Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 31

CAPÍTULO 31

 

-Nicolás-

—¡He cumplido con todo lo que me pidió! —bramé, mi respiración se confundía con la ventisca que arrastraba una tormenta bajo nuestras cabezas.

—Eso crees, lo que ocurre es que no está muy conforme contigo y si bien aceptó no castigar a tu compañera, me hizo saber que alguien debía llevarse esa carga y no existe otra persona para eso que no seas tú ,además, a él le satisface saber que bajo su dominio no exista nadie más fuerte…

Sonreí de forma amarga escupiendo sangre.

—Entonces dile al  jodido bastardo:¡Que venga el mismo por mí y la espada!

Y una vez más chocamos de forma brutal, el sonido de los filos de las espadas parecían romper el gélido aire, logré que arrojara su espada, entonces clavé la mía sobre la hierba golpeándolo una y otra vez, me lancé sobre su cuerpo y de la misma manera lo hizo la lluvia sobre mí.

—¡Maldito imbécil! —mis nudillos palpitaban de dolor al punto de que mi mano parecía desear explotar cada vez que cerraba mi puño para golpearlo. —¡para de una jodida vez!

—¡Nunca! —dando manotazos logró golpearme quitándome de encima de él, mi abrigo me estaba sofocando pero si me atrevía a quitármelo le daba una valiosa oportunidad para atacarme. No podía bajar la guardia bajo ningún motivo.

 Corrió hacia su espada volviendo a tomarla, resbalé, la hierba estaba húmeda, y aquel error me llevó a que ese tipo lastimara mi brazo, la gruesa tela de mi abrigo se rasgó como una hoja de papel, blandió su espada lanzándome un corte peligroso, gemí sintiendo el ardor, distinguí mi sangre tibia correando por mi brazo topándose bajo la frialdad de mi piel.

Entonces descubrí algo:

Él no estaba buscando matarme, sino, todo lo contrario, deseaba lastimar mis extremidades ¿por qué?

Blandí la espada una vez más al percibir su cercanía, simplemente giré provocándole un corte en el muslo, lanzó un alarido punzante , una de sus rodillas cayó al suelo con fiereza, aun así  lanzó gruñido volviendo a levantarse, tomó su espada apuntado directo hacia mí, no podía esperar a descubrir qué era lo que deseaba de mí, por lo tanto me encontraba en un punto en el que si no terminaba con todo aquello, Damiano seguiría buscándome hasta lograr su cometido, entonces si de algo estaba seguro era de que yo no permitiría tal cosa.

Con mi mano libre desprendí mi abrigo liberando mi cuello, viendo al idiota venir hacia mí, si Damiano había tramado algo, pues entonces jodería cada una de sus asquerosas intenciones poniéndome fuera de juego , para ello gemí sofocado por lo que estaba a punto de cometer, apreté mis dientes, y sin dudarlo blandí mi espada llevándola directo hacia mi cuello…

Ese endemoniado canto apareció anunciando la muerte que se avecinaba sobre mí a mi contrincante, que apresuró su paso al oírlo, pero, de pronto dentro de ese sonido siniestro oí su voz:

¡Nicolás!

 

Mis sentidos parecían revivir bajo el sonido de su grito desesperado, corría hacia mí a toda velocidad bajo la lluvia, cuando de pronto patinó por el golpe que le propinó la mujer que acompañaba al sujeto que estaba atacándome. Aun así su rostro no viró de dirección, su mirada parecía penétrame intentando alcanzarme mientras trataba de cubrir su pecho de los golpes de esa mujer. Su cuerpo luchaba ladeándose con locura en mi dirección.

Viéndola, me asaltó una sensación difícil de explicar en simples palabras, de pronto; extrañé la vida que estaba queriendo dejar…

Descomprimí mi postura, moví mi espada chocándola con mi contrincante como tenía un corte sobre su muslo, difícilmente podría continuar, más aún cuando enterré mi rodilla en su laceración cayendo al suelo, sin más corrí hacia Eva, clavé mi espada sobre la hierba jalando a la mujer por sus ropas y con un fuerte envión  la separé, Eva rápidamente se pudo  poner de pie.

 —¡Quítate el sweater! —le ordené.

 Nuestros abrigos al ser tan gruesos no iban a permitir que nuestra armadura apareciese, ella rápidamente se lo quitó, yo de un tirón arrojé el mío a un lado y como si nuestros movimientos estuviesen sincronizados de forma casi perfecta sus manos fueron hacia mi rostro y las mías hacia ella.

Nuestras bocas se unieron en un beso intenso.

Mi espada apareció una vez más sobre mi mano, ajusté mis dedos sobre la empuñadura, Eva movió su brazo separándose  de mí y su mano capturó la espada  que nació produciendo un sonido electrizante, giró hacia ellos, de pronto el metal de la armadura apretó mi herida, jadee de dolor, sentía el cuerpo machacado de tanto golpe, una de mis rodillas flaqueó, para evitarlo, enterré mi espada sosteniéndome de ella, volviendo a componer mi postura. La lluvia era intensa, Eva de forma instintiva pegó  su cuerpo sobre el mío protegiéndome con el suyo.

 La mujer había tomado la espada de su compañero luego de besarlo y sus armaduras resplandecieron apareciendo de forma sutil bajo la lluvia, yendo hacia Eva, sin dudarlo ella se separó de mi tomando un envión digno de una auténtica guerrera, pero antes de hacerlo me hecho un fugaz vistazo, y en su rostro descubrí una sonrisa de total enojo ¿qué era eso nuevo que estaba descubriendo en ella? Y sin más se lanzó hacia adelante sin titubear ni un solo segundo, sus movimientos precisos surtían efecto a pesar de que la mujer le ganaba en altura y porte,  Eva se las había ingeniado para sobresalir abatiéndola, corrió sosteniendo la espada con sus dos manos con tana ferocidad que su atacante temió de ella pues se puso de pie rápidamente intentando ponerse en guardia sin resultado alguno.



#2279 en Joven Adulto
#12251 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.