"Aquella chica que frente a tu casa cayó
un gran secreto ocultó"
Camine hasta la parada de autobuses. Nash venía en automóvil algunas veces, de hecho, la gran mayoría de veces, pero hoy tuvo que esperar a que su hermano menor saliera de detención pues no se en que lío se metió esta vez. Nash había maldecido a su hermano y su nacimiento unas cuarenta veces, pero al final no le quedó de otra más que esperarlo pues estaba seguro de que su madre lo mataría si llegaba a su casa sin él.
Justo al llegar a la parada de autobuses mi vista se encuentra con una cabellera pelirroja que le pertenece a una chica la cual, aunque no conozco muy bien sé identificarla. Ella trata de manejar su cabello contra el viento que trata de arremolinar su cabello contra su cara y forma nudos por encima de su cabeza, mientras que con su otra mano mantiene lo que parece ser... un cigarrillo.
Un 80% seguro que así sea.
No sabía que Nerea tomaba el autobús. Siempre creí que sus padres le pagaban un chófer o algo así pues siempre llegaba a su casa en un coche negro blindado. O a veces incluso la recogían en ese auto, no solía prestarle mucha atención, pero eso era lo que lograba ver.
No era porque la estuviera espiando, es sólo que suele ser muy observador.
—Por más que quieres alejarte va a seguir llegando el humo hacia a ti —rompió el hielo—. El viento corre hacia allá —movió su mano justo al lado contrario de donde ella estaba, al lugar donde sus cabellos volaban.
—Creí que estaba prohibido —ella me dio una mirada confundida y para ser más específico apunte a su cigarro—, fumar.
Ella soltó una risita audible al menos para mí. Yo fruncí mi ceño sin entender que fue lo que le causo gracia.
—Shawn, en esta maldita escuela debe de haber muchas cosas prohibidas sin embargo la directora no mueve un pie por eso, prefiere hacer otras cosas —le dio una calada y espero que sus pulmones se impregnaran del humo—. Y de hecho estoy fuera de las instalaciones, la verdad no me interesa si estuviera dentro.
Ella se levantó junto con su bolso y de nuevo pude observar el sol en su muñeca. Maldigo ese sol y la curiosidad que siempre me ha provocado.
No le creí. Nerea no era de esas chicas que se metía en problemas o que los causaba, tampoco era desatendida en sus labores sólo que algunas veces parecía absorta en sus pensamientos que aparentaba no estar prestando atención en clases.
Y sé que tampoco era de las que fumaban dentro de la escuela. Lo hacía fuera.
¿Cómo lo sé? No lo sé. Simplemente lo sé.
Ok, eso estuvo raro.
Tiró al suelo su cigarrillo mucho antes de que se consumiera y después con su pie lo hizo pedazos contra el suelo. Estoy seguro de que cualquier adicto muerto debe de estar revolcándose en su tumba por semejante acto. —Buena suerte esperando el autobús.
Antes de que diera media vuelta le llamé. No tenía un rostro precisamente amable pero no es como si ella expresara muchas emociones. Solamente podía ver su ira y su amargura, no tengo idea en qué momento se convirtió en eso.
—¿Por qué fumas si no te gusta? —inquirí.
Quizás era una estúpida pregunta así que no pensé obtener una respuesta.
—No creo que te incumba, son mis asuntos—respondió entrecerrando sus ojos para luego carcajear cuando parece recordar algo—. Tú y todo tú maldito grupo de amigos, incluyendo a tu ridícula novia creen que soy una maldita chica que necesita atención psicológica ¿no es así? Es por eso esas miradas que tú y el chico de los ojos extraños se dieron en clase, ridículo. —No respondí. Ella carcajeo cínicamente.
Sin notarlo se estaba burlando de mí de una forma brusca.
Ni siquiera sé de dónde llego tanta agresividad o porque la manera de hablarme así. Pero por supuesto yo ya no iba a preguntar más y si quería hacerlo ya era tarde pues ella ya había vuelto en su camino lejos de mí.
☼☼☼
Cerré la puerta de mi habitación justo detrás de mí. Bote mi mochila en el piso justo a un lado de la puerta y camine hacia la ventana de mi habitación. Nerea estaba ahí y también el carro de sus padres también otro chico alto de piel morena, nunca lo había visto por aquí pero no es de la familia de ella pues ella es hija única.
Mi madre aún no regresaba del trabajo, así que siempre hemos acostumbrado a que ella y papá regresaran para almorzar.
Me recosté en mi cama y mis pensamientos solo daban vuelta en las cosas que Nerea me había dicho hace un rato.
Cuando era pequeño, Aaliyah y yo jugábamos en la acera del frente. Observé muchas veces a Nerea sentada en la acera frente a su casa pintando en un lienzo —no tengo idea qué—, pero sí Aaliyah o yo tratábamos de acercarnos, un hombre de aspecto robusto, vestido de traje con una mirada fría nos decía que no había nada que hacer ahí y que regresará de donde salí. Miré a Nerea mirarlo con suplico, casi como si ella le estuviera diciendo que ella quería hacer amigos, pero el hombre no se lo permitió, lo que hacía era exigirle que tomará sus pinceles, el lienzo y las pinturas y regresará de nuevo dentro de su casa.
Solo quiero darme una maldita idea de porqué ella es así. Y porque yo todo este tiempo he sido así. Jamás hemos podido establecer una relación seria de vecino a vecino.
Siempre he observado todo lo que hace. La observo cuando hace sus fiestas, la observo cuando se distrae en clase, lo hago cuando los domingos por la mañana sale y alimenta a un cachorro que siempre para por su casa por comida. Siempre ha sido así, pero siempre con ese característico odio que sentía hacia ella.
Ahora sentía un cambio y no sé por qué. Es ridículo. «No cambio nada, la cosa es que ese sentimiento no era odio. Es curiosidad.»
El picaporte de la puerta de mi habitación emitió un chillido y me puerta se abrió lentamente —Shawn —me llamaron.
Editado: 28.08.2020