Pasaron 3 horas desde que desperté y no tengo idea de donde carajos estoy….. ¿Pero porque esa puerta tiene mi nombre?
Desde que desperté aquí, note que nada de esto es normal. Mi cama está pegada a la pared y al otro extremo de la misma se encuentra el inodoro, la tele está sobre el sillón y mis viejos juguetes simplemente flotan por ahí, ¿Cómo se supone que no quedará en shock con esto?.
Por suerte ahora me encuentro mejor, pero mientras intentaba recuperarme del golpe que me di, note que la puerta de mi pieza estaba rara. Esta tenía escrita mi nombre en grande y abajo decía con una letra más pequeña:
—¿Que le dirás?
Apenas y termine de decir aquello, cuando la habitación vibró un poco y la manija de la puerta empezó a hacer lo mismo.
No quería abrirla, tenía miedo…… pero lo hice de todos modos. Y ahí estaba, mi yo joven, jugando a las muñecas y llevando puesto ese estúpido vestido de princesa. Si no hubiese sido por el vestido azul no la hubiera reconocido y no, definitivamente no podía hacerlo por la cara, no cuando no tenía una.
En donde debería de haber un rostro se encontraba un agujero y dentro de este no parecía haber nada, estaba hueco.
Cuando entré parecía que ella no se había percatado de mí presencia, estaba muy concentrada en su juego. Observé la habitación y no se parecía en nada a la mía, era una simple habitación vacía.
De pronto ella paro de jugar y volteo hacia mi, yo empecé a caminar alrededor de ella, ¿Por qué?. Ni idea la verdad, solo lo hice.
Desde que me desperté sentí esta rara sensación, en donde simplemente no pensaba, solo actuaba y solo por actuar fue que empecé hablar:
—Eres muy mayor para jugar con muñecas— le dije.
Mis palabras salieron literalmente flotando de mi boca y se fueron directo hacia el agujero de su cara. Solo cuando estas entraron, reacciono:
—Pero me gusta—exclamó con un tono deprimido.
—Eso no importa, te ves ridícula haciéndolo y más con ese vestido.
Apenas y esas palabras entraron en su cabeza, escuché un golpe, volteé hacia arriba y había una cama en el techo…… Lo ignoré y seguí hablando.
Cada palabra significaba más desorden en la habitación, los juguetes flotaban, cosas aparecían en el techo y de la nada, la puerta empezó a temblar.
Era como si me digieran que ya era suficiente, que tenía que irme y eso fue lo que hice.
Cerré la puerta y me senté en el piso, pues me sentía más rara que antes. Sentía un vacío en mi interior, como si una chispa de felicidad se hubiese desvanecido, como si nunca hubiera jugado con muñecas y de pronto, llore.
La molesta alarma empezó a sonar sin parar, con mucho esfuerzo me levante y me dirigí al baño. Me miré al espejo por un rato y medite.
—Ya lo entiendo—dije segura.
Me aliste para la escuela y cuando llego el momento de peinarme, añadí una hermosa vincha con orejas de gato. Y si a verónica a no le gusta, se puede ir a cagar. Porque a mi no me importa, ya no.