Valois:
Llegamos a casa, pero Anya no estaba allí.
—¿Anya? —preguntamos Rowen y yo al mismo tiempo, al no ver señales de ella.
—Esto está demasiado raro; Anya no sale de noche.
Escuchamos una voz proveniente detrás de nosotros. Allí estaba ella, parada con su sonrisa irónica pero enojada.
—Entonces, tú estás con tu hermano hipócritamente y vienes aquí a "consolarme" para después andar con él como si nada. Está más que claro que ustedes dos ocultan algo.
Rowen: —Anya, no es lo que parece. Solo hay cosas que son difíciles para ti, y tienes que entenderlo...
Sus ojos irradiaban su ira; la conocía perfectamente bien para saber que estaba más que molesta. De un momento a otro, me tendió una tremenda bofetada, y luego a Valois.
—¿Tú crees que soy estúpida? ¿O mejor dicho, ustedes creen que soy estúpida? Estoy a punto de cumplir 30; no soy ninguna muchachita de 6 años. Tú, Rowen, me vas a decir ahora mismo qué es lo que me estás ocultando, o nuestra relación va a tener muchos problemas, porque ya estoy cansada de esta situación.
—Anya, yo... Yo...
Rowen se llevó las manos a la cabeza, apretándola con tanta fuerza que sus sienes se hundían. De un momento a otro, sus ojos se tornaron de un rojo furioso, y sus colmillos se volvieron grandes y salvajes. Anya retrocedió un poco asustada, y Valois empujó a su hermano hacia afuera, cerrando la puerta.
—¡Corre, Anya!
Ella se quedó paralizada entre su amor por Rowen y también su miedo por él. ¿Qué era lo que estaban viendo sus ojos? ¿Acaso se había enamorado de un demonio?
—¡Corre, Anya! —le gritó Valois, quien estaba sosteniendo a su hermano, que estaba fuera de control. Cuando pudo sostenerlo, se fue corriendo rápidamente con la velocidad de su especie, intentando alejarlo de ella.
Editado: 02.04.2025