Durante cinco días permanecí en la casa de Liquet. Después del infortunio de la pintura, la madre de Liquet y el hermano hicieron una tensa tregua. Tal vez no fue lo más deseable, pero Liquet estaba conforme y eso era suficiente. El hermano prometió visitarla una vez a la semana. Los días en los que él volvía, la madre no pensaba acercarse. No había unión, pero tampoco discusiones. A mi me quedó un gusto amargo con el resultado, pero no podía meterme más de lo que ya lo había hecho. Después de todo, era una cultura que todavía no comprendía muy bien. En ese mundo "La familia" por así decirlo, no existía, todos eran creados en el mismo lugar y a la vez todos eran parte de lo mismo, aunque diferenciados. Formar vínculos pequeños no era común.
Traté de hacerme una rutina para no volverme loca, pero no tuve éxito. A veces salía a jugar con Liquet y me distraía, el problema era que cuando ella estaba ocupada, yo no sabía qué hacer. Los primeros días salía a recorrer los alrededores buscando respuestas. Las personas habían dejado de ser crueles conmigo, pero tampoco me hacían sentir cómoda. Al final no pude encontrar nada útil. Ernest, en cambio, estaba más motivado que yo. Permanecía encerrado en la biblioteca blanca, ubicada a unos pasos de la casa de Liquet, buscando información del Ángulo o del Mago dentro de ese mundo.
Un día antes de caer la noche, me puse mi pijama, el viejo camisón donde siempre mantenía la pelota de Luka guardada en el bolsillo derecho, sólo por si acaso. Antes de ir a dormir, fui a buscar a Ernest, quien en la mañana me dijo que había encontrado algo que podía ser de ayuda y no había vuelto desde ese entonces. Al entrar en la biblioteca lo encontré sentado arriba de un viejo libro blanco, estaba extremadamente emocionado por un relato corto:
"Entonces el alma cruzó la puerta. Frente a ella apareció su primera revelación; el Dios de las tinieblas había sido despertado de su eterno sueño. Irritado por la intromisión, gritó: ― ¡¿Cómo osas aparecer ante mí? este no es tu principio ni tu fin!
― Por favor señor, usted es aquel que lo tiene todo y nada le falta― murmuró el alma― permítame ser joven otra vez, he pasado por grandes tragedias y atravesado diferentes mundos sólo para que cumpla mi egoísta deseo, por favor, tenga piedad de mí.
― ¿Por qué te aferras tanto a la juventud? ¿Qué ha hecho ella por ti?― preguntó la imponte figura
― Nada― remarcó el alma―, pero es lo único que tengo para preservar la ingenuidad que brinda el desconocimiento. Después de sacrificar el encanto de la inocencia, puedo decir que soy alguien que, sin querer, conoce. Lamentablemente entiendo cosas que nunca deseé entender. Usted lo sabe todo, por favor, permítame a mí no saber absolutamente nada. Libéreme de mí mismo"
― ¡Encontré una parte donde habla del pasaje a otros mundos!― exclamó Ernest―. Es un avance, estoy seguro.
― Ay Sr. Ernest, ahí no habla del Mago ni de nada de lo que usted me dijo. A menos que el libro venga con un mapa, no creo que sea muy útil. Admítalo, estamos atrapados dentro de este lugar.
― Después decís que yo soy el pesimista― respondió Ernest.
Decidimos marcharnos de la biblioteca e intentar encontrar una solución en otro momento. Pero, cuando doblé a la izquierda después del quinto estante de libros, en vez de encontrar la puerta de salida, me topé con un pasillo. Me sorprendí porque estaba segura que el camino era ese, nunca antes había visto este rincón. El pasillo desembocaba en una pared que, a simple vista, parecía tener ventanales. Cuando me fui acercando, lo más llamativo fue darme cuenta que, lo que yo pensé que eran ventanas, en realidad eran afiches de color marrón y beige pegados con cinta adhesiva. Habían pasado mucho tiempo desde que no veía algo que no fuera blanco o negro, mis ojos no estaban acostumbrados.
―Sr. Ernest ¿Ve lo mismo que yo?
― Sí, que extraño, antes no estaba eso ahí. Lo sé porque paso todos los días en este lugar.
Acerqué mi mano al papel que tenía el dibujo de una torre. Con mi dedo índice apoyado en la línea del marco, recorrí cada borde hasta llegar a la imagen continua, la cual mostraba una especie de cripta. Cuando toqué el centro, mi mano atravesó el dibujo. No me sorprendí, me di cuenta al instante de lo que sucedía.
― ¿Si atravieso el papel crees que después podamos volver?― pregunté.
― ¿Por qué me preguntas lo que ya sabés?― respondió Ernest.
Me remordió la conciencia no despedirme de Liquet, no quería desaparecer sin decir nada, pero tampoco quería alejarme y perder la oportunidad de tener la puerta que me daría la posibilidad de seguir buscando a Luka o de encontrar mi camino a casa. No lo pensé mucho, simplemente crucé la ventana.
Sentí un dolor agudo en mi frente después de traspasar el mundo blanco y negro. Mi campo visual se nublaba, tanto así, que el mareo me forzó a mantenerme sentada. Otra vez no sabía dónde nos encontrábamos. Cuando mi malestar disminuyó, transitamos sin rumbo los pasillos de la cripta. Los colores habían vuelto pero ahora no teníamos a Liquet para darnos indicaciones. Al instante de tomar la decisión de traspasar el papel, la biblioteca y todo lo demás se desvaneció.
― ¿Sr. Ernest dónde estamos?
― Cora, yo siempre estuve al lado tuyo, se lo mismo que vos sabes, no tengo la más pálida idea de lo que acaba de pasar. Hasta lo que yo entiendo, acabamos de atravesar un papel. Fue bastante entretenido, pero no creo que este sea el lugar donde vive el Mago, hay demasiado polvo.