Que sea solo una noche

Capítulo 16: Explorando VanDusen Botanical Garden

Después de la vibrante aventura en Granville Island, Adrián y Aiko seguían emocionados por todo lo que Vancouver tenía para ofrecer. Sin embargo, tras varios días llenos de actividades, ambos estaban de acuerdo en que un plan más tranquilo sería perfecto.

—¿Qué te parece si mañana vamos a VanDusen Botanical Garden? —sugirió Aiko mientras caminaban de regreso.

Adrián sonrió. La idea de un lugar más calmado le pareció ideal.

—Me parece perfecto. Además, después de todo lo que hemos hecho, un lugar tranquilo es justo lo que necesito.

Al día siguiente, el sol brillaba con una calidez agradable mientras se dirigían al jardín botánico. Al llegar, Adrián quedó fascinado con la entrada, rodeada de arcos de flores y caminos serpenteantes que parecían invitar a perderse en la belleza natural del lugar.

—Es aún más hermoso de lo que imaginaba —dijo Adrián, tomando la mano de Aiko.

—Te lo dije —respondió Aiko, sonriendo mientras entrelazaba sus dedos con los de él—. Este lugar siempre me ha hecho sentir en paz.

A medida que caminaban, llegaron al jardín japonés. Los cerezos en flor, las piedras ordenadas y los arroyos tranquilos creaban una atmósfera de pura serenidad.

—Me recuerda a casa —susurró Aiko, observando los pétalos caer suavemente al suelo.

Adrián, sin soltar su mano, la miró con ternura. Aunque ella no lo mencionaba mucho, sabía que Aiko extrañaba Japón. Sentía que, en momentos como ese, el peso de la nostalgia la alcanzaba, pero también que estaba feliz de poder compartir esos recuerdos con él.

—Debes extrañarlo mucho —dijo Adrián con suavidad, acariciando su mano—. Pero sabes que siempre puedes encontrar un hogar en los lugares que compartimos juntos.

Aiko lo miró con una mezcla de cariño y gratitud. De manera natural, Adrián se inclinó hacia ella y, bajo las ramas de los cerezos, la besó con ternura. Fue un beso suave, lleno de la calma que el jardín ofrecía, y por un momento, el mundo desapareció a su alrededor.

Cuando se separaron, Aiko le sonrió.

—Nunca pensé que podría encontrar tanta paz tan lejos de casa —dijo ella en voz baja—, pero aquí contigo, todo parece encajar.

Adrián le devolvió la sonrisa, sintiendo que esos momentos compartidos eran lo que hacía que todo valiera la pena.

Después de un rato más de explorar los paisajes tranquilos del jardín, llegaron al famoso laberinto de setos, que Aiko no dudó en usar para retar a Adrián.

—¿Te crees capaz de ganarme esta vez? —preguntó ella, sus ojos brillando con la chispa competitiva de siempre.

Adrián rió, aceptando el desafío.

—¿Quién dice que no puedo ganarte? Esta vez no te escaparás tan fácil.

Ambos entraron en el laberinto, riendo y corriendo entre los altos setos verdes. Aiko, con su rapidez y astucia, logró tomar la delantera mientras Adrián, tratando de no perderse, intentaba seguir su rastro. Tras varios giros en falso y más de un callejón sin salida, Adrián finalmente la encontró en medio del laberinto, tratando de ubicar la salida.

—Te encontré —dijo Adrián con una sonrisa triunfante.

Aiko, sorprendida por su repentina aparición, soltó una pequeña risa, pero antes de que pudiera decir algo, Adrián la tomó de la cintura y la acercó hacia él. El ambiente era perfecto: los altos setos los rodeaban, dándoles un pequeño espacio de intimidad en medio del laberinto.

—Creo que he ganado en encontrar algo más valioso que la salida —dijo Adrián en un tono juguetón, mirándola directamente a los ojos.

Aiko sonrió, sabiendo exactamente a qué se refería, y antes de que pudiera responder, él la besó. El beso fue más apasionado que el anterior, y ambos se dejaron llevar por el momento, olvidando por completo la competencia. Se sentía como si estuvieran solos en el mundo, con el suave susurro del viento y el aroma de las flores a su alrededor.

Sin embargo, su momento privado fue interrumpido por una voz desconocida.

—¡Oh, lo siento! No quería interrumpir.

Adrián y Aiko se separaron rápidamente, sorprendidos. Al voltear, vieron a una mujer mayor, quien, evidentemente perdida en el laberinto, había tropezado con ellos por accidente. Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas por haberlos interrumpido.

—No se preocupen, ¡sigan! Yo... solo... necesito encontrar la salida —dijo la mujer, claramente avergonzada, mientras se daba la vuelta para seguir su camino.

Adrián y Aiko se miraron, y de inmediato comenzaron a reírse.

—¡Nos descubrieron! —dijo Aiko entre risas, su rostro aún rojo.

—Bueno, no podemos decir que no fue emocionante —respondió Adrián, riendo mientras se tomaba la frente—. Pero creo que es mejor que salgamos de aquí antes de que alguien más nos vea.

Ambos salieron del laberinto, todavía riéndose por el incómodo momento. Aunque su beso fue interrumpido, la experiencia en el jardín había sido perfecta. La combinación de paz, diversión y ese toque inesperado de comedia les dejó un recuerdo que ambos atesorarían.

Con el atardecer pintando el cielo de colores cálidos, Adrián y Aiko salieron del jardín tomados de la mano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.