¿que pasó?

III

Es mi primer día… y ya me perdí. Qué bonito, qué bello. Solo falta que me caiga un pelotazo o algo para completar el cuadro de mis desgracias.

Hablé demasiado pronto.

El formato de mi cerebro cambio.

—Ay...
—¡Discúlpeme!
—No hay problema. Una consulta… —ni siquiera terminé de hablar y ya se había ido. Qué maleducado. ¿Qué puedo esperar de este lugar?

Bueno, bueno… solo queda quedarme aquí, solito, hasta que alguien se apiade de mí y me ayude.

Caminaba sin rumbo, esperando que un milagro me llevara a la dirección. Entonces la vi: una chica con cara de buena gente. Ojalá me lleve.

—Disculpa…

Me miró, algo asustada o quizás apurada, no lo sé. Solo espero que me ayude.

—Hola, ¿qué necesitas?

Tenía una linda voz. Alex, concéntrate. Ya perdiste una clase, no puedes darte el lujo de seguir despistado.

—Soy nuevo y necesito ir a dirección para que el director me dé mi horario.

—Me encantaría llevarte, pero llego tarde y digamos que mi profesora no es muy… agradable. Pero te puedo indicar el camino.

Bueno, peor es seguir vagando sin rumbo. Lo que venga, es bienvenido.

—Sí, por favor —dije serio, pero sin sonar desagradable.

—Te vas recto, doblas a la derecha, caminas tres aulas, luego volteas a la izquierda y verás una oficina que dice “Dirección” en la puerta.

—Ok, gracias.

Creo que iba apurada, se fue corriendo. Espero no haberla incomodado.

Finalmente llegué a la dichosa Dirección. Toqué la puerta hasta que escuché un “pase”.

—Buenos días, soy el alumno nuevo.

—Un gusto, joven Stone. Qué bueno que no tuvo inconvenientes para llegar.

Viejo estúpido… Caminé como un idiota por una hora.

—No, para nada. Fue fácil llegar —mentí con una sonrisa forzada.

—Qué bueno. Por algo fue escogido como estudiante de intercambio. Aquí tiene su horario. No se preocupe por la primera clase perdida.

—Muchas gracias. Me retiro.

Salí rumbo a mi clase y, para mi sorpresa, me encontré con una vieja conocida.

—¡Alex!

—¡Anara! Hola, ¿qué haces acá?

—Estudio aquí. ¿Y tú?

—Soy el estudiante de intercambio. Estudiaré aquí este semestre.

—¡Qué bien! Y te cuento algo...

—Dime.

—Hoy habrá un anuncio. No te diré de qué trata, pero va a estar muy interesante.

—¿Ok? Me tengo que ir, tengo clase de química. Bye.

—Nos vemos.

Eso fue raro. Mejor busco mi aula.

| 30 minutos después |

Milagrosamente llegué. Justo cuando lo hice, el profesor también llegó y me pidió que esperara afuera.

—Bueno, él es el estudiante nuevo. Preséntate, por favor.

Toca presentarse…

—Me llamo Alex Stone. Mucho gusto.

—Te sentarás al lado de la señorita D’Miller. Por favor, levante la mano.

—Sí, aquí —dijo ella.

Ella. Mi salvadora. Qué suerte que me tocó con ella.

—Mucho gusto —le dije, con ganas de entablar conversación.

—Espero que te integres rápido.

—Gracias.

Parece de pocos amigos.

Qué bello curso. La química es hermosa y pocos saben apreciarla.

Terminó la clase y me fui a la cafetería. ¿Cómo llegué? Fácil: seguí a los estudiantes. Lógicamente, todos van a la cafetería a la hora del descanso.

Pero algo interrumpió mi paz: la voz del director sonando por los parlantes.

Todos a la cancha de vóley. Nuestro equipo femenino tiene un anuncio. No se preocupen, su hora de descanso se extenderá por el inconveniente.

Toca seguir a la manada. Qué aburrido.

Mientras caminaba, vi a D’Miller. Me había olvidado de preguntarle su nombre. Estaba con una amiga, creo.

Pude sentarme al lado de ella, pero no notó mi presencia.

—Bueno estudiantes —dijo el director—, la estudiante Anara Márquez, como muchos sabrán, es la ex capitana de nuestro equipo femenino de vóley. Ella ha propuesto una dinámica hermosa: que el antiguo equipo vuelva a jugar, mientras las actuales jugadoras toman un merecido descanso.

Con que esto era lo que me quería contar Anara…

—Interesante, ¿no? —le hablé. Me respondió, pero creo que ni se dio cuenta quién lo dijo.

—Sí, muy interesante… Espera, ¿tú no eres el chico nuevo?

—Sí, soy yo. Tú eres D’Miller, ¿verdad?

—Evangeline. Ese es mi nombre. ¿Y tú eres…?

Evangeline. Bonito nombre.

—¿En serio? Me presenté hace menos de dos horas y ya te olvidaste. Qué decepción… usualmente nunca olvidan mi nombre.

—Perdón, soy mala con los nombres.

—Me llamo Alex —le recordé, con algo de gracia.

—Trataré de recordarlo.

Entonces comenzó un sorteo o una lista. No puse mucha atención, hasta que escuché su nombre.

—¡Evangeline! —le hablé para felicitarla, pero parecía perdida en sus pensamientos.

¡Evangeline D’Miller es la nueva integrante del equipo femenino de vóley! Aplausos para su compañera.

—Esto no es posible —la escuché murmurar.

¿No quiere? ¿O hay algo más detrás de esto?

Se levantó, caminó hacia el estrado. Estaba tensa. Aquí huele a gato encerrado.

—Buenas tardes a todos. Volver a la cancha es una gran oportunidad para demostrar, una vez más, por qué estuve entre las mejores. Solo me queda decir gracias… y que esta vez todo será diferente. Mejor.

¿Diferente? ¿Mejor? Algo pasa. Pero por ahora, no me meteré en sus asuntos. Aún no soy alguien de confianza.

—¡Ey!

Me volteé. Era un chico de mi clase.

—Hola.

—Eres el nuevo, ¿verdad?

—Sí. Un gusto.

—Me llamo Iván. Quiero que seamos amigos.

—Encantado. Claro que sí.

—¡Qué bien! Vamos a la cafetería, tengo hambre.

—Vamos.

Qué bueno que se acercó. No soy muy bueno socializando.



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En el texto hay: rivalidad

Editado: 17.06.2025

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