Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 18

CAPÍTULO 18

 

-Nicolás-

Miré por la inmensa ventana que daba hacia las afueras, el cortinado estaba abierto de par en par, pues mi madre disfrutaba viendo desde su cama por esa ventana.

Mierda de otoño…—murmuré quitando mi vista del paisaje que ofrecían los árboles  impregnados de hojas anaranjadas y amarillentas.

—Me gusta el otoño, más aún cuando pensé que no iba a llegar a ver uno más, creo que voy con algo de suerte…—dijo mi madre cerrando el libro que había estado leyendo bajo mi rotundo silencio que solo fue roto cuando dije aquello.

 —Tendrás la oportunidad de ver muchos otoños—le aseguré.

 Ella me sonrió creyendo a gusto mi mentira.

Últimamente jugábamos a mentir que todo estaría bien, ¿qué más podíamos hacer? Si esto era lo que nos quedaba, entonces: mentíamos y simulábamos, miles de otoños, primaveras, veranos sofocantes y crudos inviernos, incluso; mejorías que solo eran momentáneas, y ella lo sabía pero como si fuese un secreto entre ambos procurábamos seguir corriendo juntos aunque la muerte estuviese pisándole los talones de forma constante.

 —Esas ojeras que llevas no son un buen signo, Nicolás: debes descansar y alimentarte bien, ¿Qué te ha pasado en estos días? Incluso noto que has perdido algo de peso…

—Solo trabajo demasiado, eso es todo, pronto voy a descansar y mis ojeras se van a esfumar, voy a comer y dormir hasta recuperarme…

—¿Y cuándo te vas a recuperar de ese mal humor que llevas contigo desde hace días?

Alcé una ceja endureciendo mi expresión.

—¿Tanto se nota?

—sonríe—me ordenó mi madre.

—No puedo—aseguré de forma tajante.

—¿Quién te trae así?

—Alguien a quien detesto, —comencé diciendo como si hubiese estado esperando durante todos esos días que alguien haga esa pregunta—se dedica una profesión que no se ajusta del todo bien para ella, porque es frágil, y lo malo es que es demasiado terca, tan terca que incluso llega a ser valiente cuando menos uno lo espera, pero lo peor es que no mide consecuencias, incluso ahora está haciendo cosas por las cuales no esta lista, y vaya...me saca…me molesta…¡se arriesga por los demás de forma temeraria! ¡Quién en su sano juicio haría cosas así! —exclamé sin miramientos.

Tú…

Cuando me voltee hacia mi madre al oírla responder aquello mi expresión se endureció aún más.

—Quiero conocer a esa persona que se parece a ti—mi madre se irguió hacia delante estaba realmente impactada y yo con su afirmación—me has dejado sinceramente muy intrigada.

—No hay nada de qué sorprenderse; y no, no me parezco a ella en lo más mínimo—aseveré de mal humor.

Mi madre asintió con una sonrisa, volvió a reposar su cabeza sobre las almohadas.

 —Por cierto; vino Carolina a verme, al parecer estaba preocupada por mí, por lo visto mi estado ha empeorado lo suficiente como para causarle preocupación…

Fruncí levemente mi ceño, Carolina no había venido en mucho tiempo a ver a mi madre, y de pronto comenzaba a hacer cosas en las que no encontraba mucha explicación.

—¿Qué quería? —inquirí con extrema seriedad.

—Verme, en primer lugar, luego me dio un regalo, como aún falta para mi cumpleaños al parecer quería adelantarse a dármelo por si muero antes de tiempo, —sonrió suavemente. Con ese tipo de situaciones lograba darme cuenta que durante toda mi relación con Carolina había sido yo quien moderaba su comportamiento estúpido y superficial, era yo quien siempre había estado tras sus pasos para que se comporte como un ser humano normal  por lo visto el tiempo que  pasó conmigo no sirvió de nada, básicamente porque sin mi volvía a actuar como una estúpida—me trajo de regalo una exclusiva pulsera de oro, creo que es una edición limitada, —fruncí aún más el ceño y mi mandíbula pareció endurecerse de más ¡Una jodida pulsera a alguien que tiene hasta las muñecas encintadas con punzones plásticos y vías de goma por tener que llevar sueros!

—Detesto que te muestres complacida por un regalo tan imbécil, —mi voz salía de mi en un auténtico sonido ronco.

—quizás se puso nerviosa y no supo cómo agradarme, no estoy molesta Nicolás, así que cambia esa cara —lancé un suspiro descomprimiendo mi enojo un poco, me senté a su lado tomando con suavidad una de sus  manos, sus dedos una vez más estaban algo fríos. Entonces; los apreté con suavidad junto con los míos, mi madre sonrió satisfecha. —Carolina me pidió que intentase hablar contigo sobre ustedes, la vi muy apenada, y siente que te debe una disculpa, no me explicó el porqué, pero noté que era sincera…

—Olvídate de eso, no es importante ahora.

Ella asintió.

—Nicolas: ¿Podrías ir hasta aquella mesa y tomar del cajón un estuche?

Me levanté haciendo lo que ella me pidió, una vez de regreso se lo entregué. Era un estuche negro pequeño.

—Iba dárselo de regalo de navidad a Carolina, es extraño pero en medio de su visita me debatí si debía hacerlo o no…



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En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

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