A veces pienso que la gente es increíblemente estúpida… o quizás el tarado soy yo, que acepto a cualquiera como amigo.
—¡BAJATE DE AHÍ QUE TE VAS A CAER! —grité como alguien con dos dedos de frente que sabe que subirse a un techo de madera delgada no es una idea precisamente brillante.
—Tranquilo, todo va a estar bien.
—Claro... De los dos, tú eres el único idiota que no va a estar bien.
—Exageras.
—Iván, bájate. Te lo estoy diciendo por milésima vez. En cualquier momento te vas a matar y vas a quedar más tonto de lo que ya eres.
—¡Auch! Está bien, ya me bajo.
—Por fin me haces caso.
—Sí, sí, sí...
—Una pregunta.
—Dime.
—¿Qué opinas de que vuelva el antiguo equipo?
—La verdad, no me interesa mucho quién lo conforme. Lo importante es ganar. Pero...
—¿Pero?
—Me sorprendió que Evangeline aceptara.
—¿La conoces?
—La verdadera pregunta es: ¿quién en este instituto no la conoce?
—No entiendo, explícate.
—Evangeline D'Miller. Hija de la modelo más famosa del país y del empresario más importante de la región. Fue modelo también, y una de las mejores jugadoras de voleibol de esta escuela.
—¡Wow! ¿Y por qué dejó de jugar?
—Nadie lo sabe con certeza. Un día simplemente dejó de hablar con todos y anunció que abandonaba el club. Lo raro es que ella amaba ese deporte.
—Qué loco. ¿Nunca dijo el porqué?
—La única que lo sabe es su amiga Rossi.
—¿La chica de pelo rizado?
—Sí, ella. Pero nunca habla del tema, como si fuera algo muy delicado.
—Entiendo…
—¿Por qué la pregunta?
—Curiosidad. Soy nuevo, no conozco mucho de este lugar.
—Bueno, creo que es mejor irnos. Ya toca el último curso. Qué pereza.
—Jajajaja. A mí me toca matemáticas.
—Uy, suerte. Esa profesora es una amargada total. Pero antes de irme, pásame tu número para estar en contacto.
—Vale.
Le pasé mi número y me fui al salón. Matemáticas no es precisamente mi materia favorita, pero se me hace fácil, así que no hay drama. Sin rumbo claro, caminé hasta mi aula. Nada interesante.
—Qué sueño… pensé. Este día ha sido largo. Pero sigo pensando en Evangeline. Tiene un lindo nombre. Y esos ojos color chocolate, grandes, con pestañas largas… es muy bonita.
—¡Ay!
Genial. Tropecé con alguien.
—Disculpa, no te vi.
—No te preocupes.
—¿Eva?
—Ah… hola, Alex.
—¿Qué haces por aquí?
—Iba al campo de voleibol. Vamos a tener nuestra primera reunión oficial como equipo.
—Bueno, no te quito más tiempo. Suerte.
—Sí, adiós.
Se fue corriendo. Seguro llegaba tarde. Me encogí de hombros y seguí mi camino hacia la salida. Necesitaba una ducha y dormir.
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—¡Llegué, mamá!
—Alex, qué bueno que llegas. Hoy los padres de Anara vendrán a cenar.
—Está bien… Supongo que ella también viene.
—Así es, así que anda y arréglate.
Genial. Yo solo quería dormir, pero parece que no va a poder ser. Odio mi vida.
| Una hora después |
—¡ALEXANDER, BAJA, YA LLEGARON LAS VISITAS!
—¡Voy, mamá! —respondí desde mi habitación mientras acomodaba la camisa. No quería estar tan formal, pero conozco a mi madre: es capaz de mandarme a cambiar si no le gusta cómo me veo.
—Buenas noches, disculpen la demora.
—Alex, ¡estás hecho todo un galán!
—Buenas noches, señora Marqués. Usted también se ve radiante esta noche.
—Tan educado como siempre. ¡Cómo me gustaría que fueras mi yerno!
—¡Mamá, por favor! ¡Qué cosas dices! Perdónalo, Alex.
—No te preocupes, Anara. ¿No veo por aquí a tu hermano?
—No pudo venir.
—Entiendo. ¿Y tu padre?
—Está en el despacho del señor Stone, hablando de negocios.
—Entiendo. Entonces pasemos a la sala de estar, ¿le parece?
—Con gusto.
Qué aburrido. Solo hablan de clases sociales, moda y maquillaje. Nada que me interese, y para colmo soy el único hombre en la sala. Incómodo nivel dios.
—Madre, me retiro. Tengo deberes y necesito descansar.
—Está bien, hijo.
—Que tengan una agradable noche —dije sin más y subí las escaleras. Lo único que quería era cambiarme, ponerme algo cómodo y dormir.
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| A la mañana siguiente |
—¡Alex!
—Cinco minutos más…
—¡Levántate que tienes que ir al instituto con Anara!
—¿Qué?
—Se quedaron a dormir porque ya era muy tarde anoche.
Genial. Ahora soy chófer y niñero. ¿No quiere que también sea chef personal?
—Bueno… me voy a cepillar, cambiarme y bajo.
—¡No te demores!
—Sí, mamá…
Desayuné a toda prisa. En la mesa estaban los padres de Anara.
—Buenos días, señores.
—¡Buenos días, Álex! ¡Qué guapo estás! ¿Verdad, Anara?
—¡Madre! ¡Deja de incomodarlo!
Por favor, señora, no ve que me estoy muriendo de la vergüenza.
—Disculpa, Alex. Ya sabes cómo es ella…
—No te preocupes. Más bien, date prisa. Yo ya me voy al instituto.
—Sip, ¿vamos?
—Vamos. Hasta luego, señores Márquez. Chau, mamá, papá.
Nos fuimos en mi carro. Hablamos de cosas sin importancia. Ella estaba muy emocionada por volver a jugar, nada más.
—Llegamos. Ve bajando, voy a estacionar.
—Está bien, gracias. ¡Nos vemos!
Bueno, a seguir con mi día. Ojalá esté tranquilo…
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| Cuatro horas después |
Salía de la clase de arte cuando me llegó un mensaje de Iván. Decía que me esperaba en la cafetería.
—¡Hey!
—¿Y ese milagro? ¿No estás desafiando las leyes de la gravedad?
—¡Cómo me atacas! Y yo que pensaba que eras mi amigo…
—Ajá…
—Bueno, lo que tengo que contarte es el boom.
—A ver, cuéntame ese "boom".
—¡Evangeline no solo volvió a jugar! ¡También volvió al modelaje!
—¿Ah?
—¡Así como lo oyes! Según los rumores, su padre la está impulsando a volver. Hoy lo vieron salir de las oficinas de Secret, esa revista súper famosa.