A la pareja la despertaron al otro día los gritos de sus amigos.
— Lucero ¿Dónde estás? — llamaba nerviosa Rosa, ya que nadie sabía de ella desde la noche anterior.
— Señor ¿Dónde se encuentra? — uno de los guardias grises también buscaba a su monarca.
— Ya vamos — gritó el Rey desde la cueva.
Se desperezaron, al verse uno en brazos del otro se sintieron felices, y se volvieron a besar.
— Dejemos esto, nos esperan fuera — dijo él.
— Tienes razón, vamos.
Los dos grupos miraron sorprendidos a la pareja que salía, a pesar que algunos sabían que ella había sido "su amante", nunca uno de los grises había mantenido una "relación" tan larga con una terrestre, normalmente era un tiempo corto, y luego de quitarse los deseos sexuales, se las abandonaban.
— Señor — lo saludó el soldado gris, sin tomar en cuenta a la terrestre — lo necesitamos para planear los siguientes pasos a seguir.
— Lucero — su voz siempre sonaba monótona.
— ¿Sí Rey?
— Anda a dormir un poco, te buscaré cuando terminemos la reunión.
— Como digas — miró ilusionada al ser, nunca había sentido nada así por nadie.
— ¿Tú y él...? — preguntó su amiga nerviosa cuando estuvieron solas.
— Solo nos besamos — suspiró — por ahora. Lo amo.
— Cariño, ellos ya han tenido relaciones con humanas, si no lo sabré yo, pero no hay sentimientos, solo deseo, ellos son así, no es su culpa ni la tuya, solo es algo de su raza.
— Lo sé, él me lo explico — se puso triste — iré a dormir, estoy cansada.
En una de las reuniones que se hizo, se indicó que los reptilianos tenían una nave gigante para ir a la Tierra y traer la mayor cantidad de esclavos que pudieran, así que se propuso ir a tomarla, estaba en el Palacio. Al escucharlo el monarca desterrado decidió seguir su idea, si retomaba su hogar sería una gran muestra de poder sobre los rebeldes.
El Rey se quedaría en el refugio, contra lo que propuso Manuel, que señaló que si lo veía en la batalla, sería bueno para su alianza, pero muchos argumentaron que si moría, todo terminaría.
El terrestre, en las sombras, empezó a instigar para que sus más allegados lo acompañarán, y fueran ellos quienes tomarán la nave, en vez de ayudar al monarca. Su plan era dejar a los grises que se destruyeran entre ellos, así darían tiempo a que los habitantes de la Tierra para que pudieran preparar la ofensiva, les dijo el traidor para convencerlos.
Durante una semana la fuerza conjunta preparó la ofensiva, sin saber el verdadero plan de Manuel.
La noche anterior a la batalla, de nuevo el Rey y Lucero se escondieron en la misma cueva donde se besaron por primera vez.
— Quiero que compartamos esto.
— ¿Estás segura? Sé que entre las hembras de tu especie esto es algo especial
— Por eso lo quiero hacer contigo.
Él la desvistió con sus grandes manos, ella se dejo llevar al sentir cómo la acariciaba, con mucha suavidad. Cuando la penetró, se fue con calma, no quería lastimarla, porque sabía algo que ella no.
— Me duele como la primera vez ¿Por qué si ya tuve muchas parejas? — la mujer trataba de relajarse.
Él siguió bombeando lento, pero firme, hasta que rompió su himen.
— ¿Qué pasó? — dijo ella mientras se recuperaba del dolor, se tocó y vio sangre — pero si yo no soy virgen.
— En tu otro cuerpo no, en este sí, recuerda que lo cambiaron al llegar.
Siguieron muchas horas teniendo sexo, luego que ella llegó al orgasmo un par de veces, el Rey por fin acabó cuando Lucero estaba sobre él. Agotados se bañaron juntos en la cascada del fondo del lugar, luego se acomodaron a dormir.
— Gracias — le dijo la humana y lo besó.
— ¿Por qué?
— Eres muy tierno, yo te tenía tanto miedo cuando te vi por primera vez, pero veo que me equivoque, eres tan dulce, estoy segura que te amo.
Él solo le acarició el cabello, sin responderle, al otro día ella despertó sola, el monarca se había ido para mantenerse al tanto de la incursión que ocurriría en unas horas más. Cuando salió del lugar vio a Rosa y Manuel discutiendo, luego que la pelirroja lo abofeteó, se fue molesta. El hombre al ver a la morena se le acercó, la tomó del brazo y antes que dijera nada la llevó a un lugar apartado.
— ¿Qué quieres? — Lucero se soltó de la mano del terrestre.
— Tengo una solución a todo esto, sé cómo ir donde Narei y acabar con él, así seguro los otros se entregarán, pero Rosa no quiere ayudarme.
— ¿Y yo que puedo hacer?
— Necesito alguien de confianza que me acompañe, solo uno más, nadie más debe ponerse en peligro, tú solo debes manejar una maquinaria que te diré, nada más.
— Pero yo...
— ¿Quieres que el Rey gane esto sin arriesgarse él, los suyos y los hum... nosotros?
— Esta bien ¿Qué debo hacer exactamente?
— Cuando estemos allí, debes hacer funcionar un dispositivo que te mostraré. Nada más
Al llegar a su objetivo entraron por una puerta secreta, entraron a una habitación a oscuras, al prenderse la luz encontraron a soldados grises y a Narei, con las manos atadas.
— ¿Qué diablos pasa? — la mujer estaba confundida, hasta que vio la sonrisa maligna de su acompañante— es una trampa — pero porque tenían al gris apresado se preguntó.
— Ahora te tengo — rió Manuel — ese estúpido mandará a la mayoría de los suyos para rescatarte, y podré tomar el control de todo.
— ¿Por qué haces esto? Vas contra tu raza.
— Que estúpida eres, igual que todos los de tu planeta.
— Como tú — insistió la mujer.
— Que equivocada estás, soy Narei — se dio vuelta y le disparó al cuerpo del gris, que estaba atado, murió en el acto — él era Manuel en mi cuerpo. El Rey te tiene mucho apego, no lo entiendo, eres como cualquiera de las demás humanas, para mí son todas iguales cuando quieres desahogarte... — rió malicioso — ya debe haber recibido mi mensaje sobre ti, si a pesar de lo que supongo, atacan el Palacio y lo pierdo, te tendré a ti para presionarlo a que haga lo que quiero.