Que sea solo una noche

Capítulo 17: Navegando las dudas

Después del festival en Stanley Park y su primer beso, algo había cambiado profundamente entre Adrián y Aiko. Ya no había espacio para dudas sobre lo que sentían el uno por el otro. Sin embargo, a pesar de la emoción y la conexión que ambos compartían, las incertidumbres sobre el futuro, las diferencias entre ellos, y las sombras del pasado seguían ahí, a la espera de ser resueltas.

Adrián caminaba por la ciudad con una sonrisa que no podía ocultar, recordando cada detalle del beso con Aiko. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a sentir la suavidad de sus labios, la emoción contenida, y cómo, en ese instante, todo había cobrado sentido. Su pecho se llenaba de una calidez que no había experimentado antes. Era como si el mundo entero hubiera cambiado desde esa noche.

Mientras avanzaba hacia la cafetería donde había quedado de verse con Aiko, su corazón latía con expectación. Sabía que algo en su relación se había transformado, pero también sabía que ahora vendrían nuevas conversaciones, algunas más difíciles de las que ambos querrían tener.

Al llegar, la vio sentada junto a la ventana, con una taza de café entre las manos. Aiko lo saludó con una sonrisa suave, esa que siempre hacía que su corazón se acelerara. Sin embargo, había algo en su mirada que lo preocupaba. Aunque el beso había sido el comienzo de algo hermoso, Adrián sabía que Aiko seguía teniendo dudas.

—Hola —dijo él, inclinándose para darle un beso suave en la mejilla, algo que ya se sentía más natural después de la noche anterior.

—Hola —respondió ella en un susurro, sin perder su sonrisa—. ¿Cómo estás?

—Pensando en ti —dijo Adrián con sinceridad, sentándose frente a ella.

Aiko bajó la mirada, pero su sonrisa se mantuvo. Sin embargo, Adrián notó algo distinto en su tono, una seriedad que no podía ignorar. Era como si algo estuviera pesando en su mente, algo que necesitaba expresar.

Después de pedir algo de desayunar, el silencio se hizo más largo de lo habitual. Aiko parecía estar buscando las palabras adecuadas, y Adrián no pudo evitar preocuparse.

—Aiko, ¿qué te preocupa? —preguntó, inclinándose hacia ella—. Sé que hay algo que no me has dicho.

Aiko tomó un sorbo de su café, como si necesitara tiempo para ordenar sus pensamientos.

—No es que no quiera esto, Adrián —comenzó, eligiendo sus palabras con cuidado—. Es solo que… hay tantas cosas que me preocupan. Nuestra diferencia de edad, mi pasado, y el hecho de que no sé qué va a pasar cuando te vayas.

Adrián sintió una punzada en el estómago. Sabía que esas preguntas tarde o temprano saldrían a la luz, pero no estaba seguro de cómo enfrentarlas.

—Sé que no será fácil —dijo él, tratando de sonar seguro—, pero quiero intentarlo. No me importa la edad ni tu pasado. Solo me importas tú.

Aiko lo miró con ojos llenos de emociones, una mezcla de cariño y miedo.

—No quiero que sientas que te estoy atando a algo que no estás listo para enfrentar —dijo en voz baja—. Hay cosas que aún no he resuelto y no quiero que termines siendo arrastrado a eso.

Adrián tomó su mano sobre la mesa, acariciándola suavemente.

—No siento que me estés atando a nada —respondió él con firmeza—. Estoy aquí porque quiero estar contigo. Y sé que aún no me has contado todo, pero estaré listo para escucharlo cuando tú lo estés.

Aiko lo observó en silencio, sus ojos buscando una señal de certeza en él. Finalmente, asintió, sintiendo una pequeña chispa de tranquilidad. Sabía que Adrián estaba siendo sincero, y eso le daba algo de paz. Pero las sombras de su pasado aún pesaban sobre ella.

Después de desayunar, decidieron dar un paseo por la ciudad. El clima era perfecto, y el caminar juntos les permitió relajarse un poco tras la conversación seria. Mientras caminaban, Aiko mantenía sus dedos entrelazados con los de Adrián, pero su mente seguía dándole vueltas a lo que habían hablado.

—Es curioso —dijo Aiko de repente, rompiendo el silencio—. A veces siento que estamos en dos mundos completamente diferentes. Tú, con apenas 18 años, apenas comenzando a descubrir lo que quieres en la vida… y yo, cargando con todo este pasado, intentando dejar atrás cosas que todavía me persiguen.

Adrián la miró, frunciendo ligeramente el ceño, pero no soltó su mano.

—¿De verdad crees que eso importa tanto? —preguntó—. Quizá tengamos experiencias diferentes, pero lo que sentimos el uno por el otro es lo que realmente importa, ¿no?

Aiko sonrió débilmente, pero su mirada mostraba una mezcla de nostalgia y preocupación.

—Tal vez tengas razón —dijo—, pero no puedo evitar pensarlo. Tú deberías estar disfrutando la vida, conociendo a nuevas personas, y aquí estás… atrapado con mis problemas.

Adrián se detuvo y la giró suavemente para que lo mirara.

—Aiko, no estoy atrapado contigo —dijo él, su voz más firme que nunca—. Estoy aquí porque quiero estarlo. Y sé que no va a ser fácil, pero eso no significa que no valga la pena.

Aiko sintió su corazón acelerarse al escucharlo. Había algo en la convicción de Adrián que la tranquilizaba. Su juventud no significaba que fuera inmaduro; al contrario, sus palabras demostraban una madurez que ella no había anticipado. Se dio cuenta de que él estaba dispuesto a hacer todo lo posible por ella, y eso la conmovió.




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