Esa bestia delante de él, con los colmillos manchados de sangre y llenos de carne del venado que se estaba comiendo. La respiración agitada y gran parte de sus uñas clavadas en la carne del animal, los ojos brillaban tan rojo que parecían la luz de una sirena.
—Rowen... Estoy aquí... Rowen parecía un perro rabioso, no sabía lo que hacía, estaba cegado por su propia sed, por sus propias necesidades, estaba fuera de control.
—Estoy aquí, Rowen. Soy Anya.
Sin pensarlo dos veces, ella se acercó a él y lo abrazó por detrás, poniendo su cabeza en su espalda. A lo que él se retorció un poco, haciendo movimientos salvajes, pero ella lo apretó un poco más y él, con la respiración agitada, lentamente se fue tranquilizando. Hasta que por fin sus ojos volvieron a su color normal.
—Anya... ¿Qué te hice? Por favor, dime que no te hice nada.
—No lo hiciste. Todo está bien, todo estará bien, Rowen.
Valois ponía los ojos en blanco y se alejaba de allí. Al parecer, a él no le gustaba ese tipo de escenas, ni mucho menos le gustaba el amor. Desde un principio, él lo había hecho saber.
—¿Tu hermano siempre ha sido así, cierto?
—Sí, bueno, no exactamente. Solo que él tiene un pasado un tanto doloroso con el tema del amor.
—¿Valois? Yo creí que jamás había tenido mujer.
—Una vez tuvo una, pero mejor no hablo de eso. Sabes que tiene oídos en todas partes y no quiere que yo saque ese tema para nada.
—Entiendo. Vamos a levantarnos de aquí, estás lleno de tierra y sangre.
Ella lo tomó suavemente por los hombros y ambos se levantaron del suelo. Valois caminó un rato al lado de ellos y, cuando por fin llegaron, él también se recibió por eso a su hogar y desapareció en menos de unos minutos.
—¿Por qué no me dijiste desde un principio que eras un vampiro, Rowen?
—No sabía cómo decírtelo, Anya. No era tan fácil. ¿Cómo te iba a decir? "Oye, cariño, soy un vampiro y te quiero chupar la sangre". Eso sería completamente imprudente y, aparte, peligroso para ti. Por eso había estado yendo para donde mi padre, y la única solución para mantenerme era cazando más animales.
—¿Pero tu sed se sacia más con la sangre humana, cierto?
—La verdad es que sí, pero no quiero hacerle daño a nadie, ni mucho menos quiero hacerte daño a ti. Así que prefiero seguir con la sangre de animales.
—¿Qué te parece si, en lugar de hablar de sangre, mejor hablamos de algo más sensual?
Él supo inmediatamente a qué se refería y la tomó con fuerza del cabello, atrayéndola para un beso húmedo y apasionado.
—Eres lo único que puede mantenerme controlado, y a pesar de eso, tu sangre me hace perder el control. Es que tu cuello huele... cada vez que dormimos juntos. En sentido físico y en sentido interno.
—¿Pero no me morderás, verdad?
Ella levantó una ceja, mirándolo con una sonrisa divertida, y él le devolvió el mismo gesto.
—Si quisiera hacerlo, ni siquiera me hubiera preocupado por hablar con mi padre y lo hubiera hecho de una.
—Awww, siempre tan considerado —respondió Anya, dándole un beso y envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Rowen.
—¿Y ahora que sabes que soy un vampiro, qué vas a hacer?
Ella se detuvo, dejando en el cuello de él un hilito de saliva en el lugar donde lo estaba besando.
—Pues nada, yo te acepto como eres. Lo malo es que es difícil eso de la sangre.
—Estoy aprendiendo a controlarlo. Además, puedo manejarlo con los animales. Lo que me da es tanta pereza tener que cazar a cada rato.
—¿No puedes seguir comiendo tu comida normal? Digo, puedes comer la comida que siempre te preparo y puedo conseguir un poco de carne cruda para ti.
—Bueno, digamos que mis instintos son un poco asesinos. Así que comer la carne cruda es buena opción, pero... tengo la necesidad de querer cazar yo mismo.
—En ese caso, pues entonces creo que tendré que adaptarme a estar sola todo el tiempo durante las noches, o durante el día cuando se te antoje comer —dijo ella como una expresión de aburrimiento y también de drama exagerado divertido.
—No exageres, muñeca —le dijo él, dándole una palmada en una nalga, haciéndola soltar un brinco y un gemido.
—Podrías mirarme en acción. De todas maneras, en la transformación tampoco me pongo tan loco, ¿o sí?
ella respondió con sarcasmo y una risa.
—No, no, ¿cómo crees? No te pones tan loco. Solamente que las pupilas se te dilatan y pones una mirada salvaje, como si fueras un pitbull, y no solamente eso, sino que también te crecen las uñas y literalmente las tenías enterradas en las costillas del pobre venado, y me veías como si quisieras comerme también.
Él soltó una risa, pero también se veía un poco avergonzado, ya que sus mejillas se sonrojaron.
—Lo siento. Es que cuando estoy en esa fase, no sé controlarme, y pues... —su respuesta fue interrumpida por un beso que ella le dio, para luego dejarse caer en la cama.
Editado: 02.04.2025