Que Huyan Los Fantasmas

Capítulo 3 — El encuentro

Corrección por biitchlxss
 

Gabrielle

Salgo de la escuela con Mikeila, mí única y mejor amiga. Finjo que le presto atención a lo que dice y le sonrío para que continúe con su historia.

Las hojas crujen bajo nuestros pies por la acera poco transitada. Miro de reojo a mi mejor amiga.

Ella es pelirroja, apenas más baja que yo, su cabello está lleno de rulos y su rostro de pecas.

Tiene ojos más verdes que los míos. 
Es la representación de la feminidad. Es parlanchina, a diferencia de mí que soy súper callada, ella es alegre, jovial y fresca, yo soy totalmente lo contrario. Somos un dúo que se complementa perfecto.

—Entonces le dije que no contara más conmigo, yo no soy juguete de nadie, ¿No Gaby? — dice sacudiendo su cabello, buscando mis ojos.

—No dejes que nadie te pisotee— digo afirmando.

—Obvio dice sacudiendo sus hombros. Por cierto, hay una fiesta esta noche, ¿iremos?

—Seguramente estaré castigada, tuve un pequeño pleito con papá. — digo recordando lo de esta mañana.

Ella resopla asintiendo sin comentar nada. Ya conoce a mis padres, son como su segunda familia y les tiene mucho respeto.

—¿Y si te escapas? —dice divertida.— ¡Es en la casa de Chleo James! Estará todo el equipo de baloncesto y sé que Kalev te gusta —me codea burlonamente y yo niego divertida.

Algo que amo de Mikeila es su libertad y su espíritu rebelde, me contagia a veces y nos hace cometer locuras.

—¿Y qué me castiguen hasta que muera? No gracias. — le doy un corto abrazo, llegando al frente de su casa.

—Pareces más rebelde de lo que realmente eres— dijo guiñándome el ojo— luego te paso a buscar. Iremos y no acepto un no.

—Adiós, Mika— digo riendo y alejándome de esa casona blanca.

Mikeila irá por mí, ni lo dudo. Es bastante decidida cuando quiere algo.

Me coloco mis auriculares y busco mi playlist favorita. Comienza a sonar la música y siento como me relajo totalmente por la melodía.

Tengo que apresurar el paso, en cualquier momento se largará a llover y no tengo ganas de que se mojen mis apuntes.

A lo lejos un chico del otro lado de la calle se me queda mirando, lleva una bufanda y parece que es estudiante. No creo que me haga nada.

Pero veo que se acerca cada vez más. 
El miedo empieza a hacerse parte de mí. Apresuro mis pasos y busco alguna posible salida, pero faltan 70 metros para llegar a la esquina. Miro hacia atrás y veo que me sigue.

Creo que me dijo algo, pero yo solo escucho los latidos de mi corazón. 
Ya empecé a trotar y doblo en la esquina más cercana. Ni siquiera sé hacia donde estoy yendo.

Empiezo a correr, no miro atrás. Cuando creo que ya lo perdí miro hacia atrás y claro no está. 
Pero sin darme cuenta me metí en un callejón donde hay 3 jóvenes fumando hierba.

Me quedo en shock y retrocedo lentamente. Ellos levantan su vista hacia mí y sonríen malévolamente.

Si antes tenía miedo ahora estoy aterrada. 
Siento como mis oídos zumban. Estoy teniendo un ataque de pánico y no puedo moverme.

Cuento al ritmo de mis latidos para calmarme. Uno, dos, tres... 
Uno de esos tipos intentó abalanzarse sobre mí. Pero solo me caigo sentada y cierro los ojos.

Presiono mi mano sobre mí corazón. Siento que voy a morir de un paro cardíaco y no paro de llorar.

Ninguno de esos tres tipos me atacó. Abro los ojos y logro divisar al mismo chico que me seguía tomando mi mano y ayudando a que me levante.

—¡Vamos! — me lleva corriendo del brazo. 
Cuando ya hicimos dos cuadras me suelto de su agarre y caigo de rodillas.

Ya no siento mi corazón, no tengo aire. Estoy por desmayarme. 
Él me tomó de la mano y automáticamente siento un cosquilleo.

—Mírame— pide suplicante.

Lo hago como puedo y veo sus enormes ojos marrones claros.

—Respira, respira despacio — me pide mientras se fija que no vuelvan los tipos de antes.

Al cabo de unos minutos mí pulso y respiración están normal, pero mi cabeza duele mucho. Estoy helada y no paro de temblar. 
Las ganas de vomitar se hacen presente.

—Lamento haberte asustado, créeme que no era mi intención— dice extendiendo su mano.— Mi nombre es Tomás. —su voz es grave pero muy dulce y tranquila. Me relaja de solo oírlo—  Perdón de nuevo, no debí acechar así. —dice agachando la cabeza y rascándose la nuca— ¿Cómo te llamas?

Intento que mis cuerdas vocales reaccionen, pero con lo que acaba de pasar es difícil.

—Está... Está bien — digo finalmente con dolor en mi garganta. Siento que hasta respirar me quema por dentro — me llamo Gabrielle. — suspiro y le doy la mano.

No puedo evitar mirarlo. Es más alto que yo, hombros y espalda ancha. Cabello castaño lacio, corto y ojos color marrones. Sonríe tímidamente.

¿Por qué no puedo dejar de verlo a los ojos? Es tan raro, es como si estuviera hipnotizada.

—¿Te conozco? — digo esperando una explicación.

—No aún, pero lo harás— dice sonriendo— ¿puedo acompañarte a tu casa? — dice y lo miro con miedo.

—Voy a llamar a la policía. —saco mi teléfono y él ríe. Su risa es contagiosa.

—Solo me ofrezco por el mal rato que te hice pasar ¡y ya viste que las calles son peligrosas! — dice levantando sus manos en señal de rendición.

—¿Y quién me dice que no me vas a secuestrar o algo peor? — cuestiono enarcando una ceja.

—Créeme que no soy nada de eso, pero puedo ser tu guardaespaldas personal, solo por si acaso.

—¿Estabas siguiéndome?

—Juro que no —murmura a la defensiva— le dejé mi camioneta al idiota de mi hermano para que llevara a sus amigas y estaba caminando a casa cuando te ví.

Me encojo de hombros, la verdad que algo me dice que es confiable. Y no quiero caminar sola después de lo que acaba de pasar.

Doy unos pasos alejándome de él y lo escucho resoplar. Volteo a verlo y le hago señas de que me siga. Él sonríe encantado uniéndose a mí. 
Vamos unas dos cuadras en silencio. Hasta que decido hablar.



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En el texto hay: amor, ansiedad, panico

Editado: 09.07.2021

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