El día después de su primera noche juntos, Adrián y Aiko decidieron tomar las cosas con calma. Después de todo lo que habían compartido, tanto emocional como físicamente, sabían que necesitaban un momento para procesar todo. Adrián había dejado el apartamento temprano en la mañana, dándole a ambos el espacio para reflexionar sobre lo que había sucedido. Aunque todo se sentía correcto entre ellos, también sabían que su relación se estaba volviendo más compleja.
Más tarde ese día, Adrián envió un mensaje a Aiko, sugiriendo una nueva aventura para despejar la mente y disfrutar de la belleza de Vancouver: el famoso puente colgante de Capilano. Aiko, que aún se sentía un poco abrumada por la intimidad reciente, pensó que la idea de un paseo al aire libre era justo lo que ambos necesitaban.
Adrián: "¿Te animas a hacer algo emocionante hoy? Estaba pensando en el puente colgante de Capilano. ¿Qué dices?"
Aiko sonrió al leer el mensaje, apreciando el tono juguetón de Adrián.
Aiko: "¿Emocionante? ¿Estamos hablando de casi caernos a un abismo, o simplemente de un paseo tranquilo?"
Adrián: "Depende de cuántas veces intentes lanzarte a mis brazos en medio del puente. 😂"
Aiko rió y aceptó. Un rato después, ambos se encontraron cerca de la entrada al parque, listos para comenzar su pequeña aventura.
Cuando llegaron al puente colgante, Aiko lo miró con una mezcla de asombro y preocupación. El puente se balanceaba ligeramente con la brisa, y aunque parecía robusto, también daba la impresión de ser peligroso.
—¿Esto es lo que llamas una idea relajante? —bromeó Aiko, mirando el enorme puente suspendido sobre un cañón.
Adrián, con una sonrisa traviesa, asintió.
—Relajante para mí, claro. ¿Te arrepientes de venir? —preguntó, ofreciendo su mano con un gesto de confianza.
—No exactamente... pero no me hago responsable si me caigo y te arrastro conmigo —dijo Aiko, aceptando su mano con fuerza.
El crujido de la madera bajo sus pies y el suave balanceo del puente hicieron que Aiko se sintiera un poco insegura al principio. Cada paso parecía un pequeño desafío. El puente se movía más de lo que había anticipado, y no pudo evitar aferrarse más fuerte a Adrián.
—¡Esto se mueve demasiado! —exclamó Aiko, mientras el puente oscilaba con el viento.
Adrián, divertido por su nerviosismo, trató de calmarla.
—Solo concéntrate en el paisaje. Mira hacia los árboles, no hacia abajo —dijo, apuntando hacia la imponente belleza del bosque que los rodeaba.
Aiko, aunque aún un poco tensa, hizo lo que él sugería. Los altos árboles y el río que corría por debajo eran realmente impresionantes. Sin embargo, justo cuando comenzaba a relajarse, un grupo de turistas en el otro extremo del puente decidió cruzarlo de una manera bastante energética. El puente empezó a tambalearse con fuerza, y Aiko soltó una pequeña exclamación, perdiendo el equilibrio y prácticamente cayendo sobre Adrián.
—¡Cuidado! —dijo Adrián, atrapándola antes de que pudiera caerse de verdad.
Aiko, entre risas nerviosas, se aferró más fuerte a él.
—¡Te dije que esto no era una buena idea! —dijo entre risas, aún sosteniéndose de Adrián.
—Lo sé, lo sé. Pero al menos no te has caído... aún —respondió él, tratando de mantener el equilibrio mientras el puente seguía moviéndose.
Ambos se detuvieron en el medio del puente, riendo juntos a medida que el grupo de turistas seguía pasando. El momento de peligro se había transformado en algo cómico, y Aiko finalmente empezó a disfrutar la experiencia.
—Esto definitivamente cuenta como una historia divertida para contar —dijo Aiko, aún sonriendo mientras intentaba recomponerse.
—Claro que sí. Pero oye, lo estás haciendo bien. Además, si caes, prometo que caigo contigo —bromeó Adrián.
Finalmente, después de un rato, lograron cruzar el puente. Una vez en el otro lado, ambos suspiraron aliviados, aunque aún seguían riendo por lo que acababan de vivir. El bosque que los rodeaba era pacífico, con el sonido del río corriendo abajo y los árboles altos brindando una sombra acogedora. Caminaron por los senderos del parque, disfrutando del aire fresco y de la tranquilidad que el lugar ofrecía.
—Lo hicimos —dijo Adrián, sonriendo mientras caminaban más profundamente en el bosque.
—No puedo creer que sobrevivimos —respondió Aiko, riendo mientras miraba de reojo el puente detrás de ellos.
Aiko, ahora más relajada, tomó la mano de Adrián mientras caminaban. El silencio entre ellos ya no era incómodo, sino lleno de comprensión mutua. A medida que exploraban los senderos del bosque, ambos comenzaron a hablar de lo que había sucedido la noche anterior.
—Sobre lo que pasó anoche... —comenzó Aiko, sin soltar su mano—. Quiero que sepas que fue algo muy especial para mí.
Adrián asintió, apretando suavemente su mano.
—Para mí también lo fue, Aiko. Sé que hay mucho que aún no sabemos sobre cómo será el futuro, pero lo que sí sé es que estoy feliz de que estemos juntos ahora.