Una semana más tarde, Lucas trabajaba tranquilo en su despacho preparando los papeles para un caso que debía presentar en la junta de esa semana cuando un visitante inesperado se presentó en su oficina y dando gritos alboroto a todo el mundo, él salió al pasillo a ver qué sucedía y se encontró con el ex esposo de Stephanie que al divisarlo fuera de su despacho se dirigió hasta donde estaba parado hecho una furia, Lucas se preparó para el puñetazo pero en su lugar el hombre lo metió de un empujón a su propia oficina y cerró la puerta tras él.
-Tú, maldita rata. Me has quitado todo.
-¿De qué estás hablando?
-No te hagas el inocente Cooper, sabes de lo que estoy hablando, mi hijo ya no podre verlo.
-Lo que tú quieres es alejarlo de su madre, por eso lo he hecho.
-No puedes hacerlo ¿Me oyes?
-Pero, claro que pued. Soy su padre.
-Apelare, esto lo van a pagar tu y esa zorra.
-Cuidadito como llamas a la madre del niño.
-Claro defiéndela, seguro ya se revolcó otra vez con su ex noviecito. Eso explica porque le has otorgado la custodia de Tyler.
El no dijo nada pero como réplica le asesto un puñetazo que fue a dar al ojo derecho de Trevor quien cayó de espaldas luego de retroceder dos pasos y golpear su cabeza contra la puerta para volver a cerrarla al momento en el que Ángela quería entrar a calmar los ánimos cuando escucho el barullo.
-Levántate idiota, vamos arreglemos esto como a ti te gusta hacerlo, yo podría demandarte por lo que acabas de hacer.
Trevor se puso de pie y se abalanzó contra el abogado tacleando a Lucas por la cintura provocando que ambos cayeran sobre el escritorio desparramando todos los papeles y el ordenador sobre el suelo del despacho, Ángela entró y vio como un hombre desconocido golpeaba a su jefe y pero este le devolvía los golpes o eso intentaba, si no fuera que eran un abogado y un entrenador de caballos aquella lucha parecía una pelea de kickboxing por cómo se pegaban, ella pidió ayuda y dos hombres grandes y fornidos vestidos con traje los separaron y sacaron a Trevor de la oficina de Lucas que seguía vociferando insultos contra el abogado y Stephanie. Mientras tanto Ángela fue por el botiquín que guardaba en uno de los cajones de su escritorio y entró al despacho de su jefe quien se había quitado el saco y la corbata e intentaba secar la sangre que se le derramaba por el ojo derecho.
-Déjeme a mi señor – dijo y con una gasa con un poco de yodo le quitó despacio la sangre de la herida.
-Auch, más cuidado. – dijo poniendo cara de dolor – eso arde.
-Discúlpeme señor.
-No discúlpame tú, por todo esto. Y gracias.
-No es nada señor, pero ¿Qué pasó? ¿Por qué ese hombre lo increpó de ese modo?
-Era el ex de Stephanie, ya se enteró.
-Entiendo, bueno creo que de cierto modo usted se la busco.
-Gracias Angi – dijo en forma sarcástica – pero si no fuera porque él quería llevarse al chico de regreso a Inglaterra todo habría terminado de un modo no sé, mas pacifico.
-Mire yo se que ahora que usted sabe que el niño es suyo quiera estar con él, pero no debe olvidar que el hombre que acaba de irse fue su padre por más de 5 años y eso no cambiara porque usted haya aparecido para hacer de padre.
-Es que yo no me metí en esto, todo lo contrario. Yo era feliz, estaba rehaciendo mi vida, empezando algo hermoso con una chica maravillosa pero ella tuvo que volver y arruinarlo todo.
Ella bajó la vista y siguió limpiando las heridas de su jefe, no dijo nada más pero en una cosa coincidía con él: todos sus problemas comenzaron el día que la pelirroja cruzó las puertas del ascensor y entro nuevamente a la vida de Lucas Cooper.
Desde que ella había regresado y con semejante bomba su vida iba cuesta arriba si no fuese que Catherine y Ángela lo contenían y lo aconsejaban para que el no cometiera alguna estupidez de la que luego se arrepentiría, esas dos mujeres casi controlaban sus acciones o eso parecía, pero lo cierto era que en ese tipo de asuntos él necesitaba una guía y daba gracias por tenerlas en su vida.
Después de que su secretaria término de curarlo, le dio el día libre, les aviso a los demás socios que había tenido una emergencia familiar como excusa y se fue a su casa necesitaba despejar la mente aun tenia acumulada mucha adrenalina en su interior por la pelea y no deseaba tener problemas con alguien, aunque él no era de provocar peleas ni mucho menos pero después de todo lo que escuchó de parte de Trevor aun en su interior le hervía la sangre y sabía que si no se relajaba tendría un nuevo altercado con alguien de la oficina o de fuera.
Al llegar se dio una ducha para quitarse la frustración y la sangre seca, se vistió con la ropa de deportes y llamó a Ryan el de alguna forma siempre estaba libre para lo que fuera, a pesar de trabajar para la oficina del fiscal de la ciudad el maldito sabía como escapar de sus responsabilidades.
Llegó al club y fue a la cancha que siempre reservaban y mientras esperaba a su amigo comenzó a calentar con la máquina que le arrojaba pelotas, las golpeaba con tal fuerza en cada bolea que una salió fuera de la cancha y le dio en la espalda a uno de los camareros.
-Lo siento – dijo levantando la mano. – Ryan pasó junto al camarero al que Lucas había golpeado quien se iba sobándose el lugar donde la pelota le dejó una marca y haciendo uno mueca se dirigió a la cancha.
-Hey casi que lo atraviesas con la bola – el ver de cerca a su amigo frunció el ceño – dime que el otro quedo peor.
-Pues no sabría decirte porque nos separaron antes de que uno de los dos terminará con la lámpara incrustada en la espalda.
-¿Qué pasó?
-Trevor – soltó el aire en un bufido - Stephanie y su maldito divorcio eso paso, ahora ¿Juegas o no?
-Tranquilo tigre, siéntate y cuéntame.
-No quiero sentarme, lo que quiero es sacarme este... maldito mal humor golpeando la pelota.
-¿No quieres ir a una clase de boxeo mejor?
-RYAN POR FAVOR.
-Está bien que genio. – el camino hasta el otro lado de la cancha y se puso en posición de saque – no esperas que te deje sacar a ti ¿O sí? Con el humor que traes seguro y la bola termina incrustada en alguna parte de mi cuerpo.
-Si vas a burlarte te puedes ir – dice apuntando a la pequeña reja que delimita la cancha y la parte de los jardines del club – yo puedo seguir golpeando las pelotas que lanza la máquina. Elige.
-Lo haría con gusto, pero así no tendrías con quien hablar.
-Para escuchar tus chistes, mejor así. – dijo con sarcasmo.
-¿Sabes una cosa? Tienes toda la razón – se encaminó hacia las bancas donde había dejado su bolso.
-¿Dónde vas?
-Me voy, no te soporto cuando te comportas como energúmeno. – se echó la bolsa al hombro y se encaminó hacia la salida.
-Ryan, mierda – dijo por lo bajo y corrió tras su amigo – eh – gritó – perdón. – el otro joven se detuvo - tienes razón, discúlpame por haberte tratado de ese modo no es tu culpa, regresa de verdad necesito hablar con alguien.
-Está bien, pero prométeme una cosa.
-Lo que quieras.
-No me golpees con ninguna de esas malditas pelotas, la última vez me dejaste una buena marca.
-Solo si no dices ninguna de tus burradas.
Ryan sonrió y regresó sobre sus pasos, volvió a dejar la bolsa en la banca y miró a Lucas con recelo, este le tendió la mano en forma de disculpa y él se la estrecho.
-Pero aun así saco yo.
En otra ciudad, Catherine se encontraba sentada fuera de la habitación de un hospital tomando café y la vista perdida en los dibujos de las baldosas del piso cuando de dentro salió un hombre vestido con una bata blanca y le dijo que ya podía pasar, ella le agradeció e ingreso en la habitación. Se acercó a la cama donde reposaba su padre quien intentaba acomodarse, ella le arregló las almohadas y lo ayudó a ponerse cómodo.
-Gracias pequeñas. – dijo con una media sonrisa.
-De nada, pero ya no soy una pequeña.
-Para mí sí, lo serás toda la vida Cathy.
-Hace mucho que nadie me llama de ese modo.
-Lo sé – dice guiñando un ojo – porque era yo quien siempre te llamo de ese modo.
-Si. – su mirada se volvió taciturna mientras tenía sus ojos clavados en sus manos.
-Corazón – dijo su padre con voz apagada - ¿Qué sucede?
-Nada, de verdad.
-Hija a pesar de todo el tiempo en el que estuvimos lejos, siempre se cuando algo te pasa, cuéntame.
Catherine tomó la mano de su padre entre las suya, tenía los ojos inundados de lágrimas, aún se sentía culpable por no haber estado a su lado la primera vez el año anterior cuando sufrió el primer infarto cuando Ethan la había llamado el día después de navidad a espaldas de Norman, pero después fue la misma Martha quien le envió un email diciendo que él estaba bien y que solo había sido un susto. Pero esta vez no fue así, ella y sus hermanos e incluso su cuñada Linda presentía que podría ser la última vez que estarían junto a su padre.
-Cariño no llores – dijo acariciando su melena rubia – no va a pasarme nada, aun me sobra vida porque debo terminar de leer tu novela.
-¿Qué? – ella levantó la cabeza mientras se limpiaba el rostro con el dorso de la mano.
-Eso, o ¿Acaso creíste que el excelente trabajo que haces no llegó a mis manos?
-No tenía idea que leyeras mis libros.
-Pero por supuesto que lo hago, desde que eras una adolescente y te oía tipear en la vieja máquina de escribir que te obsequio tu hermano para tu cumpleaños.
Ella sonrió ante aquel recuerdo, de todas las noches de verano que se la pasaba escribiendo no le importaba la hora que fuera, pero debía sacar todas ideas que tenía en su cabeza, luego terminaba exhausta pero satisfecha con su trabajo y el saber que su padre leía todo eso y que él estaba orgulloso de él la llenó de felicidad.
-¿Qué opinas de ellos?
-Estoy muy orgulloso de ti.
-Esa no fue mi pregunta.
-Pero fue mi respuesta. Y si deseas saberlo, si, me parece que te mereces ser una escritora de best sellers.
-Gracias, creo que tendré que cambiar la dedicatoria del próximo.
-¿Ya saldrá?
-Pronto padre.
No tenía más que decir, sus miradas lo decían todo,ese brillo que Cathe notaba en los ojos de su padre no lo veía desde hacía mucho tiempo en nadie, era más que orgullo por sus logros era agradecimiento de poder tenerla junto al devuelta como si nada hubiese pasado, ella ya lo había perdonado.