¿ Qué haría si te perdiera ? (con dibujos de autor)

Capítulo 6: El lado negro

Al día siguiente Ernest y yo nos marchamos. Liquet no quería que nos fuéramos, así que intentó convencernos de desayunar primero. El chantaje a base de comida no le funcionó. Yo no quería causar más molestias, además, necesitaba apresurarme para encontrar a Luka. Para esa instancia no estaba solamente preocupada por mi amigo, sino que también me aterraba no encontrar una forma de volver a mi mundo. Aunque había perdido la dimensión del tiempo, consideraba que aproximadamente habían pasado dos días desde que me fui de casa. Bueno, en realidad no me había ido a ningún lado, atravesé el piso, es diferente, pero no por eso menos preocupante.

A Liquet no le quedó otra opción más que resignarse y despedirse de nosotros. Para el camino nos había regalado una especie de sándwich, cuyo relleno era desconocido para mí, y unas monedas, por si nos daba hambre en el camino. La niña no tenía filtro a la hora de hablar pero, aun así, era amable. No puedo no encariñarme con las personas que me dan comida. Antes de irnos, Ernest le preguntó si su madre volvería pronto.

―Tal vez a la tarde, no lo sé― contestó Liquet.

― ¿Cómo se llama tu mamá?―pregunté.

― Madre, no tiene otro nombre― respondió, dejándome con más dudas que antes.

Me llevé puesto el vestido que Liquet me dio, cuando descubriera la forma de encontrar al Mago pensaba devolvérselo. Por las dudas, también lleve conmigo mi pijama y la pelota de Luka, no quería extraviarlos. Cuando Ernest y yo nos fuimos, pude observar el rostro triste de Liquet mirando nuestra partida desde su ventana. Estaba pegada al vidrio y detenía su vista en un punto fijo. No saludaba ni se despedía, sólo miraba. Me sentí mal por ella. Al verla entendí que, después de la partida de su hermano, ella en esa diminuta casa seguía esperando que él volviera. Su soledad la cubría a tal punto que la asfixiaba, por eso intentó constantemente convencernos de que nos quedáramos un rato más con ella. Aunque yo le prometí que iba a volver a verla una vez que obtuviera información, eso no le aseguró nada. Me preocupé tanto que no podía parar de pensar en los problemas de su familia y en lo insensible que había sido su hermano al irse ¡Era tan frustrante! Liquet no era tan dulce como yo pensaba, pero tampoco merecía estar en medio de un conflicto que ella no provocó. Todos dieron su opinión e hicieron lo que quisieron, todos menos ella. Ni su madre o su hermano se detuvieron a pensar por un momento en el malestar que provocaron sus acciones. Necesitaba hablar de ese problema y quejarme sanamente un rato, así que le pregunte al Sr. Ernest su opinión sobre la situación de Liquet.

―No puedo contradecir las decisiones de su hermano ya que yo también considero que hay cosas de este lugar que no me gustan y que no apruebo― contestó Ernest sin darle mucha importancia al tema.

Cuando notó mi disgusto, con rapidez prosiguió: ― Aun así, tampoco puedo justificar sus acciones. Me parece bastante egoísta haberse ido de su casa sin dar por lo menos una explicación. No sé cuál fue el verdadero motivo que lo condujo a tomar esa medida, pero me pregunto si evaluó seriamente el hecho de que su pequeña hermana estaría muy afligida si no lo volviera a ver. No creo que ella de verdad odie a su hermano, más bien odia el contexto en el que se encuentra. Tiene sentimientos contradictorios, por un lado el rechazo inculcado en el seno familiar, del cual ella no tiene la culpa pero que, por el otro lado, se opone al cariño que siente por su hermano y a la tristeza que le genera su pérdida. Esta es mi opinión personal, no quiero sacar conclusiones deliberadas de un conflicto en el cual no estuve presente.

― No pensé que podías ser tan observador― dije con asombro. No me imaginaba al Sr. Ernest haciendo un análisis tan crítico del problema de otros, yo creía que sólo podía mirarse a sí mismo a través de los demás. Se me ocurrió que él podría tener la solución para el problema de la niña, así que pregunté: ―Sr. Ernest antes de encontrar al Mago ¿Qué podríamos hacer para ayudar a Liquet?

― Nada Cora, no nos incumbe― respondió fríamente―. No podemos involucrarnos en discusiones familiares cuando apenas podemos solucionar nuestros propios problemas. Cada familia es un mundo, cada persona reacciona de forma distinta a la adversidad, nosotros, en este caso, estamos fuera de la cuestión.

Cuando terminó su comentario insensible, desesperanzador y realista, abrió su bolso y empezó a tomar apuntes en su cuaderno de todo lo que nos había pasado hasta ese momento. Me es imposible poner en palabras lo molesta que estaba con él. Creo que me puse roja de la bronca. El Sr. Ernest, al igual que en sus historias, lo único que hacía era registrar lo sucedido pero no ayudaba a resolverlo. Me acuerdo que pensé: « ¿Qué importa si no nos incumbe? el problema de Liquet se hizo mío en el momento que empezó a molestarme ». Aunque hubiera querido, yo no podía irme de ese lugar con la imagen de Liquet sola en esa casa vacía. Tenía que hacer algo. Me detuve y me senté en el piso. Con mi mano derecha agarré a Ernest y le dije que no me iba a mover hasta no tener un plan. No sabíamos a donde ir, así que no nos costaba nada considerar una forma de ayudar a Liquet y, a la vez, a nosotros mismos. Él se molestó porque, por el susto que le generó la forma bruta en que me tiré al piso, rayó una de las hojas en la que escribía. No me importaron sus reproches. Lo miré a los ojos y dije: ―Liquet es nuestra amiga y a los amigos hay que ayudarlos. Ella fue la única en este lugar que se preocupó por nosotros. Nos dejó dormir en su casa, nos dio de comer, me prestó ropa. No podemos irnos y dejar las cosas como están.



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En el texto hay: misterio, criaturas sobrenaturales, amor amistad

Editado: 20.04.2021

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