Nunca planeamos que el fin de semana terminara así.
Solo buscábamos alejarnos un poco de la ciudad, del ruido, del trabajo... de los hombres y de los recuerdos.
Solo quería que Alicia se diera un respiro, y fui yo quien propuso el viaje.
Ojalá nunca lo hubiera hecho.
Ravenveil no fue un lugar para descansar.
Desde el primer día supe que algo no encajaba, pero no escuché mi instinto.
Ni siquiera cuando vi a esa gata mirar fijamente los rincones donde, supuestamente, no había nada.
O eso creí.
Nunca voy a poder sacar esa hora de mi cabeza, 11:20 de la noche.
El reloj se detuvo, y con él, todo lo demás.
Recuerdo el sonido, el último tic-tac, y después... nada.
Cada vez que cierro los ojos, vuelvo a escuchar el reloj...
volviendo a empezar, una y otra y otra vez.
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Editado: 11.11.2025