¿qué sucedió en Seattle?

Prefacio

¿Cómo describir aquella sensación que impactaba mis sentidos? Sé que para algunos lograr sus sueños es complicado. Incluso, en verdad, no es nada sencillo ser aceptada en una de las universidades más prestigiosas de Seattle. Realmente fue emocionante leer aquellas letras en mi correo: «Has sido aceptada en Seattle University.»

Es un sueño desde pequeña estudiar fotografía. Tomaba fotos, algo extrañas para muchos, cuando tenía apenas siete años. Digo extrañas porque nadie admira el arte de una imagen hoy en día, a excepción de mis padres. Son los iniciadores de mi pasión. Tantas veces que iba al museo donde trabajan me dio el impulso de crear mi propio arte.

Ahora mismo me encuentro en el avión que va volando hasta el final del arcoíris para cumplir mi sueño. Es algo de adrenalina por lo desconocido lo que siento. Sí, creo que ese sentimiento es el que sentía.

El avión se empieza a mover de forma brusca y a sacudirse de manera desacertada. Algunos pasajeros entraron un poco en pánico, yo solo mantuve la calma. Es algo que nunca se me olvidará: mantener la calma ante el peligro. Un mensaje fue dicho inmediatamente, avisando que estábamos pasando por algunas turbulencias.

Estuve más de diez horas sentada. La verdad no era del completo cómodo, pero nada importante. Las nubes pasaban lentamente por mis ojos. Un señor algo subido de peso estaba durmiendo a mi lado, y estaba apretada contra la ventana por el poco espacio que tenía.

«Esto no puede ir a peor.»

Y adivinen que, sí pudo ir a peor. A penas, cuando aterrizó el avión, el hombre no se despertaba. Tuve que ser muy cuidadosa para cruzar hacia el otro lado, lo menos que quería era crear una discusión. Nadie conoce a nadie y es un error pensar que sí lo hacemos, no sabía la reacción que podría tener aquel señor si lo llegara a despertar.

Al final puse pie en tierra firme. El clima era agradable y el ambiente era totalmente nuevo para mí. Edimburgo y Seattle son dos mundos diferentes. Esto llevará tiempo para poder adaptarme a las condiciones nuevas de una nueva ciudad.

A pesar de la emoción que sentía por estudiar fotografía, también tenía curiosidad por las nuevas personas que conoceré. Ser estudiante de intercambio me abrió las puertas a nuevas expectativas. Esa familia me había recibido en el aeropuerto. Se mostraron amables y cálidos en cuanto me vieron. Tenían un cartel enorme que decía:

Bienvenida a Seattle, Ágata.

Estaba decorado con muchos corazones y brillantinas, además de la ilustración de Dios. Sí, era una familia altamente religiosa, eso me calmaba, ya que desprendían tranquilidad.

—Gracias por recibirme —comento.

—Bienvenida, hija —habla Esther—. Será un gusto tenerte en nuestro hogar.

—El gusto es mío —Le devuelvo una sonrisa.

Ahí estaban Bastián y Esther con su hija Celeste. Ella, en cambio, se mostró intranquila ante mi presencia. Algo le incomodaba, pero, ¿qué era? Sabía leer con facilidad a las personas, pero con ella era tan difícil.

El camino a casa fue a mí parecer algo tenso por parte de la pelicorta. Estábamos las dos detrás en el auto y no me había dirigido aún la palabra. En la actualidad entiendo su comportamiento. No saben cuánto la entiendo

En ese momento solo me dormí esperando a que me llamasen cuando llegásemos. No sé cuántas horas pasaron, solo sé que cuando abrí los ojos ante el aviso de Bastián vi la hermosa casa que sería mi actual hogar durante estos diez meses que estaría aquí.

Mi vida hasta ahora nunca había dado un giro dramático como en las películas. Al menos, nunca había creído en lo que decían las imágenes en movimiento. Todo era actuación, a fin de cuentas, mentiras e ilusiones.

La vida a veces te da esa lección que pensabas inexistente hasta el día que te sucede. Pues, conmigo fue así. Cometí un error en creer que nada malo pasaría en esa grandiosa ciudad.

 



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Editado: 04.09.2022

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