CAPÍTULO 30
-Eva-
¿Se puede amar a alguien con todo el corazón?
Al parecer ese era mi caso, mi existencia dio un salto abrumador con desesperación por llegar hacia él, cuando lo vi así no pude evitar sentir un enojo que me descontrolaba, no quería dañarlo y sin embargo por protegerlo había logrado justamente hacer eso, lastimar a Nicolás al punto de que mi decisión lo estaba destruyendo como ya lo había hecho conmigo misma.
Abrir mis ojos, y verlo tendido durmiendo con tanta tranquilidad me llevaban a sentirme en un fantasía, con sumo cuidado había acariciado su rostro con uno de mis dedos no pude evitar sonreír, lo adoraba…
Mientras salía de la tienda con el abrigo que había elegido para él, no pude evitar pensar en romper mi promesa: ¿qué tal si le decía todo?
Dudé, una y otra vez me cuestioné algo que parecía saltar de un extremo a otro asumiendo el peligro que llevaba hacer algo así. Pero, quizás si le decía estaba segura que Nicolás me creería. Entré a casa, cerré la puerta tras de mí, quité el abrigo de la bolsa para ir en su búsqueda y…
Todo aquello se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, lo busqué en la sala, la cocina.
—¡Nicolás! —lo llamé un par de veces, hasta que llegué a mi habitación , entré allí y tampoco se encontraba. Giré sobre mis talones, con el abrigo que traía entre mis manos, un nudo repentino comenzó a aprisionar mi garanta.
¿Tan poco habías dejado que pueda disfrutar de ti?
Se sentía sofocante, la casa, mi oprimido corazón, mis emociones, y unas ganas irreversibles de romper en llanto. Intenté soportar sellando mis labios, mi pecho se agitó con suavidad , noté que había olvidado su ropa…había oído sus insultos molestos, quizás no deseó que fuese yo quien lo ayudase, ¿ni siquiera se pudo despedir? ¿con tanta premura tuvo que salir que dejó sus cosas aquí?
Comencé a sollozar, sintiendo que él me odiaba, no era para menos , me había convertido en la persona que había roto su corazón, lo que Nicolás no sabía era que mientras dejaba que su amor por mí se destruyera bajo todas esas piezas rotas yo ya me había desmoronado junto con él.
Un gimoteo doloroso pareció atacarme ,me dolía, con cuidado fui tomando cada una de sus ropas, las doblaba con cuidado ordenándolas de forma prolija sobre mi cama.
Intenté llamar a su móvil, pero no contestó. Por lo tanto, esperé y entre un debate sobre si debía o no ir en búsqueda, decidí ir por él hasta su trabajo con la excusa de llevarle sus cosas, tomé coraje solo cuando recordaba lo que me había dicho:
—¿Acaso perdiste la cabeza?
—Por ti, sí, por ti…
Sentía que aquello no era producto de su estado, sino, una verdad que no pudo evitar decir en esos momentos, era ahí en ese punto justo donde mi sollozo se calmaba un poco y me abandonaba para sentir la valentía de decirle la verdad. Porque mi amor era demasiado egoísta como para guardármelo para mi sola, aunque eso significara que quizás estaba sentenciándonos a ambos. ¿Era justo? ¿Me convertía en una mala persona haciéndole eso?
Sin cuestionarme más nada, esperé hasta la salida de su turno. El amanecer era crudo gracias al intenso frío, lo vi salir del hospital, con el rostro colmado de indiferencia, llevaba un abrigo gris oscuro como la mañana y las solapas de este subían hacia su cuello, cada tanto mientras avanzaba la briza removía su cabello y sus labios y nariz se ocultaban bajo el profundo cuello de su abrigo que llegaba hasta su mentón. Cuando de pronto sus ojos me descubrieron sorprendiéndose por mi presencia.
Los latidos de mi corazón se aceleraron parecían cantar una dulce canción cuando él se acercaba a mi…
Tragué con suavidad cuando lo tuve enfrente, llevaba entre mis brazos una bolsa de papel con su ropa.
—Hola…—dije en un murmullo tímido.
—Hola—respondió de forma indiferente.
—¿Te encuentras mejor? —pregunté intentando sonar animada.
—Así es. —una vez más su frialdad era más cruda que el ambiente que nos rodeaba.
—Vine a traerte tus cosas, ya que te fuiste de forma repentina, pensé que quizás podías necesitarlas... —estiré mis brazos dándole la bolsa, él extendió su mano tomándola por las manijas.
—Gracias, —respondió sin inmutarse moviendo sus piernas para irse ¿por qué estaba doliéndome tanto su actitud? una decepción abrumadora comenzó a derribarme aunque luché para no darme por vencida tan rápido.
—Nicolás—dije con rapidez captando su atención, él se volteó hacia mí. Su mirada estaba sumida en un intenso verde. —Quería hablar contigo solo me tomará un momento….—respiré suavemente tomando coraje—yo…
—Detente—dijo sin más, mis labios se abrieron suavemente sorprendidos—no cuento con tiempo, así que para ahorrar palabras sin sentido, te pido que no vuelvas a buscarme por aquí, y por favor no llames a mi móvil.
Desvié mi vista intentando sostener un sollozo que comenzaba a punzarme.
—Lo siento, yo solo quería que sepas…—mi voz comenzó a temblar.