¿qué pasó con Javier Blade?

Capítulo cinco

Esmeralda no podía dormir, y tampoco podía dejar de pensar en Javier. No podía creer lo que estaba pasando.

Sus ojos estaban ya hinchados de tanto llorar, su piel pálida, como si estuviera enferma… y bueno, lo estaba.

Tenía esos recuerdos junto a Javier tan vívidos, y le dolía el alma, le dolía el corazón.

Pensaba que preferiría mil veces que él hubiera huido a encontrarlo de esta manera, porque, a pesar de todo lo que había pasado, seguía amándolo. Seguía creyendo que era el hombre con el que compartiría su vida.

Soltó una risa seca.

—No puedo creer que realmente me hayas dejado, Javier… realmente cumpliste tu palabra. Jamás te volveré a ver…

Apretó sus rodillas y lloró. Lloró como nunca antes lo había hecho. Su pecho se encogía cada vez más, sus manos se sentían temblorosas, y su cuerpo entero se hundía.

Leonardo tocó la puerta de la habitación.

—¿Estás bien? —preguntó mientras la abría y asomaba la cabeza.

Se le partió el corazón al verla en ese estado. Sabía que Javier era el amor de su vida, aunque ella tardó en darse cuenta. Lo supo desde aquel día en que notó cómo sonreía y cómo lo miraba aquel verano, cuando fueron a la playa a disfrutar de la tarde y la arena tibia. Era un amor real y puro, pero tardaron… tardaron demasiado en abrirse.

—No, no estoy bien, Leo. No puedo creer que esto esté pasando. Quisiera que fuera un sueño horrible y despertar al lado de Javier. Quisiera ver sus ojos nuevamente y acariciar su cabello —dijo, hundiendo su rostro en la almohada para ahogar su llanto.

Leonardo se acercó y la abrazó.

—Sé que quizá no pueda entenderte, pero estoy aquí para ti, para lo que necesites. ¿Quieres un té? Para que descanses y trates de dormir un poco.

Ella negó con la cabeza.

Su hermano la observó una última vez antes de salir de la habitación.

Permaneció acostada, con la vista clavada en el techo, recordando todo lo que vivió con Javier.

Siguió llorando, siguió preguntándose qué había pasado realmente.

No podía dormir. Parecía que las lágrimas jamás terminarían, que acabaría por secarse.

Estaba cansada. Cerró los ojos y recordó aquella tarde en que pidieron comida a domicilio, después de un día agotador en la oficina. No comieron nada. Se quedaron dormidos con los platos en las manos y una película de fondo que jamás intentaron volver a ver.

Sonrió débilmente.

—Te extraño mucho, Javier. Me haces tanta falta… Pero te prometo que no voy a descansar hasta encontrar a quien te hizo esto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.