El camino a Ravenveil se extendía como nunca. No recordaba que fuera tan largo.
Alicia conducía con la música a todo volumen, cantando entre risas, mientras su gata dormía en el asiento trasero, enroscada como una sombra suave.
Alicia no quiso dejar a su gata en casa. La había educado tan bien que podía ser una gata tranquila, no había desorden qué limpiar con su gatita y era muy juguetona. Tanto qué suele morderme los pies, aunque intenta jugar es algo ruda.
Yo trataba de seguirle el ánimo a Alicia en el ánimo, pero esa angustia seguía en mi cuerpo desde anoche... justo en mi estómago. Había algo en el aire, una quietud que no parecía natural.
Cada tanto, el auto pasaba frente a casas y cabañas ya viejas por el tiempo.
Las primeras casas al entrar al pueblo eran así, antiguas, pero conforme entrábamos más, se veían más presentables, rústicas y modernas para los visitantes.
—No pensé que se viera tan mal... Más bien inquietante con esas casas y cabañas viejas—
le dije a Alicia, y ella soltó una risa por mi comentario.
—De hecho sí se ve algo tenebroso. Muy descuidado. Lo recordaba más alegre y cálido.
—Se ve inquietante... Como en esas películas y series donde hay fantasmas... O donde se esconden asesinos o delincuentes ¿No? —le pregunté algo nerviosa a Alicia.
Ella negó con la cabeza y soltó una risa algo áspera.
—Qué estereotipos tienes Dina, por eso eres tan fácil de asustar y tan ansiosa, tu sola provocas tu ansiedad —dijo Alicia, sacando de su bolso una paleta redonda con relleno de chicle de mora azul— Toma, come una. Ya no amargues el viaje con tus comentarios sobre este pueblito, lo importante es alejarnos un rato del trabajo... y de mi exesposo.
—Tienes razón... pero es que Alicia ya te dije que desde anoche sentí algo raro. Una preocupación muy rara, te juro que creí en serio que me iba a doler el estomago solo por eso —murmuré, intentando relajarme mientras deshacía la paleta en mi boca.
—Dina, relájate —dijo Alicia, sin apartar la vista del camino, ella también había sacado otra paleta de su bolsa y la metió a su boca mientras la saboreaba con mucha despreocupación— Te estás volviendo paranoica. Es el estrés del trabajo, lo sé. —Negó con la cabeza, como si pudiera entender lo que pasaba en mi mente— No es como que salgas mucho, además no veníamos aquí desde hace años, tal vez es la anticipación, no seas tan ansiosa y lo digo enserio Dina.
—No es eso... —susurré en voz baja, tratando de parecer realmente despreocupada y relajada como ella.
Pero no supe cómo explicar esa sensación que estaba sintiendo, como si alguien nos siguiera desde que salimos de la ciudad.
La gata abrió los ojos justo entonces.
Sus pupilas verdosas me distrajeron por un momento. Se estiró perezosa, pero su mirada, reflejada en el retrovisor, pareció clavarse en mí con una extraña comprensión.
—Mira, sé que es por el trabajo. Siempre estás estresada con esos proyectos que te pide tu jefe —dijo Alicia, rodando los ojos con una sonrisa burlona— necesitas tomarte una pequeña copa para relajarte Dina, ha y por cierto... Ya qué estás con esa ansiedad y miedo por Revenveil ¿Trajiste tus pastillas anti-ansiedad? —pregunto de forma bromista, sabía que solo quería bromear conmigo, pero no me gustaba cuando sacaba de nuevo el tema de los medicamentos que suelo tomar.
—No es gracioso —respondí tratando de sonar lo más seria posible. Desde la secundaria tomaba ansiolíticos y antidepresivos, por eso Alicia siempre bromeaba conmigo, diciéndome qué estaba loca por tomar pastillas, pero tenía que tomar mis medicamentos para estar mejor, no me avergüenza, pero cuando bromea con eso me hace sentir mal, suena como si fuera una dependiente de la medicación, que si la dejo me pondré sumamente mal— Además, nunca olvido tomarlas...Ya no las tomo seguido, por recomendación de mi psiquiatra.
—Sí, sí, lo sé. Pero si no las tomas vez sombras qué te persiguen —comentó Alicia con una risa bromista— Aún recuerdo cuando en la fiesta de Kevin alucinaste después de beber y aunque no me lo digas yo se que consumiste ciertas cosas algo ilegales, ya sabes a qué me refiero, y luego te hiciste todo un lío con tus medicamentos, te asustaste tanto que Adrián tuvo que llevarte en su hombro hasta uno de los cuartos vacíos de la fiesta para que descansaras. Al menos fue lo más caballeroso que hizo ese idiota.
Me reí con cierta incomodidad. Tenía razón, había hecho el ridículo aquella noche.
Me sentí tonta cuando su exesposo me cargó como a una niña y me alejó de todos mientras me consumía mi propia paranoia por la mezcla de medicamentos.
—Sí, ya lo sé... —dije avergonzada— No fue buena idea mezclar medicamentos con alcohol...y esas otras cosas, fue algo estúpido e infantil.
—Bueno, no te preocupes —dijo Alicia con una sonrisa divertida— Ya sabes qué debes volver a hacer eso. Además, esta vez no te voy a descuidar. Me quedaré contigo si encontramos alguna fiesta por ahí.
—Muy bien... pero aun así no sé si es buena idea, Alicia. No conocemos a nadie del pueblo, y colarnos a una fiesta no me da buena espina. Siempre termina algo mal si te involucras con gente que no conoces.
—Por favor, no te preocupes —respondió con tono burlón— Ya veremos qué pasa, ¿De acuerdo? Ni siquiera sé si encontraremos alguna fiesta decente por aquí.
Después de eso dejamos de hablar durante el resto del camino. El silencio se apoderó del auto, solo interrumpido por el rugido del motor y el golpeteo del viento contra las ventanas.
Tras casi una hora y cuarenta minutos, llegamos por fin a la cabaña.
Si es que podía llamarla así. Parecía más bien una casa moderna rentada por Internet.
Alicia tomó su maleta con una mano y cargó a su gata con la otra.
Yo arrastré mi maleta hasta la puerta. El sujeto que nos había alquilado la cabaña dejó la llave bajo el tapete, tal como había prometido. Incluso él le mencionó a Alicia qué cuando nos fuéramos el lunes por la mañana le dejemos la llave de nuevo bajo el tapete, ya que su hermano sería el qué visitará la cabaña en una semana para unirse a la gente del pueblo en sus días de pesca de fin de semana. Justo donde los mercados se hacen tan grandes por aquí qué venden cosas tradicionales, los mejores peces de la región, las mejores ropas, juguetes y artefactos fabricados por los lugareños.
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Editado: 11.11.2025