¿qué sucedió en Seattle?

Capítulo 10: Esto debería ser algo para disfrutarlo

La brisa cantaba una canción que iba hacia mis oídos. Me había quedado perpleja con su respuesta. ¿Era esto lo que estaba buscando? Tenía dudas de si era eso. Yo le gustaba a Ágata, y a partir de ahora todo iba a cambiar. Lástima que no sabía qué rumbo iba a tomar este carruaje de sentimientos. Quería haberle respondido, seguir indagando sobre lo que ella pensaba, pero un ruido atrajo nuestra atención.

—¡Hey, esperen! —jadea Chay—. Las adelanto hacia la casa.

Kaira sale detrás del mulato como si fuera un gato pequeño.

—Nos vamos ya, se está haciendo muy tarde y tengo frío —titiritaba la pelirroja, abrazándose a sí misma.

—Está bien, solo hasta el supermercado que queda cerca. Si mis padres oyen el carro se darán cuenta de que salimos otra vez a escondidas.

—Está bien, está bien.

El mulato nos adelanta un poco el camino. Bajamos de su deportivo y me quedo a solas con Ágata. Ella se encontraba pérdida en sus pensamientos, o eso podía intuir. Evitaba mirarme directo a los ojos. Seguro estaba nerviosa. Mis manos temblaban, debía ser el frío de las calles en octubre. De momento, recuerdo que debía ir a casa de Luca.

—Adelántate, iré a caminar un poco.

—Pero... estás temblando... —Ella hace una mueca de inseguridad.

—No te preocupes. Sube y has un bulto en mi cama para que mis padres no noten que no estoy ahí. ¿Cuento contigo? —Trato de hacer contacto visual, pero ella nuevamente me evita.

—Sí... puedes estar tranquila.

Yo le sonrío para relajar el ambiente, pero supongo que eso solo empeoró las cosas. Puse mi playlist en el móvil y empecé a caminar con los audífonos puestos por toda la acera hasta la casa del pálido de ojos verdes.

La música me relajaba, era algo que me hacía olvidar en donde vivía o si era un ser humano. Esos ruidos coloreaban lo que se podría decir mi corazón. Una vibración en el teléfono hace que lleve mis ojos a la pantalla. Era Luca de nuevo, el mensaje decía: «Apúrate, Celeste, ¡me hace falta que estés aquí rápido!» yo le respondí con un simple: «Ya estoy llegando.» y no volvió a mensajearme en toda la noche.

Estaba frente a la puerta de Luca. Me había tomado unos quince minutos para llegar aquí. Él vivía solo. Desde sus dieciséis años vive solo en esta pequeña mansión. Se demoró unos dos minutos en abrirme la puerta. Su cabellera negra estaba despeinada. Sus ojos verdes esmeralda me estaban analizando como si fuera una presa. Sentía que él era el lobo feroz y yo una simple Caperucita. Tenía miedo de que otra vez volviera a hacer lo mismo. Y así fue.

Me desabrochó los botones de un golpe, mostrando el sostén negro que cubría mis pechos. Me toma de las caderas y empieza a besar mi cuello. No podía mostrar resistencia... no podía.

No lo disfrutaba en lo más mínimo, se supone que debería de hacerlo, ¿no?. Él había sido mi primera vez y eso hizo que no me separase de él. Luego de un tiempo empezó con sus juegos masoquistas. Le tenía miedo, mucho miedo.

Me lanza al sofá que se encontraba en la sala. Del cuello pasa por mis labios haciendo un recorrido hacia mis pechos. Me quita el sostén y empieza a chupar. Movía su lengua en círculos, y eso me excitaba. De la nada, me lanza un golpe en el rostro. De mis labios sale un quejido de dolor. No disfrutaba esto, no lo hacía.

Él me baja el pantalón y sabía lo que se venía. Debía detenerlo, no quería seguir con esto.

—Luca, para.

No me hace caso, es como si tuviera tapones en los oídos. Él seguía tocándome, manoseándome. Me sentía sucia, una zorra.

—¡Qué pares! —Mi sangre estaba caliente y le di un empujón, alejándolo de mí.

—Pero, ¿qué haces? —Pregunta confundido, haciendo una mueca con sus labios.

—No quiero seguir con esto.

—¿A qué te refieres?

—A todo esto, al sexo, al estar contigo, al venir a tu casa cada vez que te salga de los huevos, a seguir viéndote con una distinta todos los días. No soy una más de tus zorras, Luca —Tomo una bocanada de aire—. Quiero romper contigo —corto.

Sonrió.

Él sonrió.

Se pasa el dedo pulgar por la comisura de sus labios. Mira un momento hacia el suelo y luego me fija como un francotirador a su víctima.

—Eso no va a pasar.

—Sí lo hará.

—No —suelta una carcajada—, créeme que no va a pasar. A menos que quieras que...

—¡No! —Abro los ojos, rogándole—. No serías capaz.

—Sí, lo sería. Así que mejor te acostumbras a seguir viniendo a mi casa cada vez que me plazca y me haces pasar una buena noche. —Termina.

Esa noche fui prisionera de unas manos que no deseaba. Solo quería llegar a la habitación de mi cuarto, y verla a ella.

La castaña de cabellos largos era la única que me tranquilizaba. A veces sentía que la utilizaba como medio para lograr sentir algo. Me hacía sentir un cosquilleo en la pansa, era una clase de adrenalina divertida. Pero aun así tenía miedo, miedo de que me dejase sola, al igual que Claudia.



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En el texto hay: #romance, #lgbtq, #dudas

Editado: 04.09.2022

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