¿ Qué me pasó?

Mi misión

— Duerme humana, yo me acomodaré aquí de nuevo.

Y esa fue la rutina por unas semanas, ella despertaba, desayunaban, lo acompañaba a sus reuniones, y al llegar al anochecer ella le preguntaba por lo que le llamó la atención.

— Esta noche deberás ir con los demás humanos.

— ¿Por qué? ¿Qué hice mal?

— Debes empezar a contactarte con ellos, te aconsejo que vayas sondeándolos, deberás ganarte su confianza, según te vaya veremos cada cuanto irás.

Lucero se sintió angustiada, no quería dejarlo, en la Tierra y en ese extraño lugar era el único que había demostrado algo de preocupación hacia ella, sabía que para él era solo la forma de conseguir aliados, pero igual se sentía segura con el ser extraterrestre.

— Me harás volver a tu lado ¿Verdad?

— Sí, debo saber cómo te fue. Pensé que no querías estar cerca de alguien como yo, ahora volverás a ver a otros de tu raza.

— Realmente no me entusiasma mucho la idea, allá en mi planeta me trataban como basura, me golpeaban, me mentían... — trato de contenerse para no llorar al recordar sus malas experiencias.

— ¿Quieres que lo dejemos para más adelante? — preguntó el monarca al ver cómo reaccionó la mujer.

— No, debo empezar a hacer mi parte del trato, hasta ahora has cumplido con la tuya. Gracias — le sonrió por fin sin miedo.

— ¿Me contarías cómo era tu vida en tu planeta?

— No hay mucho que contar — le hizo un relato muy somero de todo lo que vivió.

Esa noche el gobernante llamó a sus guardias.

— Llévenla con los otros humanos y me la traen en la mañana.

— Como diga señor.

Cuando la llevaban los soldados hablaban entre ellos sin darle importancia a la mujer.

— Te apuesto que el Rey manda a buscar mañana a otra — la miraron — y aunque pida esta, si le traemos a otra no se dará ni cuenta — remataron eso con una especie de cacareo de pájaro, que ella supuso era su risa.

La llevaron a la parte más baja del Palacio, la hicieron entrar por una puerta, miró todo asustada, el lugar era una gran metrópoli subterránea, en el centro se veía movimiento, para las periferias que era donde estaba ella ahora no había nadie. Caminó mirando para todos lados, hasta que unos la vieron.

— ¿De qué país vienes? ¿Qué año es en la Tierra? ¿Qué novedades puedes contarnos?

— Soy de Nueva York, nada nuevo, todo igual.

— ¿Llegaste hoy?

— No, fue hace semanas, estaba con el Rey.

Entonces muchos la miraron con desprecio.

— Tú eres la amante de ese mal nacido — y escupieron a sus pies, ella iba a contar la verdad, pero recordó que nadie por ahora debía saber cuál era su verdadera misión.

— ¿Crees que me dieron a elegir? — dijo Lucero lo más molesta que pudo.

— Ella tiene razón, a nosotras no nos preguntan nada, solo nos toman — se le acercó una pelirroja — ven querida ¿Cómo te llamas?

— Lucero.

— Yo soy Rosa, deja a estos brutos. Ven, quédate conmigo, supongo que ese demonio ya se aburrió de ti, seguro te pondrán a trabajar conmigo.

— ¿Trabajas en este lugar?

— No, esto solo es donde nos dejan cuando no estamos en nuestros puestos. Yo soy una de las ayudantes en la cocina.

Conversando cosas de la Tierra, llegaron a una pequeña casa, por dentro era muy acogedora.

— Que bello esos adornos — había atrapasueños, caminos de mesa, manteles colgados de las paredes, algunas pinturas.

— Era militar, pero me gustan mucho las manualidades, me ayudaba a lidiar con mis cuadros depresivos, hasta que un malnacido me engaño y por su culpa quise matarme... y termine aquí ¿Qué te paso a ti?

Lucero le contó su historia.

— Qué pena que ni allí ni acá te han tratado bien. Acomódate cariño.

Vio que la otra se sentó a tejer una bufanda.

— Que lindo.

—Gracias, acá no tienen idea de esto, cuando lo termine alguno de los guardias me dará algo comida por ella.

— ¿Te ayudó?

— Bueno. Ves ese cono de hilo enredado ¿Puedes desenredarlo?

— Por supuesto.

Conversaron hasta que las luces empezaron a parpadear

— En 15 minutos apagan todo, ven a dormir — ambas se acomodaron en el piso, en frazadas.

A Lucero le costó conciliar el sueño, se había acostumbrado a tener al extraterrestre durmiendo en el sillón a su lado, eso al principio la asustada, ahora era al revés, despertaba mirando nerviosa por si no estaba.

Al otro día se escuchó un zumbido raro por el lado donde la dejaron, luego la voz de un gris se hizo oír en todo el lugar.

— La humana que trajimos en la noche, que se presente en la puerta de entrada.

— Tienes suerte humana — le dijo el guardia cuando estuvo frente a él — lo primero que hizo nuestro Rey al despertar, fue pedir que viniéramos a buscarte.

Ella fue caminando ansiosa, hasta que la dejaron en la habitación real, al ver al ser por poco se le tiró en los brazos contenta, éste hizo salir a todos para hablar con ella, tranquilo.

— ¿Cómo te fue?

— Unos me trataron mal, pero me hice amiga de Rosa, es muy amable, y por lo que conversamos conoce a todos en este lugar.

— Bien, tendrás que seguir cultivando esa amistad ¿Te notó cansada? Quieres dormir algo.

— No, estoy bien.

— Pedí que te trajeran algo de comer — le mostró la mesa.

— Saldremos a alguna parte — preguntó mientras desayunaba.

— En unas horas.

— ¿Puedo molestarte de nuevo? — dijo al terminar

— ¿Qué pasa?

— Vi varias cosas... — se acomodó en la cama para escuchar las repuestas que él, con mucha paciencia le explicó, al rato el ser vio que ella no se movía ni seguía hablando, se había quedo dormida, la tapó y se quedó a su lado hasta que despertó, y siguieron conversando.

Por unas semanas la mando a hacer contactos, llevaba comida de la habitación real, que ocultaba con cuidado en un bolso de mano que le regalo Rosa. Como era la última que había llegado conoció a muchos en ese lugar que querían noticias de sus países.



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En el texto hay: misterio, extraterrestres

Editado: 08.06.2020

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