¿que pasó?

XV

La vi y estaba hermosa. Su vestido realzaba su figura con una sencillez elegante, y aunque intentaba mostrarse tranquila, se notaba que venía algo apresurada. Se veía muy tierna tratando de ocultar ese pequeño nerviosismo.

—Buenas noches, disculpen la demora —dijo Evangeline amablemente, con una ligera sonrisa.

—Buenas noches, Evangeline. No te preocupes, nosotros también acabamos de llegar —respondió mi padre, levantándose brevemente con cortesía.

—Qué bella estás, querida. Te pareces muchísimo a tu madre —comentó mi madre, con una sonrisa cálida que me tomó por sorpresa. No solía mostrarse así con facilidad.

Evangeline bajó un poco la mirada, algo apenada por el cumplido.

—Muchas gracias… —respondió con voz suave—. Es la primera vez que alguien me dice que me parezco a ella.

Pobrecita, se pone muy roja, pensé, notando cómo se frotaba discretamente una mano contra su vestido.

—Y créeme, es un cumplido —añadió mi madre con una dulzura inusual en ella.

Evangeline asintió, aún con un leve rubor en las mejillas.

—Te presento a mi hijo Álex, aunque… creo que ya se conocen, ¿cierto? —dijo mi padre, mirándonos con una expresión cómplice que no pasó desapercibida.

Me levanté enseguida, un poco nervioso, pero queriendo mantenerme natural.

—Mucho gusto de volver a verte, Evangeline —dije, extendiendo una mano.

—El gusto es mío —respondió ella, estrechándola suavemente—. Me alegra volver a verte en circunstancias más… tranquilas.

Ambos reímos un poco, y el ambiente se tornó menos tenso.

—No tuve oportunidad de agradecerte ese día… me salvaste bastante —añadí, rascándome la nuca, sintiendo un poco de vergüenza al recordar cómo me había perdido como un novato.

—No te preocupes, no fue nada —dijo ella con una sonrisa—. Solo llegué un poco tarde a mi clase de arte, pero no me castigaron, así que todo bien.

—Igual, créeme que estoy muy agradecido —respondí con sinceridad—. Y… si no es mucha molestia —dije mientras tomaba una bolsa de regalo que tenía al costado del sofá—, te traje un pequeño detalle.

La vi que se sorprendió un poco, como si no esperara para nada ese gesto. Sus ojos se abrieron ligeramente y luego sonrió con timidez.

—¿Para mí? —preguntó, alzando las cejas.

—Sí —respondí, intentando mantenerme sereno—. No sabía qué darte, pero… ojalá te guste.

Ella tomó la bolsa con ambas manos, con un cuidado casi ceremonial.

—Muchas gracias, Álex —dijo con una sonrisa sincera—. No tenías que hacerlo.

—Tal vez no… pero quería hacerlo —respondí, bajando la mirada por un instante. Luego la miré de nuevo, encontrando sus ojos.

Se produjo un pequeño silencio. No incómodo, sino uno de esos momentos donde no hace falta decir mucho.

—¿Puedo abrirlo ahora? —preguntó, con un leve brillo curioso en la mirada.

—Claro, si quieres —asentí.

Justo cuando iba a empezar a abrir la bolsa, la voz de la madre de Evangeline nos interrumpió desde el comedor.

—¡Vengan, ya está todo listo!

—Vamos —dijo mi padre, poniéndose de pie y estirando un brazo para guiar a mi madre.

Me giré hacia Evangeline y le susurré antes de caminar hacia el comedor:

—Después me cuentas si te gustó.
Estaban hablando de cosas que no me importaban mucho —negocios, anécdotas de viajes y comentarios sobre política— hasta que mi mamá, de la nada, se dirigió directamente a Evangeline, con ese tono que mezcla análisis y juicio casi sin avisar.

—Tienes porte, figura… y esa expresión serena en la mirada —dijo, mirándola de arriba abajo con detenimiento, pero sin rudeza—. Tienes talla de modelo. ¿Lo has considerado?

Yo levanté ligeramente una ceja. Ahora que lo pienso, sí había escuchado rumores… De que ella había retomado el modelaje. Aunque no estaba del todo seguro, no me sorprendía. Tenía ese aire elegante sin esfuerzo.

—De hecho, sí —respondió Evangeline, sonriendo con suavidad—. Ya estamos trabajando en eso nuevamente.

—¡Qué grandioso! —exclamó mi madre, claramente entusiasmada—. Me parece maravilloso que sigas ese camino. Es un mundo exigente, sí, pero también lleno de posibilidades. Y tú tienes presencia.

—Sí, y también se necesita paciencia —añadió Evangeline, con una honestidad tranquila—. Pero me gusta. Me ayuda a reconectar con una parte de mí que había dejado de lado por un tiempo.

—Eso es importante —comentó mi padre, uniéndose a la conversación—. Hacer algo que te recuerde quién eres, más allá de lo que otros esperan.

Mi mamá asintió.

—Además, no solo es cuestión de belleza —continuó—. Una modelo también debe saber proyectar emociones, contar una historia sin hablar. Y tú tienes esa cualidad. ¿Estás trabajando con alguna agencia?

—Sí, una con la que ya había colaborado antes. Por ahora, estamos empezando con sesiones pequeñas. Nada muy grande, pero me hace ilusión —dijo, con una mezcla de prudencia y entusiasmo.

—Bueno, si en algún momento necesitas contactos o alguien que te aconseje, estaré encantada de ayudarte —añadió mi madre, sorprendiéndome con su tono amable.

Evangeline sonrió con gratitud.

—Gracias, señora. De verdad lo aprecio mucho.

Yo solo observaba, ligeramente impresionado. Mi mamá rara vez elogia de esa forma, y menos aún a una chica que apenas conoce. Aunque algo me decía que no era tan “desconocida” como aparentaba...

—¿Y qué tipo de modelaje te interesa más? —preguntó ahora mi madre, como si de pronto estuviera haciendo una entrevista formal.

—Editorial, principalmente. Me gusta el estilo artístico, las historias que pueden contarse a través de una foto —dijo Evangeline, algo más suelta ahora—. Aunque no descarto pasarela si se presenta la oportunidad.

—Tienes carácter para eso —afirmó mi madre—. Si te lo propones, puedes llegar lejos.

—Gracias, de verdad —dijo Evangeline, y por un segundo me pareció verla emocionada, aunque lo disimuló bien.



#1743 en Thriller
#823 en Misterio
#4160 en Otros
#898 en Humor

En el texto hay: rivalidad

Editado: 21.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.