Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 5

CAPÍTULO 5

 

-Nicolás-

 

Mi noche en el trabajo había sido como otras tantas, si no fuera porque no podía creer que uno de los oficiales que iba tener que atender era ella, habría sido solo una noche más.  El simple hecho de verla sentada en esa camilla, colisionó con mi extraña pesadilla, pues la había visto, estaba seguro que era su rostro el que había aparecido frente a mí. ¿Qué carajo era todo eso? Endurecí mi expresión, odiaba todo eso que me ocurría ya que ni siquiera podía darle una explicación normal.

Mientras me colocaba los guantes de látex, no lograba entender cómo ella con ese aspecto tan frágil, y extremadamente femenino, había elegido una carrera que era evidente muy opuesta a su apariencia, a la primera podía notar que era una persona insegura.

—¿Vas a dejar que revise tu herida sí o no? —cuestioné con poca paciencia al notar que ella había arrastrado su camisa cubriendo la herida que tenía cerca de su hombro y pecho.

Al oírme y de forma turbada deslizó con cuidado su mano dejando a la vista la herida, caminé hacia ella, en segundos lancé un vistazo a su rostro antes de focalizar mi mirada en su herida. Tenía el mentón, parte de su mejilla derecha y su boca con sangre seca, llevaba una trenza que anudaba su cabello ya desaliñada. De pronto una punzada de pena me invadió.

Obvié, aquello, solo debía limitarme a ver esa herida y todo terminaba.

¿Cómo me encontró?

La vieja había dicho mi nombre, pero era imposible que supiese mi apellido, y a qué me dedicaba, también entendía que quizás el azar y siendo uno de los hospitales más grandes de la ciudad los llevó hasta donde trabajaba, pero, ¡vamos, carajo! ¿cómo podía ser?

Ah… —jadeó con suavidad cuando mis dedos tocaron los bordes de su herida a pesar de que intenté ser sumamente cuidadoso.

—¿duele mucho? —pregunté con indiferencia.

  —un poco… —respondió, le eché un último vistazo a su rostro, y una vez más sentí una extraña sensación de culpa. 

—No necesitas sutura, solo se ha quemado un poco de piel —le dije, separándome de ella, caminé hacía unos estantes, tomé varias compresas, las mojé con un poco de suero, coloqué un par en una bandeja metálica. Caminé hacia ella, dejé la charola a uno de sus costados, ella juntó sus manos cuando me vio tomar una de las compresas, apretó suavemente sus labios, se encorvó con cierta ligereza entornado sus ojos desviando levemente su rostro, la observé con seriedad, al parecer las curaciones que le habían practicado anteriormente le habían causado dolor.

Su mirada se detuvo frente a la mía por segundos cuando mi reacción pareció sorprenderla, la tomé por el mentón moviendo su semblante hacia mí y con suavidad comencé a limpiar su rostro, entre mis dedos sostuve su mandíbula y con mi otra mano deslizaba la compresa limpiando con cuidado.  Agradecía que nadie podía oír mis pensamientos, porque en esos momentos estaba pidiéndole perdón…sí, así, de esa manera…

Pasaba muy despacio la compresa limpiando su rostro con suavidad, rocé su boca. Inevitablemente recordé los besos. Hasta que…

 

—La gitana tenía razón—se atrevió a decirme. Cambié de compresa por otra limpia.

—sí vuelves a emitir algo más sobre esa vieja, voy a dejar de hacer esto y voy limpiar una vez más tu herida con desinfectante—le dije comenzando a cabrearme de más.

—Ella dice que corres peligro, si a mí me pasa algo, a ti también. Vas a morir—me advirtió.

—¡Enfermera! —dije sin rodeos.

¿Muerte? Veía gente morir casi todos los días. Todos vamos a morir es la ley natural de la vida. Si era una predicción, pues: ¡una mierda! nada que cualquier simple mortal ya no supiese de su propia existencia.

—En mi trabajo vivo tomando decisiones, que pueden mandar a la tumba a quien está bajo mis manos, y créeme hay situaciones en las que no se puede ser de otra manera. Y si lograste encontrarme porque soy una persona…—ella me interrumpió.

—¡No! —exclamó—yo no te encontré, la anciana dijo que la espada iba a encargarse de que volvieses a ella…—Bien, hasta ahí llegaba mi poca paciencia.

—¡Enfermera! —levanté mi voz con autoridad separándome de ella. 

—¿si doctor?

 —Termina de realizar las curaciones pertinentes al paciente, por la hora debo dar mi última recorrida. No necesita de sutura. —resumí con frialdad.

—Claro—asintió.

Quité mis guantes arrojándolos al cesto de descartables. El simple hecho de que ella me recordara lo que había pasado y como gracias a eso parte de mi vida se había esfumado y de la asquerosa decepción que sentía cada vez que la persona que había jurado que me amaba ni siquiera me conocía en lo más mínimo, la muerte era lo de menos.

—Últimamente he descubierto que las personas no deberían estar juntas para siempre…

 

 

-Eva-

 

Desde entonces había transcurrido una semana, me dieron parte médico para poder recuperarme, aún sentía esa sanción horrenda de haber estado al borde de la muerte, simplemente necesita algo más de tiempo. Estaba yendo a mi última sesión de terapia psicológica, ese era uno de mis pesares, un duelo que se estaba haciendo eterno en mí, pero, había decidido hacía más de un año simular que todo estaba bien, mintiendo, pensé que no serpia capaz de engañar a mi terapeuta de esa forma, pero me descubrí que sí, ya no deseaba asistir a sesiones que solo me llevaban hasta el mismo punto. Ese, que en mi parecía no tener retorno. No había podido abandonar la culpa. Entonces los recuerdos me envolvían una vez más, estaba en un presente, pero mi existencia se había quedado hacia tres años atrás con él.



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En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

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