Espero que hoy me encuentre con Eva, pensé mientras me ponía la chaqueta. Por lo que vi en redes, se ve asustada... esa prensa es demasiado invasiva. No la dejan respirar.
Estaba agarrando mis llaves, listo para salir, cuando mi teléfono vibró. Era un mensaje de Anara:
> “Alex, ¿me puedes recoger? Mi chofer se enfermó y no tengo cómo llegar 😭🙏”
Suspiré. Bueno, aún era temprano, así que no había problema.
> “Voy en camino. Espérame lista.”
El trayecto hasta su casa tomó unos 20 minutos. Apenas estacioné, ella salió rápidamente, aunque no tanto como yo esperaba.
—¡Buenos días, Alex! —saludó con su típica voz alegre.
—Buenos días, Anara. Sube al toque, que vamos a llegar tarde.
—¡Vooooy! Ya, ya, no me grites —dijo entre risas, mientras se acomodaba en el asiento.
Durante el camino, hablamos de cosas triviales: las clases, los entrenamientos, la nueva cafetería cerca del instituto. No había tráfico, así que fue un viaje bastante tranquilo.
Cuando llegamos, me estacioné como siempre y la acompañé a guardar sus cosas en su casillero.
—¿Hoy me vas a ver en mis entrenamientos? —preguntó con su típica sonrisa encantadora.
—Vale, pero no te aseguro que llegue a tiempo. Tengo cosas que hacer después de clases.
—Me basta con que llegues —respondió, bajando la mirada un segundo antes de volver a sonreír—. Me da más confianza cuando estás ahí.
Asentí con una sonrisa leve, aunque por dentro pensaba en Eva. No puedo evitar notar cómo Anara siempre tiene un modo sutil de hacerme sentir culpable si no estoy disponible para ella.
—Haré lo posible —dije finalmente.
—Gracias, Alex. Sabes que siempre cuento contigo.
—Claro. Para eso estamos los amigos, ¿no?
Ella me miró por un segundo, como si quisiera decir algo más, pero se limitó a asentir.
Y así, comenzó el día.
Ok, nada fuera de lo normal… lo raro es que no me encontré con Eva. Llegué muy tarde… o muy temprano.
Iba pensando en ella y en otras cosas, cuando mi querido amigo, que llevaba rato molestando, me golpeó ligeramente en el hombro.
—Tierra llamando a Álex… —dijo con una sonrisa burlona.
—¿Qué? —respondí, saliendo de mis pensamientos.
—Estás más perdido que yo en matemáticas.
—Habla, pues.
—Te estaba diciendo que la profesora cambió la fecha del trabajo para dentro de dos semanas, así que tenemos tiempo de sobra.
—Qué bueno… así puedo ir a la cancha después de clases.
—¿A qué?
—A ver a Anara, le prometí ir.
—Te acompaño.
—¿Seguro?
—Claro, ¿qué tan aburrido puede ser?
—Bastante… si no te gusta el vóley.
—Bueno, al menos me entretendré viendo cómo te quedas mirando como tonto.
—No exageres.
—Si te pones nervioso, me avisas… yo te cubro.
—¿Cubrirme de qué?
—No sé, de un pelotazo o de tus propias metidas de pata.
Espero no meter la pata… y no precisamente por Anara. Ella ya me dejó en claro, en muchas ocasiones, que somos solo amigos.
Lo que de verdad me pone nervioso es Eva… esa chica gobierna cada uno de mis pensamientos. Me asusta un poquito, pero más me da alegría.
—Iván… —dije mientras recogía mis cosas.
—Dime.
—Después del entrenamiento de chicas, vamos a mi casa a jugar play.
—Va… pero que sepas que hoy sí pienso ganarte.
—Sí, claro, lo mismo dijiste la última vez.
—Porque me distraje, no cuenta.
—Ajá… excusas.
En ese momento sonó la campana.
—Y este… es el “hasta luego” —comentó Iván, dramatizando como si nos fuéramos a separar por meses.
—No exageres, Iván.
—Qué cruel… y yo que pensaba que ibas a extrañarme.
—Nos vemos en los casilleros para ir juntos.
—Ok… y no te tardes, que no pienso esperarte más de cinco minutos.
—Sí, sí, señor puntualidad.
Las clases transcurrieron con tranquilidad, y eso es bueno. Prefiero la paz… aunque no lo parezca, soy muy tranquilo.
Tomé mis cosas, ya que habían terminado mis clases, y me dirigí a encontrarme con Iván para ir a la cancha.
—Espero que llegue puntual… —murmuré, imitando su voz y repitiendo sus propias palabras en forma de berrinche.
—Ya llegué —dijo Iván de repente, apareciendo detrás de mí.
—¿Dónde estabas? ¡Estoy esperando hace veinte minutos, señor puntualidad!
—Pues… luego te cuento.
—Ok… vamos, apúrate.
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Llegamos a la cancha y las chicas ya estaban en los estiramientos, creo que finalizando.
—¡Descanso de tres minutos! —comentó la entrenadora, con voz firme.
Apenas levanté la mano, Anara me vio al instante y, con una sonrisa enorme, vino corriendo a abrazarme.
—¡Anara! —la saludé, sorprendido.
—Pensé que no ibas a venir.
—Te lo prometí… y cumplo mis promesas.
—Hola.
—¿Eres…? —preguntó mirando a Iván.
—Me presento —dijo él, dándole la mano—: soy el mejor amigo de Álex. Iván, mucho gusto. ¿Y tú eres…?
Claro que lo sabe… ¿qué está tramando?, pensé.
—Soy Anara Márquez, mejor amiga de Álex.
—¿Anara? ¿La que era cercana a Evangeline? —preguntó Iván, con un tono que no me gustó nada.
—Sí… pero ya no.
—¿Por qué?
—Ella es muy… —iba a terminar la frase, pero las llamaron para continuar el entrenamiento.
En ese momento sentí una mirada sobre mí. Era Eva. No sé por qué, pero su expresión me preocupó.
—¿Qué hacías? —pregunté, mientras Iván se quedaba mirando hacia la cancha.
—Mira, Álex… Anara no es la chica que aparenta.
—Ya te pareces a mi madre con eso…
—Si a tu madre no le cae, es por algo.
—…
—Piénsalo. Ya iba a hablar algo malo sobre Eva, y ella no es así.
¿Y tú cómo sabes?, pensé, pero no dije nada.
—Ya no le des tantas vueltas al asunto… y no sobrepienses tanto, Iván
El entrenamiento estaba interesante. Me gusta ver cómo se esfuerzan, cómo se gritan jugadas y se animan unas a otras.
—Voy a formar dos equipos de seis —anunció la entrenadora—. Las capitanas son… Anara y Evangeline.