CAPÍTULO 27
-Eva-
El amanecer apenas estaba colándose en la que sería una fría mañana. Nicolás había empacado y llevado su maleta a su automóvil, regresó y yo sabía el motivo.
—¡No llores de esa manera! ¡maldita sea! —no podía dejar de sollozar aunque cada tanto hacia un esfuerzo por intentar calmar mi angustioso gimoteo más aun cuando lo veía detestándome, su mirada era una mezcla de dolor y decepción que me sepultaban.
Caminé hacia el armario cerca de la puerta tomando su abrigo, apenas llevaba puesta una camiseta liviana iba enfermar si se exponía al frio intenso de la mañana.
—Abrígate, por favor, —estiré mis manos intentando darle el abrigo, pero él simplemente me lo quitó de las manos lanzándolo a un lado.
—¿Te preocupas por mí? —bufó amargamente—Por lo menos tendrías que haberte comportado de otra jodida forma y no en la que siempre te consideré perfecta para mí ¡te hubieses comportado como toda esa gente de mierda! Y no de esta forma tan malditamente engañosa, ¡quiero odiarte! Y no puedo ¿ lo entiendes? Estoy deseando aborrecerte y no lo estoy logrando ¿por qué? —fue entonces cuando su voz se quebró— Aunque no me ames, yo sí lo hago, incluso ahora siento una rabia descomunal pero desgraciadamente no llego a odiarte.
—Lo siento…
—¿Aún no me has dado una jodida razón por la cual me estás dejando? ¡un maldito porqué!
—Yo soy esa razón, no es justo que sigamos ya que no siento lo mismo por ti.—las lágrimas caían por mi rostro una tras otra era como si no tuviesen un fin dentro de mi mentira.
—¿Sabes? Hay un mérito que si les doy a todas esas mujeres que se me acercan, por lo menos ellas nunca disimularon su jodido interés por mi posición en la mundo, o por sus ganas de tener sexo, en cambio tú; ¡sigues mintiéndome! —bramó.
—Nicolás, estás siendo cruel…
—¿cruel? —lanzó una risa amarga—Me estás liquidando y ¿dices que soy cruel? Siento una rabia descomunal, solo espero que el tiempo que nos queda antes de librarnos de esta mierda, es de no toparnos. No quiero verte. Es más: ¿deseas que vuelva a mi vida anterior? ¡lo acepto! ¿quieres ver cómo ahogo esta mierda de rabia? ¡lo voy a hacer!— se detuvo frente a mí, entonces su advertencia salió de él en un tono apagado , ronco y totalmente letal: — pero no quiero quejas el día que no reconozcas la persona que fui…
Estiré mis manos acariciando por última vez su rostro, una vez más a pesar de que Nicolás parecía aborrecerme con todo su ser, cuando mis dedos rozaron la piel de su rostro por segundos parecía recobrar la calma, descubrí entonces que tenía el poder de calmar en él una verdadera tempestad, y eso me dolía horrorosamente, más aún cuando cerró por segundos sus ojos disfrutando de mi cercanía. Me había advertido que no me quedaría con la espada, la última vez que me había besado fue el día que su madre había muerto.
Él movió sus brazos atrapándome me aferre a él deseando que todo eso que ocultaba en el silencio no quedase obsoleto, mi pecho se movió gimoteando una vez más sobre el suyo.
Me besó, sus labios junto a los míos se movieron con una tranquilidad pasmosa, sus lágrimas tan sutiles junto a las mías se mezclaron con nuestro beso, una tenue luz apareció y con ello la espada, Nicolás la aferró con firmeza, la hizo desaparecer y con ello se separó de mí.
Me observó con detenimiento por última vez. Sonrió colmado sus labios de desazón:
—Hoy, te has convertido en la parte más triste de mi vida…
Contaba los días desde que se había ido como un tiempo interminable, pedí que cambiaran mi turno por las noches, todo estaba demasiado tranquilo, quizás ese sujeto estaba realmente cumpliendo su promesa, lo sentía así pues desde que Nicolás se había ido de mi vida se reanudó como en un principio, todo pero todo parecía haber vuelto a una extraña normalidad y eso…me desconcertaba, mi jefe aceptó que cambiara mi turno, tomé esa decisión porque sabía que Nicolás salía a trabajar por las noches, indirectamente era mi forma de cuidarlo por si algo ocurría. Tenía serias dudas sobre confiar en ese extraño…pero a juzgar por el tiempo que levábamos separados él estaba cumpliendo su promesa.
Algunas noches salía con Barry, y otras con Jason. Conducíamos hacia un restaurant distinguido, según nos habían informado un sujeto comenzó una pelea dentro del lugar porque encontró a su esposa con otro tipo, golpeó a la mujer y amenazaba con herirse y lastimar a quien se le acerque pues había tomado un cuchillo.
—Espero que este tipo quiera hacer las cosas por las buenas, por lo visto ha dado varios madrazos—me comentó Jason mientras caminábamos entrando a ese lujoso restaurant.
Apenas ingresamos el caos era notable algunos comensales habían logrado escapar junto un par de meseros, pero la mayoría se encontraban dentro aguardando por salir de forma paciente , esperando que resolvamos la situación de la mejor manera.
—Jason, enciende tu cámara—le comuniqué viendo la escena.
El sujeto tenía a la que suponía era su esposa la había golpeado, su rostro estaba con magullones y su nariz sangraba, él se encontraba de pie, la mujer en el suelo sollozando mientras él no paraba de tirar de su brazo con brutalidad, en su otra mano llevaba un cuchillo que se lo había arrebatado a algún mesero.