Permanecí de pié esperando que el Mago me dijera qué hacer o a dónde ir. Después de que él chasqueó los dedos, miré sus manos, pero no había nada. En ese instante giré mi cabeza hacia atrás y lo vi. Era Luka.
Mi corazón latía a mil por hora y la angustia que había acumulado todo ese tiempo, se propagó hacia mis ojos. Tan sólo al verlo lo reconocí. Su cuerpo más pequeño que el mío se movía sin saber a dónde. Luka al principio estaba confundido, pero cuando sus ojos negros brillantes se toparon con los míos, se echó a correr sin pensarlo. Se abalanzó encima de mí propulsándose con sus cuatro patas. Yo lo alcé y, temblando, abracé a Luka fuertemente, con la mayor de las alegrías. Él lamió mis cachetes mientras hacía un sonido agudo mezclado con aullido, era un llanto de felicidad.
― ¿Luka siempre fue perro? ― preguntó el Sr. Ernest conmocionado por la sorpresa.
― Si, pensé que se lo había dicho― respondí sin soltar a Luka en ningún momento.
Después de saltar y chocarse conmigo, tratando de obtener toda mi atención, Luka notó la presencia del Mago. Para mi sorpresa, volvió a emocionarse y salió corriendo de mis brazos para dirigirse al encuentro con aquel ser, a quien saludó de la misma forma cariñosa que a mí. Yo estaba completamente indignada, veía a Luka como quien ve a alguien con Síndrome de Estocolmo. Saludaba con radiante felicidad al responsable de toda la tragedia, al que a primera vista confundí con un héroe para terminar pensando en él como el más ruin de los villanos. Con esas corrompidas manos de estafador acariciaba la cabeza de mi preciado Luka, quien se limitaba a mover la cola inocentemente, sin percatarse de lo que ese monstruo le había hecho.
― ¡Luka! ¡No lo toques!― grité enojada.
― Cora, no pierdas la cabeza, pensá a quien te estas dirigiendo, por favor quiero vivir para contar esto― dijo Ernest que había transformado sus reproches en suplicas para convencerme.
― No lo acepto ― respondí dirigiéndome hacia donde estaban ellos. Alcé otra vez a Luka, pero clavando una mirada enfurecida al Mago.
― Luka se vuelve conmigo, no te atrevas a impedírmelo― dije sin titubear.
― Creo que otra vez estas un poco confundida. Todo lo que se encuentre en este lugar y todo lo que yo te he proporcionado, de eso no hay nada que puedas llevarte― respondió el Mago.
― Yo vine a rescatar a mi amigo de tus crueles manos ¡Secuestrador! No pienso dejar a Luka ni un segundo más en este feo lugar. Te lo llevaste sin siquiera dejarme verlo por última vez, por tu culpa pasé por lugares donde casi me lastiman de gravedad, además, todo este tiempo me ocultaste la verdad de quien eras, aun sabiendo que podía ayudarme. Te estabas burlando de mí. No sos justo, no sos sabio, no sos admirable y tampoco sos bueno.
- ¿Y quién te dijo que yo era todo eso?― respondió el Mago con un tono de voz serio y cortante.
Yo me mantuve en silencio mientras me consumía la rabia.
- Pretendes que te de algo que no puedo darte y me culpas por eso ¿Quién de los dos es verdaderamente injusto? El problema es que, desde el principio, me juzgaste con parámetros humanos, esos parámetros nunca pueden ser verdaderamente justos ¿No crees? Te cumplí un deseo, para que veas que tampoco soy tan malo. Voy a dejarte ver a Luka por última vez, pero no podés llevártelo.
― Bueno, si crees que te lo voy a devolver, entonces esperá sentado. Me voy. A partir de ahora diviértete solo― respondí de forma burlona, dando unos pasos hacia atrás mientras cargaba a Luka.
Ernest se quedó helado con mis palabras, su cuerpo se puso pálido del susto.
El Mago se encontraba parado, apoyando el mentón sobre su mano derecha y mirando al piso. No pude adivinar el tipo de expresión qué hacía porque su rostro se escondía detrás del casco de hierro de Canlot. Ahora que me pongo a pensar, ni siquiera era su verdadero rostro el que se escondía.
― Hacé tu voluntad, no tengo energía para lidiar con las recriminaciones que los seres humanos tienen para conmigo― dijo el Mago pacientemente― ¿Querés llevártelo? Hacelo, pero te aclaro que todo lo que se aleje de este lugar, vuelve a tu mundo de la misma forma en la que se fue, de eso yo no tengo responsabilidad ni poder, así que no me quieras culpar.
No miré hacia atrás cuando me alejaba. Me marché del lugar junto a Luka y al Sr. Ernest. Después de lograr mi cometido, sentía dentro de mí una sensación enorme de victoria. Aunque todavía no sabía cómo volver a casa, por fin quedarme tranquila de que Luka estaba sano y salvo conmigo. Mi lindo Luka, con sus ojos grandes y alegres, su pequeña nariz negra y su cuerpo de algodón color crema. Ni una pizca de malicia, odio o rencor ¡Lo había extrañado tanto!
Pero, si bien en ese momento me sentía más feliz que nunca, cuando lo miraba corretear, ladrar a la nada y jugar dando pequeños saltos de un lado al otro, un extraño malestar me incomodaba.
― ¿Crees que estuvo bien que nos lleváramos a Luka?― preguntó Ernest.
― No había otra forma― respondí casi sin pensarlo.
Juguetón como siempre, Luka se acercó a mí y olfateó mi bolsillo.
― ¡Lo había olvidado!― exclamé―. Mirá Luka, traje tu pelota― dije descubriendo la pelota de mi bolsillo y agitándola.
Luka al ver el objeto se volvió loco. Empezó a dar vueltas en círculos y me miraba atentamente esperando el momento en que yo la lanzara. Era él, mi alegre Luka, no, incluso era mejor de lo que pensaba, en ese momento parecía más feliz que antes. Pegó tres brincos, meneo la cola y se preparó pacientemente para atrapar el preciado juguete. Cuando lancé la pelota azul con lunares blancos, él corrió a toda velocidad, alcanzándola casi al instante, y siguió correteando en círculos con la pelota en su boca. Mi sonrisa no desaparecía, era imborrable.