¿que pasó?

XVIII

—Ok… eso fue agobiante —le dije a mi madre, dejándome caer junto a ella en el sofá, todavía con el corazón latiéndome rápido.

Ella me miró de reojo mientras seguía viendo la televisión.
—Te tienes que acostumbrar, hija. Eso es solo el inicio… Pero tranquila, todo va a estar bien —me dijo con una media sonrisa, intentando sonar alentadora—. Más bien, alégrate: mañana sale la revista. ¡Eso sí es motivo para celebrar!

—Sí… supongo —murmuré, sin mucho ánimo.

Me levanté lentamente y me fui a mi habitación. Cerré la puerta con suavidad, dejando que el silencio del cuarto me envolviera. Me tiré en la cama boca arriba, con el celular en la mano. Entré a Instagram, como siempre, pero esta vez me metí primero en mi cuenta secundaria.

Allí todo era más tranquilo. Memes, fotos estéticas, amigos sin expectativas. Pero, como quien se asoma a una ventana peligrosa, terminé entrando a mi cuenta principal. Y fue como un golpe directo al pecho.

"Evangeline D’Miller vuelve al mundo del modelaje."
"Saliendo del set de fotos y grabaciones de 'Secret'."
"¡Exclusiva: su regreso marca el inicio de una nueva era!"

Mi cara apareció en varios titulares, recortes, reels editados con música dramática, y un montón de comentarios. Algunos buenos. Otros no tanto.
Qué estrés.

—Genial… justo mañana tengo que ir al instituto —dije en voz baja, dejando el teléfono a un lado.

Me cubrí el rostro con una almohada y solté un suspiro largo.
Estaba en mi mundo, mirando el techo sin pensar en nada, cuando de pronto mi celular empezó a sonar. Era Rossi. Suspiré.
Otro problema más.

—Sabía que no era solamente una reunión de amigos —dijo apenas contesté. Su tono era más molesto que curioso.

—Ross… —intenté frenarla, pero ya era tarde.

—No. Ahora cuéntamelo todo. Esa charla entre tu padre y Samuel no fue una simple conversación entre amigos, ¿verdad?

—A ver… —me senté en la cama, preparándome mentalmente para explicarle—. En pocas palabras, mi papá fue a una junta, pero como terminó temprano, se quedó hablando con el señor Samuel. Al principio solo cosas triviales, ya sabes… hasta que Samuel soltó algo como: “¿Y si tu esposa sale en la portada de Secret?”

—¿Tu mamá? —interrumpió Rossi, sorprendida.

—Sí, pero mi papá dice que lo dijo más como provocación, porque sabía que él no lo aceptaría… y entonces lo soltó: “¿Y si Evangeline vuelve?” —hice una pausa—. Según mi papá, Samuel lo dijo para retarlo, pensando que no me dejaría volver. Pero adivinó mal… porque mi papá me mencionó y aceptó. Así que, oficialmente, soy la nueva embajadora de Secret.

Del otro lado de la línea hubo un silencio incómodo.
Podía imaginar a Rossi con los ojos muy abiertos, procesando todo eso.

—¿Y no que no querías volver? —preguntó finalmente, en voz baja, casi con decepción.

—No puedo hacer nada —respondí, encogiéndome de hombros aunque ella no pudiera verme—. Ya está hecho. Y si soy sincera… parte de mí también lo permitió. Quizá quería volver. Solo que no esperaba que fuera tan rápido, ni de esta forma.

—Ev… —suspiró Rossi—. ¿Estás bien?

—No lo sé. Solo sé que mañana tengo que ir al instituto como si nada de esto estuviera pasando… y honestamente, me aterra.

—Mira, tú no estás sola, ¿sí? Estoy contigo. Si alguien dice algo fuera de lugar, yo misma le cierro la boca.

Sonreí, por primera vez en horas.
—Gracias, Ross. En serio.

—Te quiero, idiota.

—Yo también, bruja.
| A la mañana siguiente |

La verdad, espero que todo este asunto sea fácil, porque me asusta mucho. Y no exagero cuando digo que, si vuelvo a perder a alguien más en esta vida, estoy segura de que sería capaz de irme lejos... pero bien lejos.

Ross se lo tomó bien, y eso es lo bueno. Pero ¿Alex?

—¿Hija, ya estás lista? —preguntó mi madre desde la cocina.

—¡Sí, mamá! —respondí desde mi habitación mientras terminaba de acomodar mi mochila.

Bajé las escaleras con cierta lentitud, todavía con la mente nublada por pensamientos. Para mi sorpresa, ahí estaba mi papá. Eso era raro. A esa hora, normalmente ya estaría en la empresa.

—Vamos, hija. Hoy te llevo al instituto —dijo con una sonrisa tranquila.

—¿Ok, papá? —respondí un poco confundida, pero agradecida por su gesto.

Me despedí de mi madre con un beso en la mejilla y salimos juntos.

El camino fue... raro. Silencioso. Mi padre no ponía música como de costumbre, ni hablaba de las reuniones o del tráfico. Hasta que, de pronto, rompió el silencio.

—¿Tienes miedo?

—¿A qué te refieres? —pregunté, aunque sabía muy bien a qué iba.

—Te veo pensativa desde la cena de ayer —dijo, sin apartar la vista del camino.

—Sí... Es que hoy se lanzó la revista anunciando oficialmente a la nueva embajadora. Y eso no es algo que pase todos los días.

—Pero...

—Pero, ¿y si ella vuelve a arruinar todo lo que construí?

Mi padre soltó un suspiro leve.

—Eso no va a pasar.

—¿Sabes cuánta gente perdí por culpa de sus celos? —mi voz tembló un poco.

—Anara no lo volverá a hacer. Ya cumplió su objetivo. Ahora lo importante es que tú te centres en ti misma. En tu vida. En lo que quieres construir, no en lo que alguien más pueda destruir.

—¿Te recuerdo lo que pasó con Nataly? —dije en voz baja, casi como un susurro.

—Hija...

—Ya sé... Ya sé. Pero asusta un poco. Aunque como dices, solo tengo que mantener la distancia. Nada más.

Mi padre asintió, sin decir más. Pero su mano se posó sobre la mía, firme y cálida, como diciéndome estoy contigo, aunque no diga todo lo que quisiera.
Llegamos al instituto y simplemente ingresé como si nada me importara. Caminaba con paso firme, tratando de aparentar seguridad... aunque por dentro, una tormenta me revolvía el estómago.

Fue entonces cuando vi algo que me pareció extraño

—¡Eva! —escuché una voz familiar que me sacó de mi burbuja.



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En el texto hay: rivalidad

Editado: 15.08.2025

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