¿ Qué haría si te perdiera ? (con dibujos de autor)

Capítulo 4: El manzano

Recuerdo que había caminado por varias horas y el día estaba oscureciendo. Nos alejamos cada vez más de la flora y de los extraños seres que allí habitaban. Ya no podía escuchar el sonido del mar o el de las aves, fueron reemplazados por el sonido de la voz de Ernest taladrándome el cerebro y, de vez en cuando, el ansiado silencio de Ernest cuando se callaba.

Estábamos cansados, mejor dicho, yo lo estaba, porque era la única que se mantenía en movimiento mientras la lagartija reposaba en mi cabeza. Decidí acostarme en la tierra, al lado de una enorme roca, para descansar un poco. Aunque el sol había desaparecido y nos encontrábamos al aire libre, yo no sentía frío, era todo lo contrario, la noche se mantuvo demasiado calurosa.

― ¿Tu nombre es Cora no? ― pregunto el Sr Ernest acomodándose en el suelo.

― Señorita Cora para vos― contesté.

― Muy graciosa― respondió en un tono sarcástico.

Mientras observaba al Señor Ernest noté que dentro de su bolso guardaba, además de hojas sueltas y lápices, un cuaderno azul. Me puse a cuestionar sus acciones ¿Por qué de pronto decidió acompañarme? Él me dijo que era un coleccionista de historias pero ¿Qué significa eso? Tomé la iniciativa y le hice varias preguntas, no era muy complicado hacerlo monologar de su vida. Al final resultó que, no solo sabía hablar, también podía escribir « ¡Quién lo diría! Una lagartija alfabetizada », pensé. Me contó que su colección de historias había empezado hacía 50 años. En su niñez él era fanático de los libros, en especial los que tenían como temática la mitología. Gracias a la lectura pudo conocer una importante cantidad de misteriosas criaturas, entre ellas, una que le llamó mucho la atención. Esa criatura era poseedora de gran sabiduría y conocimiento, a la vez que ostentaba una imponente figura de reptil. Por supuesto, él la clasificó como dragón. Los libros le habían proporcionado no sólo entretenimiento, sino también autoconocimiento o, mejor dicho, autopercepción. A través de esos relatos Ernest dijo haber recibido una epifanía o algo así; él tenía una forma muy rebuscada de hablar y yo no le entendía muy bien. El Sr. Ernest se dio cuenta que él era un dragón, una criatura legendaria clásica de los mitos, pero en este caso él era real y no fantasía. A raíz de esto, decidió escribir sus propios libros, en donde se relataba las aventuras del dragón Ernest Thomson. Cada vez que se enteraba de algo interesante y digno de escribirse, él se aventuraba al lugar de los hechos con ardiente fervor de ser partícipe de situaciones grandiosas. En sus viajes pudo conocer inconmensurables paisajes, que nunca en su vida había visto, habitados por criaturas de distintas formas y tamaños. El plasmaba en sus historias los recuerdos de sus aventuras. Anotaba con lápiz lo que iba viviendo y cuando volvía a su casa, pasaba esos apuntes a tinta, creando un nuevo libro. De esta forma protegía la memoria, porque escribía para no olvidar y no ser olvidado. Con tinta y hojas permitía que los recuerdos pasaran de una simple imagen mental a un relato que todo el mundo pueda leer y recordar. No eran simples historias, era su tiempo, su pasión, eran parte de él y por eso las amaba. Esa fue la razón del por qué tomó interés en mí y decidió ayudarme. No era una hazaña noble, no buscaba hacer algo bueno por mí de forma valerosa y desinteresada, sólo quería apuntar lo que ocurriría y empezar una nueva historia. El Sr. Ernest no era héroe, algo que yo si deseaba ser, él era escritor.

Esa noche me quedé dormida mientras Ernest continuaba hablando sobre sus viajes: La vez que conoció a una mariposa alérgica al polen o cuando se peleó con un cazador de dragones que lo subestimó por su altura. Las historias eran interesantes pero estaba abatida por todo lo sucedido y no logré soportar el sueño. A la mañana siguiente seguimos avanzando hasta llegar a una zona rocosa donde, según el señor Ernest, alguna vez hubo un río. Me dijo que varios años atrás, la corriente de agua permitió formar un paraíso para los animales y a las plantas de aquel lugar. Pero ahora el río había desaparecido dejando en su lugar un cañón, una hendidura enorme en lo que antes era agua. Los seres que allí vivían se alejaron y lo que era verde ahora estaba seco y agrietado, pero, aun así seguía conservando una buena vista. En esa hermosa decadencia yo me puse a pensar que aunque el río desapareciera y el terreno perdiera la vitalidad que alguna vez tuvo, aun así, el camino que el agua recorrió quedó marcado. El río se secó, de eso no hay duda, pero su huella todavía sigue allí, es imborrable.

Teníamos que bajar al cañón y seguir el camino del río. Cuidadosamente, apoyándome en las piedras, logré ir descendiendo. El Sr Ernest me guiaba. Era un poco más difícil de lo que creí, nunca antes había hecho turismo aventura, menos con una lagartija en la cabeza dándome órdenes. Logré llegar a la base sin ningún rasguño y continuar el recorrido. Mientras caminaba, el Sr Ernest me hizo una pregunta que me tomo por sorpresa.

― Niña, ese amigo tuyo al que buscas, ¿Por qué es tan importante? ¿No sería mejor dejarlo ir?― cuestionó Ernest.

Me quedé recapacitando unos segundos, al principio pensé que no necesitaba darle una explicación, era algo obvio. Pero después, cuando intenté darle una respuesta, no sabía que decir. Luka era importante para mí, indubitablemente, pero no sabía por qué lo era. Hasta ese momento nunca me lo había puesto a pensar. Después de meditarlo, llegué a la conclusión de que Luka era especial porque, aun en un día triste, su presencia me alegraba; Luka me hacía feliz. Tal vez no era perfecto, pero dibujaba en mí una sonrisa, ese era su don. La alegría de su presencia o el miedo de su pérdida ¿Cómo se pueden poner en palabras? El Sr. Ernest no conocía a Luka, no podía sentir lo mismo que yo, entonces ¿Cómo se explica un sentimiento? Era una pregunta obvia con una respuesta difícil, así que le conteste:



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En el texto hay: misterio, criaturas sobrenaturales, amor amistad

Editado: 20.04.2021

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