Había muchas personas fuera de aquella casa. Algunas tiradas en el suelo borrachas, otras tomando hasta que no podían más. Unos jugaban juegos de fiestas, que ni la menor idea de cómo se jugaban —o como se llamaban—. La música muy alta, muy, muy alta. Resonaba en mis tímpanos como un mosquito molesto chillando a mi lado.
—Al terminar la noche creo que seré la única cuerda —comento al bajarme del auto de Chay.
—¿Estás bromeando?, es una fiesta —Me llama la atención el mulato de rizos.
—Sí, ¿y qué pasa con eso? —habla Kaira.
—¡Que hay que beber, olvidar por un momento la adolescencia y apoderarse de ella como si fuera la última noche! —eufórico habla sin pausar ni un momento.
Y tenía razón, la adolescencia es un corto momento en nuestras vidas y a mis dieciocho años nunca supe que era la adrenalina. Por eso es que me emocionaba lo mínimo que me pasase, tenía gustos de niña pequeña aún, todo muy inocente para mi gusto. No sabía que era tomar una copa de alcohol, o lo que era aspirar el humo hacia tus pulmones. Tampoco tenía conocimiento de lo que significaba estar en una fiesta, ¿qué debía hacer?, si ni bailar sé. Solo sabía observar a las personas y eso es lo que me ayudaba a poder decir algunas palabras en las conversaciones.
Sin darme cuenta ya estábamos en el interior de aquel dragón. La decoración era sencilla, pero a su vez se sabía el dineral que se cargaba aquel tal Luca. A penas me volteo para ver a la castaña, me doy cuenta de que me encuentro sola con Kaira.
Kaira es una de las mejores amigas de Celeste, y podría decir que es la única a excepción de Chay. El aura que desprendía antes de hablarle por primera vez era de: «¿y está quién pirujas es?» se había calmado un poco cuando la ojiazul le explicó la situación, diciéndole que era una estudiante de intercambio que había sido aceptada en esta universidad por cierto tiempo.
—¿Estás bien? —hablo primero, al darme cuenta de que tenía la mirada perdida. Ella no me responde, al parecer estaba tan inmersa en sus pensamientos que no notó mi presencia—. Kaira Owen, ¿estás bien? —Esta vez le toco el hombro para que me mirase.
—Oh, Ágata, ¿no?
¿En serio me pregunta si ese es mi nombre? ¿En qué planeta está ella? Quiero ir ahí a ver si me pierdo igual.
—Sí.
—Hum, sí, estoy bien.
—Ah, eso suena geni...
—¿Qué harías si te acuestas con una chica y no recuerdas nada al día siguiente? ¿Y solo lo sabes por qué esa chica te lo contó y tiene pruebas de que sí pasó? dice todo muy rápido sin dejarme asimilarlo que me estaba contando.
—Eh... no... no sé qué...
—No digo que lo haya hecho yo, es que una amiga mía le pasó y ahora me anda pidiendo consejo, y no sé qué decirle, ¿tú qué le dirías?
—La verdad no sé qué decirle. ¿Le gusta esa chica o solo quiere evitarla?
—Es que no sé qué siento... —toma una pausa y da un brinco en el lugar, con los ojos casi saliendose del rostro—… que diga —Se aclara la garganta—, no sé qué siente mi amiga hacia esa chica.
—Sí, claro...
—Que no pienses que soy yo, ¿eh? A mí me gustan los chicos.
—¿Qué tipos de chicos?
—¿Uno que tenga miembro sirve? —dice confundida. Tal pareciera que dudaba de su respuesta, y vaya respuesta.
Mi reacción fue algo inusual, me estaba partiendo de la risa de lo rara que era Kaira. Su despiste para hablar me alegraba la noche. Sin duda Celeste tenía suerte de tenerla cerca.
Luego de despedirme de la pelirroja, me dispongo a buscar a Celeste y a Chay, en algún lado de la fiesta tenían que estar. Tal vez tomando, o fumando, quién sabe; pero tenía que buscarlos. Al primero que tuve en la mira fue a al mulato de rizos que le gustaba jugar voleibol. Era muy carismático y no he conocido a nadie de su alrededor que no se la pase riendo. Daba buenas vibras y me lo ha sabido demostrar en las pocas charlas que hemos tenido.
—Ágata Chester.
«Al menos se sabe mi nombre.»
—¿Qué hace a estas horas de la noche cuerda? ¡Toma mujer que la vida es una! —habla y en cuanto abre la boca mis sentidos notan el olor a alcohol. No estaba borracho, pero sí tomado. Imposible saber cuándo estuviera borracho si siempre ha actuado tan enérgicamente.
De la nada Chay saca un vaso rojo con una bebida dentro, sabrá papá Dios que carajos era eso. Estaba muy fuerte.
—¿Qué demonios es esto? —Le hablo al odio, la música no dejaba que mi voz fluyera con facilidad.
—¿Eso? Es un poco de whisky, vino, ron y toques de refresco de fresa. ¿A qué está bueno? —contesta con naturalidad como si me estuviera dando una receta para hacer en casa.
En definitiva, no estaba bueno, al menos no para mí.
—Te reto a tomarlo todo de un trago.
—Estás loco si piensas que haré eso.
—Una, sí estoy loco, y dos, sí lo harás. Anda que sé que no has venido a una fiesta nunca, ¡disfruta joder! —Su expresión era enérgica, estaba bailando de un modo que no entendía. ¿Y qué podría decir? si nunca he sabido ni caminar.