CAPÍTULO 20
-Eva-
Había mandado a preparar su testamento, conociéndolo no iba en broma ni tampoco lo haría por alguna necesidad banal, había algo más y eso me aterraba…
Pasó una semana en donde Nicolás apenas si venía a casa, mientras tanto yo buscaba una voluntad que superara lo que mis sentimientos reclamaban de mi corazón, realmente me esmeraba por agradarle a Sebastián, y aguardara con todas mis fuerzas que todo resultara bien. Ya no como un anhelo sino como una auténtica necesidad. Desde entonces había besado a Sebastián incontables veces deseando tener una respuesta factible que rompiese nuestra maldición…
Iba llegando tarde a casa, había quedado en salir con Sebastián, pero mi día en el trabajo fue caótico, me cambié en la estación de policía, me puse la muda ropa que usualmente guardaba, un sweater , jeans, y un abrigo, nada fuera de lo normal para la época de otoño que cada vez estaba acercándose más al invierno.
Cuando llegue noté que el automóvil de Sebastián estaba aparcado, y el de Nicolás también. Ingresé a casa encontrándome con Sebastián, había estado charlando con Nicolás, o eso parecía, los dos se voltearon hacia mí. Rápidamente dejé mi bolso con la ropa de trabajo guardándola en el armario junto a la puerta.
—Lamento llegar tarde, —dije algo nerviosa más aun viendo a Nicolás después de mucho tiempo, el suéter que él llevaba puesto de color claro se adhería a su cuerpo de forma sutil resaltando su figura—Sebastián, en diez minutos voy a estar lista —comuniqué observándolo expectante quietándome el abrigo.
—Eva: ¿Qué te ha pasado? —inquirió Sebastián acercándose a mí con preocupación.
—¡Nada de qué preocuparse! —respondí intentando traer tranquilidad a Sebastián que me observaba con evidente inquietud.
De pronto la voz impenetrable de Nicolás se oyó por detrás , él seguía en su mismo lugar, Sebastián fue el único que se movió hacia mí.
—Estás sangrando…—adujo, el tono de su voz altanero quebraba con mi estado.
—¿eh? —murmuré llevando uno de mis dedos con suavidad hacia mi nariz. Fruncí el ceño, cerré levemente mis ojos molesta. ¡Estaba segura de que ya no sangraría!
Sebastián inmediatamente se volteó hacia Nicolás.
—¿Podrías revisarla? Tiene un corte en el labio que está algo violeta y el sangrado de su nariz no parece detenerse con facilidad…
—No, Sebastián, tranquilo, Nicolás tiene que irse a su trabajo—dije con rapidez—me revisó una enfermera antes de venir a casa ,estoy bien, es solo un poco de sangre, —¡Estaba saliendo mucha! Esta vez lleve mi mano sobre mi nariz de forma completa.
Ladee mi cuerpo para intentar salir a solucionar el problema que me ponía de por demás incómoda, iba hacia la escalera, cuando sentí que me tomaron por el codo.
—Sebastián...estoy bien…—respondí girándome nuevamente, cuando me topé con el rostro de Nicolás, me sujetaba por el codo con firmeza.
—Voy a revisarte—me indicó de forma fría—Ve hacia el sofá, siéntate derecha, e inclínate hacia adelante, eso evitará que tragues sangre y tu estomago se irrite, iré en búsqueda de algunas cosas para limpiarte, mientras tanto procura hacer lo que te digo —por la manera en la que me hablaba no me daba lugar a una negativa de mi parte , asentí con suavidad.
Como no estábamos en una sala de hospital, Nicolás se sentó a mi lado flexionó una de sus rodillas apoyando apoyándose sobre los cojines del sillón. Trajo lo necesario para curarme, aprisionó mi nariz por un buen rato, hasta que la sangre comenzó a mermar, cuando eso ocurrió sostuvo mi rostro entre sus manos girándolo hacia él, a pesar de que llevaba puestos los guantes de látex podía percibir la tibieza de sus manos sobre mi piel fría. Luego de que la sangre se detuvo me revisó con atención y extrema seriedad el tabique de mi nariz y mis mejillas.
—¿Qué te ocurrió? —inquirió con tranquilidad con el ceño levemente fruncido.
—Estábamos deteniendo a una mujer de un gran porte, iba a colocarle las esposas, ella se encontraba muy violenta, cuando de pronto se volteó logrando quitar uno de sus brazos dándome un puñetazo, tenía anillos en todos los dedos de sus manos, creo que el corte de mi labio superior es porque me dio justo con uno de ellos, caí, y mi compañero continuó.
—Tienes suerte, no te quebró el tabique de la nariz—dictaminó, asentí, él deslizó su mano sobre mi nuca, y con la otra mano volvió a repetir el procedimiento para cortar la sangre que al parecer estaba volviendo a salir. Una vez más el sangrado se detuvo, Nicolás quitó sus manos tomando un par de gasas para limpiar la sangre. Cuando de pronto, sentí su mano tocando con suavidad mi rodilla, había estado moviendo una de mis piernas de forma nerviosa sin notarlo.
Lo miré , trague con dificultad, dejando de hacerlo.
—Ahora voy a revisar tu labio, —me indicó con la misma seriedad e indiferencia que bajo ningún punto abandonaba.
Asentí con dificultad, saber que Sebastián estaba allí atento a todo y junto a Nicolás me turbaba demasiado. De forma inconsciente ajusté mis dedos aferrándome a la tela de mi jean. El móvil de Sebastián comenzó a sonar con una llamada que al parecer no podía dejar pasar, se disculpó contestando, alejándose para tener algo de privacidad.