Lucero se levantó y le tomó la cabeza con una de sus manos, luego se recostó y pareció caer en un profundo sueño. Ahora el Dr. Wilson comenzó a escuchar la voz en su mente.
— ¿Qué es esto? — se tapó los oídos en un intento de que el sonido no le llegará.
— No quiero hacerte daño, solo quería estar seguro que no me mentías.
— Leíste mi mente.
—Sí, lo siento, pero debo proteger a Lucero.
— ¿Quién... qué eres?
— Soy un ser, no humano, pero si pensante, físicamente humanoide.
— ¿Por qué dices que esta mujer es tuya?
— Es mi compañera.
— ¿Y por qué ella tiene esa laguna en sus recuerdos?
— Antes que la devolviéramos tuvimos que borrarle la memoria de su tiempo en mi planeta, era lo mejor para Lucero.
— Pero...
— Necesitaré tu ayuda. Me contactaré en un tiempo más, para que podamos conversar con tranquilidad.
— Espere...
— Será pronto.
En ese momento la mujer abrió lentamente los ojos.
— ¿Qué pasó? — preguntó al verlo complicado — ¿Ya sabe algo más?
— No, pero estamos avanzando, nos vemos la otra semana.
— Gracias Doctor.
Durante esos días el hombre estuvo nervioso, si era verdad lo que pasó, él tuvo contacto con un extraterrestre, eso podría explicar que la mujer tuviera su cuerpo nuevo por así decirlo, algún proceso de regeneración... solo le quedaba seguir esperando.
Una noche cuando el hombre ya estaba durmiendo, despertó por una fuerte luz que entró en su cuarto, cuando pudo enfocar bien los ojos, vio a un ser plomo, de ojos y cráneo grandes, que estaba a su lado.
— No grite, por favor.
— ¿Eres con quien hable el otro día?
— Sí, venga — lo tomó de la mano y subieron en una claridad a una nave espacial.
— Que increíble — exclamó al verse en el aire.
Miró el lugar, parecía que las paredes tenían luz propia, como paneles, todo tenía esa fluorescencia, las maquinarias eran las justas, los espacios grandes, había más seres en el lugar, algunos como su anfitrión, otros parecían humanos, pero su ropa los delataba como extraterrestres.
— Me presento Dr. Wilson, soy... Dígame Rey Gris, no podría pronunciar mi nombre.
— Disculpe lo directo, pero quedó de contarme que pasó con la Srta. Lucero.
— Por favor siéntese — le señaló un asiento oscuro, al lado del cual había uno que uso el ser — esto es para mucho rato, tranquilo, cuando lo devolvamos a su casa solo habrán pasado unos minutos. El tiempo pasa de forma distinta en nuestro mundo y naves — por un rato quedó callado, con los ojos cerrados, luego los habló para empezar su relato — mi mujer estuvo en realidad casi tres años con nosotros.
Miró al humano con esos ojos oscuros, contra lo que le pareció a primera vista al humano, el ser tenía ropa puesta, pero era del mismo color que su cuerpo, ajustada.
— Nuestra civilización puede parecer más desarrollada que la suya, y así es, al menos tecnológicamente, pero en otros aspectos somos iguales, los que ven normalmente ustedes, solo son clones nuestros, sin emociones, las células de ellos se han ido degenerando y de seres con inteligencia normal, ahora son de carne y hueso, pero autómatas en su mente. Hace muchos siglos atrás, apareció un virus en mi planeta, mató a todas las mujeres. Por eso empezamos a raptar gente de la tierra, pero según ustedes avanzaban en su cultura, costaba más traer especímenes.
— ¿Era para tratar de producir un cruce? ¿Querían híbridos?
— No, nunca podría ser, o mejor dicho pensábamos que no — luego de una pequeña pausa — queríamos estudiarlos y ver cómo lograr clonar una hembra mitad nosotros, mitad ustedes, y así poder revitalizar nuestra raza, pero todos nuestros esfuerzos fueron en vano. Para nuestros estudios empezamos a llevarnos a los individuos de su raza que se querían suicidar, así nadie los extrañaba.
— ¿Usted es un clon también?
— No, soy un ser normal, algo de ADN de las hembras de mi raza pudo salvarse, y se usaba para mezclarla con algunos de los dirigentes para tener individuos "normales", con padre y madre, pero conmigo se acabó la última dotación. A partir de mí todos deberíamos ser clones, pero teníamos la esperanza que los científicos pudieran encontrar como revertir lo que nos pasó y poder tener hembras.
— ¿Por eso se llevaron a Lucero?
— No, ya a esta altura se habían hecho y tomado todas las muestras posibles, ahora era solo para tener mano de obra, y no dejar todo en manos de los clones, extrañamente ustedes si son sacados de su planeta no pueden engendrar, y en ese ambiente solo pueden vivir algunos años de los nuestros. Como dije somos iguales en otras cosas a ustedes — bajó la cabeza avergonzado — algunos de los que se llevaban terminaban como mascotas o esclavos sexuales. Yo no podía hacer nada, era solo gobernante de nombre, el poder lo tenían repartidos otros que estaban atrás de mí, y si me revelaba, prescindirían de mi persona. Empecé en las sombras a buscar apoyo, quería retomar el poder que en legítimo derecho me correspondía y evitar que estas cosas pasarán. Pensaba devolver a mi gente a como era, y si teníamos que extinguirnos que así fuera.
— ¿Así conoció a Lucero?
— Fue la última de ustedes que había llegado, cuando los humanos estaban en tan malas condiciones como ella, se les realizaba un reemplazo de cuerpo.
— ¿Cambiaron su mente a un nuevo...? — no podía creerlo, pero luego de ver a su alrededor se dio cuenta que era muy tonto asombrarse por algo como eso.
— Así es, su cuerpo antiguo fue destruido luego de que su mente, sus recuerdos, todo lo que la hace ella fue trasladado a otra versión más joven. La vi, y decidí que fuera mi enlace con los humanos prisioneros que estaban en mi planeta.
Hace dos años atrás.
Lucero recordaba haberse tirado del edificio, y de pronto verse rodeada de una luz que la subía en el aire, pensó que era porque ya había muerto y se dirigía al paraíso, pero al abrir los ojos vio una nave gigantesca a la que se acercaba, gritó hasta que quedó sin voz, ya cuando entró cayó desmayada.