—Y recuerden, chicos, como dijo Henri Cartier-Bresson: Tus primeras 10.000 fotografías son tus peores fotografías —menciona el señor Gilbert, seguido de eso despide a toda la clase junto al timbre.
Hace más de un mes que Celeste se fue con su hermana. Aún recuerdo su cara la última vez que la vi. Subía al avión que la llevaría lejos de mí. Aunque me doliese, no podía dejar que ella se quedase por mí. Siempre quise hacer cumplir su sueño, y si este era el modo, pues debía ser así.
Ahora solo vivía con sus padres, esperando que se acabara el plazo de diez meses aquí. Empezábamos febrero cargado de desamor, al menos, por mi parte.
Mi compañero de mesa me detiene antes de poder salir del salón.
—Ágata, necesito hablar contigo.
—Ahora no, Luca.
Verlo solo me hacía recordar a Lesti. Siempre estuve alerta con este chico, nunca me dio buena espina. Pero aquel día que hablo conmigo sobre ayudarlo con la ojiazul me parecía muy vulnerable. Decidí ignorarlo y seguir mi camino.
Ahora me encontraba frente al salón de pintura, y como de costumbre, ya no estaba ahí. Ningún rastro de la chica que lloraba cuando pintaba. Aún me quedaban sus fotografías, solo eso tenía. Podía percibir su esencia en cada imagen. Siempre fue difícil de leer por mí, y eso me fascinaba.
En el campus se encontraban los que eran ahora mis mejores amigos. Luego de que ella se fue, solo me quedaba reunirme con Chay y Kaira de vez en cuando.
—¡Hey, Ágata! ¿Cómo estás? —pregunta el mulato de rizos.
—Bien, supongo.
—Todos extrañamos sus resabios —comenta él.
—Así es —sigue la pelirroja.
—¿Qué tal si las invito a mi casa a tomar algo?
—Recuerda que ninguna de las dos bebe —musito.
—En estos momentos extraño más a Celeste, par de aburridas —Se cruza de manos y rueda los ojos dejándolos en blanco por un momento.
—Mejor vamos a tomar un café, anoche no dormí bien.
—Esa nueva novia que tienes claro que no te dejará dormir.
—¡Cierra el pico, Chay! —vocifera ella.
Es cierto que Celeste se fue, pero al menos me dejó en las manos de unos chicos que me alegraban los días. Sus charlas solo me hacían sacar risas por lo bajito, sin escandalizar.
Fuimos al café más cercano, y pedimos lo mismo los tres. La bebida estaba cargada de cafeína, sentía esto como una droga pesada inyectada por vena. La energía sí que la traía al cuerpo. Pensando que íbamos a tener una tarde libre de problemas estúpidos, entra Luca por la puerta.
Su mirada verdosa me intimidaba. Sus ojeras se hacían más que notables sobre su piel pálida. En su mano izquierda traía un cigarrillo casi que por la mitad. Nos ve, pide un café y se entromete en nuestra mesa, creyéndose el dueño de todo.
—¿Qué quieres ahora, Luca? —habla en tono de fastidio Kaira.
—Hace meses que no veo a Celeste, ¿acaso sabes dónde está? —Suelta el humo en mi rostro.
Chay entrecierra un ojo y responde:
—¿No te dijo? Se fue de Seattle con su hermana.
—¿¡Qué!? ¿Esa zor...? —Se detiene, toma aire, y continua—... ¿Por qué no me dijo nada?
—No sé, deberías de saberlo tú, Luca —Según el cómo hablaba Chay sonaba acusándolo de algo.
«¿De qué me habré perdido?» Cavilo.
—Charlie, será mejor que dejes de mencionar mi nombre en tu asquerosa boca —termina.
La ira en el mulato se le notaba a través de sus ojos. Casi que le lanza un golpe, pero la mirada de Kaira lo detuvo junto a su agarre. No queríamos crear una discusión en pleno local. Sería un problema para nosotros.
Luego de unos quejidos del chico pálido, y de un «mejor vete.» De Kaira, él decide abandonar no solo la mesa, sino también la cafetería.
—Es un estúpido —dice ella.
A pesar de opinar igual, no me dispuse a decir palabra alguna. Después de unos cuantos sorbos de café, de algunas charlas cotidianas que incluían «¿qué hiciste hoy?» y otras en las que solo contaban sucesos en de sus respectivas clases, decido irme para la casa de los Amery.
El autobús me recordaba el día que ella se me declaró por primera vez. En serio que fui una estúpida en no decirle el «sí.» Ahora ella estaba lejos y no sabía nada hace meses. Es como si todo este tiempo que estuve a su lado hubiera sido una ilusión de mi mente. Un fantasma rondando mi mente.
El cielo se pintaba de azul y blanco. Es absurdo que intente olvidarme de ella, si hasta el color del cielo tiene su nombre. Celeste, la chica rebelde que vino como bala hacia mis entrañas. Este tiempo que estaba sin ella pasaba muy lento, haciendo de esta una tortura que parecía infinita, sin terminación.
Ya en casa de los Amery, me doy cuenta de que estaba a solas con Bastián. Esther de seguro se quedó en el trabajo haciendo horas extras. Unos días les tocaba a Bas y otras a Es. Algo fuera de lo común sucedió hoy, en vez de subir las escaleras para poder estudiar en paz...