Pensé que las nubes ocultarían lo suficiente el sol esta mañana, pero al menos a las 7 de la mañana no es tan molesto.
—Es raro verla por aquí a esta hora señorita, ¿paso algo?
—No, gracias por preguntar.
El conserje de la entrada tenía justificada su extrañeza al verme llegar tan temprano, prácticamente a esta hora solo entraban los alumnos que tenían una clase obligatoria para pasar el semestre, pero en el caso de mi carrera solo era una materia que ofrecía unos cuantos créditos extra, una a la que solo asistían aquellos que no sentían la confianza de pasar o no respetaban lo suficiente su sueño.
—Disculpe, ¿dónde dan hoy la clase de filosofía?
—Salón 3, de aquí a donde están las escaleras, subes y en la tercera puerta.
Al menos el conserje era amable al responder cuando se le preguntaban las cosas, quizá mi nuevo despertador podría aprender algo de él, solo paso un día desde que lo compre y termine en esta situación, aunque al menos el paisaje de la universidad sin tanta gente es bastante hermoso, a pesar de que no hay muchos árboles cerca salvo los de la entrada, la combinación de tres colores que había en todos los edificios de la universidad me daba cierta paz.
—Por si te pierdes en unos segundos veras pasar una guía — me dijo mientras regresaba con él para comprender sus palabras.
— ¿Una guía?
Estaba algo sorprendida, aunque filosofía era una asignatura en la cual no había un salón fijo para tomar la clase, así que quizá era de esperarse que hubiera alguien que llevará a los estudiantes en la dirección correcta.
—Disculpa por chocarte voy tarde a mi clase.
—Ahí va su guía señorita, que tenga un buen día.
Esa persona que iba con gran apuro hacía esa clase en la que todos aprovechábamos el tiempo para dormir, era una chica de mi misma estatura, que estaba tratando de abotonarse la camisa con dificultad, con una larga cabellera castaña y desordenada, con la mochila casi abierta que en un descuido tiraría todas sus cosas al piso, que alguien así pueda llegar corriendo hasta la universidad sin ninguna herida, me parecía la viva expresión de un milagro.
—Perdón por llegar tarde profesor, ¿puedo pasar?
—Claro, tu asiento ya está reservado.
Ella estuvo a punto de tropezarse en las escaleras, trate de ayudarla pero ella paso de mí en todo intento, pude seguir su paso gracias a que ya estaba algo cansada, pensé que su despertador la había traicionado como a mí, pero por la expresión del profesor parecía que sus ganas de asistir a esta clase eran genuinas, ella paso rápidamente a su asiento y el profesor se desconcertó al verme detrás de ella.
— ¿Esto es alguna clase de broma señorita María?
—No, a partir de hoy quiero tomar su clase, ¿aun puedo hacerlo?
Su rostro estaba dividido entre la incredulidad y el enojo, era de esperarse luego de que una alumna que luego de 3 meses de comenzar el semestre ahora trataba de ingresar a su clase como si fuera el primer día, al principio estaba dudoso, pero quizá fue el hecho de solo tener 3 alumnos aparte de mí, lo que hizo que la resignación lo convenciera y me dejará pasar, el llevaba un gran libro en la mano que me cansaba el brazo con solo observarlo.
—A partir de hoy, comenzaremos a revisar las aportaciones de Parménides de Elea en la metafísica occidental, si alguno tiene algún tema en específico que quiera nombrar antes de comenzar, es libre de hacerlo.
Era la primera vez que oía hablar sobre él, así que realmente no tenía nada que aportar, de igual manera nuestros compañeros parecían menos interesados que yo en la clase, pero ella estaba anotando algo en su libreta, de forma rápida y precisa elaboraba una respuesta para el profesor, supongo que las apariencias engañan.
—Profesor Hilario, También quiero proponer, que si revisaremos a uno de los miembros de la escuela eleática, podríamos ampliar un poco más el tema, y revisar un poco sobre los aportes de Jenofanes de Colofón sobre la revisión crítica de la teología, sobre las paradojas de Zenón o la interpretación del ser de Meliso de Samos.
—Sí, sería interesante observar como las interpretaciones de Meliso se confundieron lo suficiente como para distanciarse de Parménides y crear su propia manera de representar el ser.
El profesor por unos momentos tenía una expresión de satisfacción en su rostro, cada vez que el comenzaba a hablar ella tomaba apuntes y analizaba cada argumento del maestro, era fascinante ver como una estudiante podía poner tanto esmero en una clase, tanto que al cabo de unos minutos solamente notaba el lápiz de ella moviéndose trepidantemente sobre las hojas, su boca que en voz baja formulaba varias réplicas en caso de emergencia, y sus ojos color miel brillaban un poco con la iluminación de las lámparas cuando miraba hacia la pizarra, y sin saber realmente como paso tan rápido el tiempo, la clase acabo.
—Bueno, ¿Qué tal le pareció la clase señorita María? —me pregunto con una voz algo apagada.