CAPÍTULO 21
-Nicolás-
Ni siquiera habían pasado dos horas de mi turno en urgencias, que a duras penas intentaba contener lo que me estaba ocurriendo, desde que había llegado sentía una incomodidad que me abrumaba, rápidamente percibí que estaba sintiéndome como aquella vez en la que Eva se encontraba en peligro, fruncí mi ceño meditando con cautela, a medida que pasaba el tiempo percibí una desesperada necesidad de ir en busca de ella, había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin verla, básicamente reduje mi vida a trabajar sin miramientos incluso hasta el cansancio extremo.
—Connor: tengo que irme por una urgencia, ¿puedes reemplazarme? —no me gustaba tener que pedirle algún favor a ese cretino, pero, no me quedaba de otra. Estábamos dentro de las sala que usualmente compartíamos en algún momento de descanso, David también se encontraba tirado sobre un sofá revisando su móvil, un par de enfermeras, Connor y yo.
—Solo te reemplazo si tu madre está mal, de lo contrario: No—todos lo observaron estupefactos, menos yo, ya lo conocía, sabía la clase de imbécil que era.
—Eres una mierda, te estoy pidiendo que me reemplaces cuando nunca lo haces, además trabajé como una bestia durante todos estos días —intenté convencerlo.
—Todavía ni siquiera llega mi relevo, —bufó molesto—¿y quieres que tome todo tu trabajo? —me cuestionó.
David se puso de pie molesto.
—Solo te está pidiendo que le hagas un favor por esta jodida vez, ¡imbécil!
—¡tu cállate David! —bramó Connor.
—Me iré de todas maneras—aseguré.
—Voy a hablar con el jefe de urgencias. No puedes hacer eso—me advirtió Connor.
Ya le había tenido demasiada paciencia.
—¡Me importa un carajo lo que hagas!—sentencié mi voz pareció retumbar por cada rincón hasta las enfermeras se turbaron por mi reacción.
—¡Perfecto! Entonces: ¡voy a quejarme con el director del hospital! ¡ya deberían haberte pateado de este lugar, siempre creyéndote mejor que todos nosotros! —David le dio un empujón alejándolo de mí, pues yo al no darle importancia a sus palabras Connor intentó jalarme por la bata.
Me voltee hacia las enfermeras que nos observaban algo intranquilas.
—¿Tengo algún paciente que revisar? —cuestioné con el tono de mi voz ronco de cólera.
—Solo uno, doctor, la guardia está tranquila. —me confirmó una de ellas.
Tomé mi estetoscopio y salí de allí prendiendo fuego cada una de mis pisadas.
Revisé a ese paciente, indiqué todo lo necesario para su internación, me aseguré de que estuviese todo bajo control, caminé hacia mi armario, me quité la bata metiéndola dentro del cubículo, me desvestí cambiando mi pantalón de mi pijama de uso médico por uno de jean , no contaba con mucho tiempo, por lo tanto no me saque la parte de arriba de mi pijama, tomé mis zapatillas, me las puse tan rápido con pude, tomé mi abrigo y salí de allí.
Subí a mi automóvil conduciendo bajo es a corazonada que me desesperaba, ¿Hacia dónde iba? La incertidumbre me carcomía por dentro.
A medida que avanzaba podía sentir una adrenalina que descontrolaba mis emociones casi por completo, más aún cuando caía en la cuenta de que ni siquiera sabía si ella aún seguía teniendo la espada, todo este tiempo no me había atrevido a regresar, porque si lo hacía no sabía de qué sería era capaz, lo arruinaría todo, acabaría con su esfuerzo por intentar salvarnos, porque simplemente yo ya había decidido ir a por estar maldecidos, sin desearlo sentí que era la única opción que tenía para que aún siguiésemos juntos… ¡me odié por ser tan egoísta!
Llegué hasta una inmensa fábrica abandonada, estaba completamente en ruinas, bajé de mi automóvil, prácticamente avancé corriendo un extenso tramo, en medio de mi recorrido divisé entre la penumbra otro automóvil estacionado con las luces encendidas, no había nadie allí dentro.
Me escabullí saltando uno de los arruinados alambrados, hasta que ingresé por una de las entradas, la penumbra dificultaba la visión, apenas ingrese en el interior observé la altura de los techos, habían escalinatas metálicas que iban de un lado a otro, grandes ventanales algunos rotos otros mediatamente sanos se elevaban en los pisos sobre mi cabeza, por allí penetraba la briza y una inmensa cantidad de hojas secas , ratas, y cuanta cosa tuviese oportunidad de penetrar.
Escuche gritos, identifiqué la voz de hombres, me movía entre la penumbra ocultándome tras las inmensas columnas que se levantaban sobre la estructura de la fábrica.
Entonces vi a Esteban con su espada, busqué a Eva, ¿dónde estaba?
Había un gato muerto en el medio de ellos, alguno lo había travesado con su espada.
—Al final no eras tan bastardo como lo pensaba…—murmuró Esteban tomando al gato que yacía muerto cerca de él, lo arrastró, un surco de sangre se dibujó por el corto recorrido. Su tono de voz denotaba estar extremadamente molesto y abatido, observó al animal algo absorto había dejado clavada su espada a uno de su costado, mientras esos dos tipos que le apuntaban con las suyas no paraban de burlarse.