Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 32

CAPÍTULO 32

 

-Damiano-

 

—Dime que lograste lo que te pedí—Damiano, llegó hasta el lugar buscando lo que tanto anhelaba. Un empleado sostenía un paraguas bajo cada uno de sus movimientos siguiéndole el paso al milímetro para cuidar que ni una sola gota mojara su impecable estado.

La lluvia había mermado, la mujer gemía adolorida por su corte en la pantorrilla, mientras su forzoso esclavo jadeaba por ayuda.

—sí, bueno…no tanto como lo necesitabas, él es fuerte , no es fácil, pero, logré lastimar su brazo hábil…

El hombre se inclinó llevando su mano a su corte, la mujer se situó a una corta distancia de él rengueando por su laceración.

—¿Solo eso? —Damiano alzó una ceja poco satisfecho por tan pobre resultado, movió su mano e hizo aparecer su espada, el hombre comenzó a titubear tragando nervioso.

—Re-realmente estaba lastimado, si de algo debes estar seguro es de que no va a sanar de un día para otro—Damiano movió una mueca meditando, eso, parecía poner aún más nervioso al sujeto.

—El problema está en que odiosamente, no hiciste todo lo que te pedí —objetó con frialdad.

—¡Damiano! ¡por favor! Razona; era imposible, además la lluvia está mermando, no fue sencillo, —intervino la mujer.

—¿a ti también te lastimó? —inquirió de forma escueta.

—No fue él, apareció su compañera…—admitió con vergüenza.

Damiano ajustó su mano a la empuñadura de su espada, volteo a mirar de forma mortal al hombre que tragó con dificultad.

—¿Tan mal hiciste lo que te pedí? —Damiano dio un par de pasos hacia él apretando sus dientes con fiereza.

—Todo se salió de control: ¡él iba a matarse Damiano! —exclamó el sujeto con desesperación.

Aquello tomó por sorpresa a Damiano, que lanzó un bufido de enojo, y sin titubear movió su mano atravesando sin miramientos al sujeto, liquidándolo. De forma instantánea la mujer gritó con desesperación , no tuvo tiempo a mucho más, pues solo enterró sus dedos sobre su pecho al altura de su corazón, su rostro se tornó morado y luego azulino, cayendo al suelo muriendo de forma fulminante.

Damiano observó el filo de su espada movió su muñeca salpicando la sangre que chorreaba de su espada, para luego hacerla desaparecer.

Se volteó hacia su empleado que aún seguía indómito junto a  él sosteniendo el paraguas.

—Es evidente que hay algo que nunca falla; las cosas solo salen bien si uno mismo las hace…—tomó el paraguas, desligando a su empleado de esa posición inmóvil—encárgate de hacer desparecer a esas dos ratas…

 

-Nicolás-

 

Cuando le propuse ese cuestionamiento era como estar devolviéndome sobre mis pasos, pero verla así provocaba en mí el deseo incontenible de seguir luchando, detesté ver su preciosa piel marcada con todos esos magullones, y me odié por dejarme llevar, la amaba con locura, ¿acaso podía considerarme humano si no reaccionaba así ante ella? En mí eso era imposible.

Sabía que no contábamos con más tiempo, pero, de pronto concebí una necesidad extrema que me llevaba a sentir un desasosiego abrumador, ¿Así se sentían todos aquellos maldecidos ante la desesperación?

 

—Ponte aquí—la llevé hasta mi cama, Eva asintió sentándose—tenemos que repasar todo lo que te enseñé.

—sí—me observaba atenta, bien, antes de ponerme a su lado busqué mi caja médica colocándola a mi lado cuando me senté junto a ella.

—¿recuerdas cómo detener un sangrado?

Asintió.

—Debo cubrir la herida con un paño o lo que encuentre que esté a mi alcance

—dudo que puedas tener algo de ello para hacerlo, así que…

—pondré mi mano en caso de que surja alguna herida, hasta que deje de sangrar

—recuerda no aplicar presión si hay algún objeto incrustado…, ni en la cabeza si sospechas que puede haber alguna  fractura de cráneo.

—sí

—ok, si tengo algún corte en el cuerpo, luego de que con  la mejor de las suertes , se pueda cubrir, debes en la medida de lo posible elevar la parte lastimada por encima a la altura del corazón, por ejemplo —la sujeté por la cintura recostándola, tomé su pierna—si el corte estuviese en una de tus piernas, deberías elevarla de esta manera —sostuve su pierna de tal manera que ella pudiese visualizar lo que debía hacer—si la sangre es constante ya sea por el daño en una vena importante o bien una arteria deberás ejercer presión allí mismo, y ante un último recurso implementarás un torniquete, no sería lo ideal, ni lo más recomendado—aseveré  aquello último con mucha seriedad, volviendo a levantarla hacia mí.

—sí, aprendí muy bien que es un instrumento de doble filo

—exacto, mal implementado daría resultados terribles, pero, ante una situación límite debes usarlo, — abrí mi caja médica entregándole un par de torniquetes—recuerda que al colocarlos no se puede dejar que pase más de una hora para mantener segura la zona de la herida.



#2301 en Joven Adulto
#12361 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.