Que sea solo una noche

Capítulo 21: El miedo al juicio

La semana posterior a su salida al puente colgante fue diferente para Adrián y Aiko. Después de haber compartido su primera noche juntos y haber cruzado aquel puente suspendido sobre un abismo, la relación entre ellos parecía haber alcanzado una nueva profundidad. Sin embargo, a pesar de estar más cerca que nunca, Aiko no podía evitar que las dudas sobre la diferencia de edad y el juicio social crecieran, llenando su mente de preocupaciones que se negaban a desaparecer.

Adrián lo notaba. A pesar de las sonrisas y los momentos de cariño, algo en Aiko había cambiado. Aunque ella intentaba esconderlo, su distancia emocional era palpable. El amor que sentían el uno por el otro era innegable, pero las inseguridades y el miedo al "qué dirán" empezaban a formar una barrera invisible entre ellos.

Aquella semana, Adrián y Aiko habían sido invitados a una cena con algunos amigos en común, compañeros de clase y amigos de Aiko que también estudiaban en Vancouver. Adrián ya había tenido algunas interacciones con ellos en el pasado, pero sabía que esta vez sería diferente. Ahora eran más que amigos, y esa realidad no pasaría desapercibida. Sabía que la diferencia de edad sería tema de conversación, aunque fuera en silencio.

No teniendo carro, ambos decidieron caminar hacia el restaurante. El clima de Vancouver era fresco y agradable, y normalmente ese tipo de paseos les daba la oportunidad de relajarse y hablar con naturalidad. Sin embargo, esta vez el silencio pesaba más que las palabras. Aiko estaba perdida en sus pensamientos, y Adrián intentaba hacer bromas para aligerar el ambiente, pero ella solo sonreía débilmente, sin responder mucho.

—¿Estás bien? —preguntó Adrián finalmente, tratando de conectar con ella.

—Sí, solo... no sé. Estoy pensando en cómo será la cena —respondió Aiko, mirando hacia adelante sin mirarlo directamente.

—¿Por qué te preocupa? Ya hemos salido antes con ellos —intentó tranquilizarla.

Aiko suspiró, sabiendo que no podía esconder sus preocupaciones por más tiempo.

—Lo sé, pero... esta vez es diferente, ¿no crees? —dijo con voz suave, mientras jugaba con el borde de su bufanda.

Adrián entendió a qué se refería, pero no quería profundizar en sus dudas aún.

—No tiene que ser diferente. Somos los mismos, solo que ahora... sabemos lo que sentimos —respondió, sonriendo con ternura.

Aiko lo miró por un momento, pero en sus ojos todavía había dudas que no podía ocultar. Sabía que amaba a Adrián, pero también sabía que la sociedad podría no ver su relación de la misma manera.

Al llegar al restaurante en el centro de la ciudad, la cena parecía comenzar con normalidad. Las luces suaves del lugar, las conversaciones casuales, y las sonrisas amables de los amigos de Aiko ayudaron a suavizar la atmósfera. Sin embargo, Adrián sentía una tensión que no podía ignorar. Aunque todos sonreían y hablaban de temas ligeros, como los últimos exámenes o los planes para el fin de semana, había algo en el aire que lo incomodaba.

Estaba claro que no eran solo amigos que compartían una comida. Era la primera vez que salían como pareja reconocida, y Adrián sabía que las miradas curiosas y los juicios velados no tardarían en aparecer.

Yuto, sentado frente a ellos, era el primero en mostrar señales de esa curiosidad no expresada.

—Adrián, ¿cómo te va en la escuela? —preguntó Yuto, mientras jugueteaba con su copa de vino. Aunque sonaba amigable, Adrián percibió un tono diferente, uno que parecía estar buscando algo más.

—Bien, gracias —respondió Adrián con calma—. Estoy aprendiendo mucho. Vancouver es una ciudad que te enseña cosas más allá del aula, ¿no? —sonrió, mirando brevemente a Aiko, tratando de mantener el ambiente relajado.

Yuto asintió, pero su mirada se desvió rápidamente hacia Aiko antes de volver a Adrián.

—Sí, supongo que es una experiencia enriquecedora... en muchos aspectos —comentó, su tono insinuante.

Adrián supo de inmediato hacia dónde se dirigía la conversación. Mantuvo la compostura, sin dejar que el comentario de Yuto lo desestabilizara.

—Lo es —replicó Adrián—. Especialmente cuando puedes compartirla con alguien que te entiende tan bien como Aiko.

Aiko, sentada al lado de Adrián, sintió la tensión y comenzó a juguetear con su servilleta, incómoda con el giro que estaba tomando la conversación. Naomi, quien había estado callada hasta entonces, decidió intervenir.

—Aiko y Adrián... ¿cómo es que ustedes...? —comenzó Naomi, sus palabras elegidas con cautela—. No me malinterpreten, pero es algo inesperado, ¿no creen? Quiero decir, hay una diferencia de edad, ¿no? —preguntó con una sonrisa que parecía amable, pero en realidad era inquisitiva.

Aiko tensó los hombros y su sonrisa se desvaneció. Adrián notó su incomodidad al instante, y supo que era el momento de intervenir, no solo para protegerla, sino también para dejar claro su postura.

Con una calma que sorprendió a todos, Adrián respondió, sin apartar la mirada de Naomi:

—Sí, hay una diferencia de edad, y lo hemos discutido —dijo, con una madurez que parecía contrastar con su juventud—. Pero lo importante es que ambos entendemos lo que eso significa. No es algo que nos detenga ni que defina nuestra relación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.