Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 6

CAPÍTULO 6

 

 

-Nicolás-

Sentí el rechinar de las ruedas de mí automóvil, me liberé de mi cinturón de seguridad, ¿dónde me encontraba? No tenía la menor idea, solo sé que estaba frente a un callejón, me bajé corriendo penetrando en su interior.

A metros, la vi escurriéndose por el suelo hasta chochar contra un muro, sus piernas se juntaron, cubrió su rostro ahogando un grito espantada cuando ese jodido loco apuntó hacia ella con su espada. ¿Así qué era esto lo que me traía tan mal? Pues al parecer era eso, detuve mi trote, cuando divisé entre la basura un trozo de madera maltrecha. La tomé, y no sé cómo, tampoco había tenido tiempo para pensar, solo para reaccionar, me deslicé con fiereza colocando mis brazos de tal manera que golpeé plantando la madera estrellándola contra el muro protegiendo su cabeza y la mía, mis piernas se situaron sobre parte de su cuerpo.

 Sentí cuando la espada se clavó con ferocidad sobre ese rustico trozo de madera mis brazos soportaron el impacto, ella separó sus manos de su rostro, no sé si su impresión estaba provocando en ella un estado de shock, pues lucía pálida, sus labios se habían resecado, su respiración afanosa provocaba en ella un temblor horrible, una de sus rodillas se había raspado y un fino hilo de sangre se deslizaba por su pierna. Aun así se irguió hacia mi de forma instintiva.

Y una vez más sin medir pensamiento alguno, la besé.

Necesitaba la espada, ¿por qué ella no la había sacado para defenderse? Cuando mis labios tocaron los suyos, mi mano izquierda bajó, mis dedos se abrieron, y la espada apareció. Separé mi boca de la suya. Y con un solo impulso me levanté quitando de un tirón la madera que nos había protegido casi de milagro.

El tipo llegó a quitar su espada del trozo de madera. Se impactó al verme, pues, no me tenía bajo sus cálculos.

—¡De dónde carajos apareciste! —exclamó el imbécil. Y en simultaneo oímos una voz de alto que salía de la puerta trasera de la florería.

—¡Oficial de policía! —cuando el tipo oyó eso hizo desparecer su espada, la mujer que lo acompañaba había salido huyendo.

—Nicolás—entonces oí que me llamó por mi nombre, su voz trémula intentaba llamar mi atención, me voltee hacia ella, pero sin antes advertirle al tipo: —voy abrirte en dos si llegas a moverte.

—déjalo…esconde tu espada, ahora. —me ordenó ¿Eva? Sí, así creo que se llamaba, intentó ponerse de pie, tenía la falda de su vestido partida a la mitad, abriéndosele el vestido hasta el vientre. Ella ajustó con sus dedos uniendo los trozos de tela para poder cubrirse.

Moví mi mano e hice desaparecer la espada. Y en simultaneo oficiales de policía aparecieron, el delincuente salió corriendo. Un oficial me apuntó, mientras el otro salió tras esos malhechores.

—Él me ha ayudado, soy oficial de policía—advirtió al ver que el policía me apuntaba, Eva se puso de pie ajustando con una de sus manos las dos partes de su vestido que se habían roto a la mitad.

—Iba pasando por aquí, soy médico, y solo reaccioné para ayudar a la mujer que estaba siendo atacada—respondí inmutable al ver al idiota que me apuntaba.

—¿Puede asistirla? —me preguntó el oficial de policía moviéndose para ir tras su compañero.

—claro—dije de mala gana, después de todo no me quedaba de otra ¿no? Yo había terminado allí.

Se fue.

Caminé hacia ella, estaba pálida, su boca se tornó de un rosado casi invisible. Temblaba. Jadeó adolorida pues su rodilla se había raspado, una de sus manos se había prendido a su vestido rasgado pretendiendo que no se viese nada que yo ya no hubiese visto incontables veces en mi vida.

—Quita tu mano de la tela, voy a levantarte—le indiqué con seriedad. Ella se negó con efusividad.

—No, no. Estoy bien, puedo caminar—insistió la muy terca.

—estás a dos segundos de desmayarte, no provoques que tenga que trabajar aún más porque del golpe vas a abrirte la cabeza —ella se negó una vez más, intentó componerse, pero, era evidente, no estaba pudiendo.

—estoy bien, estoy bien, yo puedo caminar…—insistió.

 —ok, entonces arréglatelas tú sola—cuando dije aquello me separé de ella sacando mi mano de su cintura, fue ahí cuando me observó angustiada, quitó a duras penas su mano de la tela de su vestido para atrapar mi brazo—No me dejes, por favor…—me rogó a punto de romper en llanto.

Me voltee por completo hacia ella, levantándola entre mis brazos, ok, no pesaba tanto, ella se aferró a mi cuello, pero de pronto pareció recordar algo bastante idiota para esos momentos.

—Estoy...mareada y no, no me veas la braga—,me advirtió moviendo sus piernas de tal forma que se me hacía imposible llevarla entre mis brazos.

—¡quédate quieta! ¡deja de mover las piernas! —me quedé luchando con mis brazos para que ella mantuviese un poco la calma. ¡Y todo por una braga!

—¡no me dejes! —sollozó, pensando una vez más que la dejaría

—No voy hacerlo, solo quédate quieta, de esa manera puedo llevarte entre mis brazos.



#2292 en Joven Adulto
#12303 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.