Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 7

CAPÍTULO 7

 

 

-Nicolás-

 

Mientras conducía llevándola hasta su casa, pensaba y vaya que lo hice, busqué probabilidades de cómo afrontar todo eso que nos había ocurrido, no había emitido palabra alguna, pues mi silencio estaba ocupado por la voz en mi cabeza que no paraba de elucubrar cuanta teoría recorría mis pensamientos bregando por mi mente, intentando encontrar un camino que nos lleve a un buen desenlace. La teníamos difícil de buenas a primeras, pero quizás no todo estaba tan mal, no podía permitir que pensásemos de esa forma, apenas esto estaba comenzando, teníamos que ser fuertes, y buscar la forma de poder llegar hasta la fecha convenida. Deseaba mi antigua vida de vuelta.

—¿En qué piensas? —aquella pregunta me quitó del bullicio silencioso que se llevaba a cabo dentro de mi mente. ¿Cómo lo había notado? Si ni siquiera había expresado palabra alguna, ni mucho menos algún tipo de reacción en mi rostro para que ella lo pillase.

—Nada—respondí a secas, notando que el GPS de mi automóvil me indicaba que habíamos llegado a destino.

—Vamos a poder solucionarlo, deberíamos intentarlo, yo estoy dispuesta a que sea así—dijo abriendo la puerta del acompañante cuando detuve el automóvil.

Me bajé del auto, ayudándola a llegar hasta la puerta de su casa. A simple vista era una casa sencilla, espaciosa, con un lindo jardín, árboles y flores. Ella se acercó hasta la puerta de la entrada , colocó su huella en la cerradura digital de su puerta, se había apoyado con una de sus manos sobre el marco de la puerta para no perder estabilidad, rápidamente tomó mi mano.

Mi pulgar fue a parar a su cerradura.

-Huella guardada-oí reproducir al aparato.

Fue entonces cuando ella se volteó a verme con una suave sonrisa.

—Eso es por si llegase a ocurrir algo, tienes la manera de poder entrar a casa.

—Ni siquiera me conoces y estás dejando que yo pueda ingresar a tu casa.

Volvió a sonreír entrando directamente, seguí sus pasos.

—Creo que es verdad que tienes la espada atravesada en el corazón—me dijo quitándose su bolso para colgarlo sobre un pequeño perchero—así que dudo que esté equivocándome contigo.

—Tengo una espada y podría estar muy loco—dije a secas odiando que ella sea agradable conmigo. No deseaba eso, ni de ella ni de nadie. Pues, últimamente estaba a punto de estallar tenía demasiadas cosas en mi vida como para sumar un problema más. A todo esto: ¿Por qué le dije algo tan cursi? ¡idiota!

Ella volvió a sonreír como si pudiese oír mis pensamientos.

—Tienes mal carácter, pero no te preocupes por eso, no vamos a morir, además, hemos tenido días difíciles, tenemos que deshacernos de todo lo que nos ocurre. ¿No crees que deberíamos darnos una oportunidad para intentar pensar cómo deshacer esto que nos pasa? Luego, vamos a poder ser libres , y esto solo será quizás algún recuerdo sin sentido que con el pasar de los años, ni siquiera sabremos si fue real o no.

Su mirada y su tono de voz tranquilo, me calmaban, su rostro era demasiado pacifico, y aquello simplemente me llegaba, ablandándome un poco. Las comisuras de su boca se curvaron con calidez, sus ojos producían un brillo especial, casi diminuto, pero yo lo captaba…era lindo.

—Estamos jodidos, no va ser fácil, vivimos lejos uno del otro, lo que ocurrió hoy fue pura suerte, llegué con lo justo, ¿acaso crees que vamos a poder hacer lo mismo una vez más? No, lo dudo, lo más seguro es que alguno de los dos terminemos muertos.

—entiendo, pero, guardé el papel que me dio esa gitana—ah…bien ahí íbamos de nuevo sentía hervir mi sangre cuando recordaba a esa vieja decrépita, ella dio un par de saltos hacia una cómoda y de un cajón quitó el pequeño trozo de papel entregándomelo.

—Esto queda lejos, y yo no puedo ir, tengo demasiadas responsabilidades en mi trabajo—dije de forma tajante.

—Llame hace unos días a ese número, y la mujer que me atendió me dijo que debíamos ir los dos, caso contrario que ni siquiera lo intentásemos, ¿podrías pedirle al director del hospital que te dé algunos días?

—No, no puedo hacer algo así. —mentí, claro que podía, ¡si era el jodido dueño! El director estaba puesto allí por mi familia, solo para que yo pudiese pasar desapercibido, pero no deseaba ir a ningún lado. Detestaba todo.

Ella me observó pensativa, un rasgo de inocencia surcaba su rostro. ¿Aun existían personas así en este mundo?

Eso parecía…

—No te preocupes, supuse que podía ocurrir algo así, no quisiera que pierdas el trabajo, voy a viajar mañana por la mañana a mí me han dado varios días por lo ocurrido la última vez, así que solo debes…—detuvo un poco su dialogo algo turbada—darme la espada, y prometo que lo voy a intentar, quizás pueda convencerla y termine trayendo buenas noticias.

Me acerqué a ella, noté que  puso su mano sobre la pequeña mesa de donde había quitado el papel, su expresión se intimidaba ante mi presencia sobre todo si tenía que besarla, porque era evidente que ella no lo haría para tomar la delantera.



#2300 en Joven Adulto
#12356 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.