocó contra el pomo de la puerta. Obteniendo una pequeña pero dolorosa punzada en la zona

William se acercó sin tener ya la foto entre sus dedos.

—¿Está bien? —preguntó preocupado. Asentí rápidamente y me incorporé sin problema.

—Si... disculpe yo... —trague saliva cuidando mis palabras, sintiendo como los nervios volvían a instalarse en mi interior—. ¿Usted es... William Kaufman? —pronunciando bien su apellido. Trate de sonreír mientras que para él era tan fácil que me entregó una sonrisa de oreja a oreja. Mostrando unos dientes perfectamente blancos. Como si fuera su mejor día.

Su mejor día si es el asesino, ya que te encontró y te puede convertir en pedacitos.

Mentira, no es el asesino, encima no pude ver su cara para decir que es el.

No quieras confirmar algo de lo que no estás segura.

—Así es, me imaginó que usted es la mujer que avisaron que me estaba buscando ¿cierto? —Asentí nerviosa mientras mis manos se cerraban en el respaldo de una silla.

—Soy Jori Boomer.

—Lo se, lo recuerdo. —dijo soltando una suave risa extrañamente familiar.

Él asesino no se hecho a reír nunca.

Solo por su pelo ¿Cómo puedo inculpar a alguien de ese modo?

Pero el tono de color es igual... hasta la forma y corte de su cabello.

Si... parecia muy sedoso y limpio, como si el polvo pudiera ensuciarlo fácilmente. Tenía ganas de acariciarlo al verlo.

—Perdón por interrumpir su trabajo. Ya veo que un policía está muy ocupado. —Volvió a reirse de forma leve y empezó a juntar todo lo que había desparramado en la mesa. Papeles, fichas, huellas, y todas la millonada de fotografías que había. No pude ver todas pero la mayoría mostraban una cama donde reposaba un posible cadáver lleno de marcas.

Que ganas de vomitar.

Ves cosas peores en el quirofano.

—Tranquila, no lo sabia. —dijo guardando las cosas en muebles con llave. —No puedo concentrarme en el caso y se me hace más difícil intentar resolverlo.

Parecía que todo lo que tenía en la mesa era tan importante que la mayoría de cosas las guardaba bajo llave. Aunque, casi todos los cajones o puertas de los muebles tenían cerradura.

Se movió muy deprisa mientras yo miraba alrededor tratando de concentrarme en otra cosa que no sea en el asesino.

Terminó de guardar las cosas y se quedó parado mirandome.

—¿Quieres ir a tomar algo? —Iba a negarme y a explicarle porque había ido pero no me dejó hablar—. Supongo que tendrás muchas preguntas y yo necesito un café de descanso ¿aceptas?

No.

El mismo debe de imaginarse que vine a preguntarle cosas que ni yo se.

¿Y si es el asesino? Puede poner cualquier cosa en el café.

Tendré que vigilar mi bebida.

Además, esto me da chance de poder preguntarle sobre algún asesino en serie.

Mientras que no sea él...

Le mostre una sonrisa agradecida y asentí sin dudarlo más. Aunque por dentro seguía esa pequeña voz en mi interior diciéndome que lo rechace a último momento. O que me vaya corriendo.

Primera impresión: es el asesino de aquella noche.

Habrá que ir con todas las alarmas de mi cabeza en alerta.

Tomo su abrigo y salimos de la estación de policía donde el frio nos invadió por completo. Al parecer adentro estaba todo repleto de calefacción que ni me di cuenta hasta que salimos.

Tampoco de lo alto que era. Y de lo desabrigado que iba en su oficina hasta que lo vi ponerse una gabardina marrón muy clarita. Solo tenía unos pantalones negros que parecian muy finos —de los que necesitas ponerte algo más abajo para el frio— junto a una camisa blanca. Ni siquiera se si tenia algo abajo de ella.

Aunque antes de ponerse la gabardina tomó un suéter gris del perchero. Así que seguro se sentía bien a gusto con la calefacción allí adentro.

Llegamos a una cafetería cercana a la estación que apesar de que estaba muy llena, se podía mantener en algunos lugares la tranquilidad. Cerca de las paredes era uno de ellos, así que nos sentamos allí.

Y permanecimos también en silencio hasta que llegó nuestro pedido.

—¿Cómo se encuentra al salir del hospital? Me imagino que le dieron el alta. —rompió el silencio luego de tomar un sorbo de su café.

Mal, adolorida, perdida, con ganas de borrar mi memoria otra vez y con un novio que de seguro está perdiendo todo interés por mi.

—Bien, pero con muchas preguntas en la cabeza. —sonreí mientras mezclaba el azúcar en el té.

—¿Cómo cuáles? —frunciendo el ceño.

Me le quede mirando mientras me observaba interesado por lo que quiera que sea que le pregunte. Algo que no me había fijado antes también de él que me dejó más impactada.

Sus ojos. Eran de un rojo tan intenso pero brillante como el rubí. Un rojo que hasta me dejó con la boca abierta al verlos, jamás había visto unos ojos tan... hermosos frente de mi. Ni los de Noelle que me parecian también hermosos pero estos...

—¿Usa lentes de contacto? —pregunté todavía mirando sus iris. Sin importarme que también podría sentirse él mismo extraño al verle directamente.

Al parecer sólo sonrió.

—No. —respondió riendo. Dejándome aún más impresionada y de seguro, William notandolo ya que no podía parar de sonreír. —Espero que no sea una de las dudas más importantes que tenga.

—No... no la verdad no. Es que recién me di cuenta de ese... detalle. —describí sin saber como nombrar también el otro detalle importante.

—Y de seguro se pregunta también lo mismo por mi cabello —bebió otro sorbo y esperando intrigado a mi respuesta—. ¿No es así, señorita Boomer?

—Tuteeme por favor.

—Si yo la tuteo usted también, y no soy muy viejo. Seguro tenemos la misma edad. —Sus rubíes se clavaron en mis ojos, todavía esperando una respuesta. Me reacomode ante la situación y me dediqué a degustar el postre que me había pedido.



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En el texto hay: romance, violencia

Editado: 23.04.2025

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