¿ Qué me pasó?

El Rey

Por un segundo Lucero recordó una imagen de una serie de televisión que vio cuando era niña: RAÍCES. Era como cuando los norteamericanos pujaban por un esclavo ¿Estaba siendo vendida? Uno de los grises, con extraños adornos en su ropa se adelantó a los demás, parecía estar escoltado por dos más, la tomó del brazo, intercambio algunos sonidos con el que estaba a su lado.

Ella no sabía cómo reaccionar, era como si fuera una película, por suerte le pusieron una especie de audífono en el oído izquierdo, y por fin los sonidos fueron entendibles para la terrestre.

— Como diga su majestad — dijo el vendedor haciendo una reverencia al que parecía ser el gobernador del lugar.

— Vamos — le ordenó el tipo a la mujer.

Lucero, en vez de hacerle caso corrió, pero no llegó lejos, uno de los guardias la tocaron con una vara que llevaba, ella quedó inerte en el suelo, su cuerpo se negaba a moverse, pero su mente estaba despierta.

— Tráiganla — dijo el ser de los adornos en la vestimenta.

Mientras iba en el hombro de uno de ellos, pudo ver vehículos volando, seres grises interactuando entre ellos y con los de otras razas. El trío que la llevaba subió a una de esas naves, el paisaje era aséptico, calles limpias, de colores claros o metalizados, la gente se veía tranquila.

Llegaron a un lugar cuya única diferencia con los demás era el tamaño, mucho más grande que los que vio.

La llevaron a una amplia habitación donde la pusieron en la cama, los dos soldados hicieron una reverencia y se fueron.

El ser la miró un rato, y para desesperación de la mujer, se acercó a la cama, tomó una vara parecida a la de antes, y la tocó, por fin Lucero pudo moverse, se arrastró hasta que su espalda tocó la pared, histérica, miraba para todos lados para tratar de escapar, vio una ventana, corrió y se tiró, a pesar que estaban al menos a 50 pisos de distancia del suelo, en su desesperación prefería la muerte a estar en manos de esos seres, por suerte solo consiguió rebotar y quedar botada en el suelo, inconsciente de nuevo.

Cuando despertó, estaba de nuevo acostada bajo unas sábanas muy suaves, y a su lado estaba sentado el mismo ser de antes, o eso creía ella, por su ropa.

— Suéltame, déjame, no me toques — gritó histérica, y trato de alejarse del otro.

El hombre la dejó seguir así un rato, luego se abalanzó sobre ella y le tapó la boca quedando sobre la terrestre.

— Ya es suficiente, si quitó la mano promete no volver a gritar terrícola.

Lucero tenía los ojos abiertos a lo que más daba, no puso atención a lo que le decía, su voz le sonaba muy rara.

— Escucha terrícola, quería que los demás te escucharán para que pensaban que de verdad te estaba forzando a tener relaciones sexuales contigo. No lo haré, solo quiero que me escuches, ¿Entiendes?

La prisionera asintió, muy lentamente él quitó la mano de la boca de la mujer, esperando si seguía con sus gritos volver al callarla, pero no fue necesario.

— ¿Qué quieres de mí? — se tapó con la ropa de cama todo el cuerpo, a pensar que estaba vestida con un traje igual al de con quien hablaba pero sin adornos, ya que era tan ajustado que igual se le marcaba el cuerpo, era como si estuviera desnuda.

— No sabes dónde estás ni por qué ¿Verdad?

— Sí — respondió temerosa.

— Soy el Rey de esta civilización, es muy antigua. Pero con el tiempo muchos de mis congéneres se creen superiores a las demás razas, sobre todo a los humanos, no quieren darles la posibilidad de desarrollarse como nosotros. Sé que quieren quitarme del poder porque yo no quiero autorizar sus planes de conquista. Por eso te necesito.

— ¿Para qué? — preguntó en un susurro.

— Quiero que me ayudes, pronto habrá una guerra, y quiero que tu gente me ayude, con esa fuerza puedo ganar. Si esa así prometo que los secuestros terminarán, dejaremos tu mundo tranquilo.

—Pero yo... no soy nadie en la Tierra, para eso deberías traer a un presidente, alguien con autoridad, allí solo soy una aseadora.

— No hay tiempo, y si hago eso se darán cuenta que intento algo más. Tendrás que hacer lo que te pida, sino te dejaré de nuevo para que te vendan, y está vez te pueden mandar a las minas o — miró su cuerpo — ya me entiendes — quiso reír malicioso, pero en realidad más se asemejó una mueca horrible — ¿Me ayudaras humana?

Lucero pensó un rato, al menos por ahora supuestamente estaba fuera de peligro, o eso quería hacerle creer ese ser, vio un cuchillo cerca de ella, en una mesa. Con una velocidad que nunca creyó tener lo tomó y trato de atacar al extraterrestre, que sin ningún esfuerzo la desarmó y la tiró al piso.

— Veo que tendré que buscar otro que me ayude, tal vez traiga un macho y no una hembra, ustedes son muy... emotivas.

— ¿Y cómo quieres que reaccione? Me sacan de mi planeta, ahora veo cosas que todavía no creo que existan y me dices que debo convencer a otros que te sigan, ni yo creo que tú no fueras producto de mi imaginación, tal vez caí y estoy en el hospital y está es una maldita pesadilla...

Él se acercó rápido, y la tomó de los hombros para zarandearla.

— Esto es real, te guste o no pronto habrá una guerra y tendrás que elegir bando, quieres que ganen quienes quieren traer a todos los humanos como esclavos, o yo que quiero que volvamos a las directrices que teníamos antes, y dejar que los seres inferiores se desarrollen a su ritmo.

Ella se abrazó si misma asustada, y lloró suavemente.

— Lo dicho, te devolveré al centro de humanos, y trataré con un macho.

Ella se sobresaltó, si volvía a ese lugar, otro la tomaría y...

— No, por favor, haré lo que diga — dijo limpiándose los ojos, y tratando de serenarse.

— ¿Éstas segura? No quiero que luego vuelvas a comportarte como ahora, humana.

— Seré quien hable con mi gente.

— Bien hembra, espero que pueda confiar en ti.



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En el texto hay: misterio, extraterrestres

Editado: 08.06.2020

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