La confusión, el miedo y el amor eran lo que estaba presente en Anya en ese momento. Valois volvió hacia ella y la tomó suavemente de los hombros.
—Necesito que me digas cada detalle, Valois. ¿Qué es exactamente mi novio? ¿De quién estoy enamorada? ¿Por qué jamás lo había visto de esa manera?
Tantas preguntas por hacerse que Valois no podía responder al mismo tiempo. Tomó un suspiro profundo y luego respondió la primera.
—Estás enamorada de un vampiro, y la razón por la que jamás lo habías visto de esa manera es porque no somos vampiros comunes y corrientes. Nosotros nos transformamos; tenemos la misma apariencia humana, pero cuando vamos a pelear, o vamos a comer, o vamos a cazar, es cuando nuestros ojos se tornan de color rojo y nuestros colmillos salen.
Anya abrió los ojos de par en par y luego le volvió a dar una cachetada a Valois.
—¿Por qué jamás me lo habías dicho?!
Él se frotó la mejilla y volvió a suspirar.
—A medida que pasan los años, nuestra sed se vuelve más fuerte. Y últimamente, Rowen ya no aguantaba dormir contigo sin tener ganas de pegarte un mordisco en el cuello. Él no duerme; él solamente esperaba que te quedaras dormida para irse a dar de comer y, cuando lo veías que dormía, en realidad lo fingía. Todo este tiempo has estado viviendo en una mentira.
—Entonces, ese era el secreto que ocultaba mi novio...
—Así es, ese es el secreto. Y si no te lo dije fue porque no quería que lo abandonaras. Pero ahora tú eres la única que puede calmarlo... Te llevaré.
Anya asintió de inmediato. El miedo había desaparecido porque de verdad ella lo quería, y se fue con Valois.
—¿En dónde está?
Valois cerró los ojos un momento y luego miró a Anya con una voz baja.
—Está detrás de aquel árbol. Intenta mantenerte prudente. Él no está en sus cinco sentidos, y debes acercarte lentamente.
Editado: 02.04.2025