Quedate a mi lado

Noche de cocina

Alena

Verlo correr fuera de la cocina me hace reir muy enternecida, quien pensaría que un hombre tan frío y duro como una roca sería como un niño, dulce y caprichoso. En lo que él llega detallo con más calma cada detalle de su cocina, debo confesar que creía que encontraría una casa con colores oscuros pero es todo lo contrario, está llena de colores pasteles que a pesar de la falta de un toque hogareño es muy linda.

Escudo como en el segundo piso se escucha sus pasos corriendo así que empiezo a buscar algunas especias necesarias. Estoy algo sorprendida de que quiera aprender a hacer la pizza que me encanta aunque debo decir que mis hermanas me rogaron que lo hiciera pues la anterior vez ella intentaron enseñarle pero declararon que es un fracaso. Me reí mucho al escucharlas exagerar.

– Llegue – entra corriendo con la ropa que le pedí.

– Ya veo – estiró la mano para alcanzar la ropa pero el me toma mi mano y la estrecha como si no quisiera soltarme lo que me hace reír – quería la ropa.

– Ah – suelta mi mano y se rasca la nuca nervioso – toma perinola – deja en mis manos la ropa.

– Gracias, ya regreso – salgo riéndome de su expresión y rostro rojo al darse cuenta de su equivocación.

Al entrar al baño me doy cuenta del verdadero desastre que estoy. Mi maquillaje se encuentra algo corrido y se ve lo pálida que está mi piel al tener frío. Me quito mi vestido y con cuidado lo doblo dejándolo un lado para así ponerme la ropa que él me trajo. La camiseta me queda grande tanto que estoy segura que por una manga se podrían ver mis senos, al ponerme su pantalón me queda muy grande que al no tener un cordón en la cintura es imposible adecuarlo a mi.

Con algo de vergüenza abro la puerta del baño y llamó a Pietro que venía corriendo como si estuviera en peligro.

– Wow, calma vaquero – pongo una mano en su pecho para calmarlo.

– Lo siento, ¿qué pasó? ¿Te encuentras bien?

– Si solo que mmm no tienes otros pantalones?. Al parecer olvidaste que tu ropa es muy grande para mí – abro la puerta dejándole verme sosteniéndome el pantalón para que no se caiga.

– Eres una perinola en todo su esplendor – se ríe.

– Muy gracioso. No tienes otra cosa que pueda usar?

– Si quieres te puedo dar unos boxers míos, estoy seguro de que te quedarán mejor.

– Si porfavor.

– Entonces vamos – camina esperando que lo siga, cosa que haría pero debo sostenerme del elástico del pantalón.

– No puedo caminar – le recuerdo.

– Entonces te llevo yo – sin previo aviso me carga estilo nupcial y camina escalera arriba.

– Creí que me lo traerías como el resto de ropa – apego mi cabeza a su pecho inhalando con calma su olor.

– Prefiero que tú misma elijas – besa mi frente.

La segunda planta no es tan distinta que la de abajo a excepción de la cantidad de cuartos que hay.

– ¿Vives con alguien más? – me invade la curiosidad al ver tantas habitaciones.

– No pero creí que tener una casa con muchas habitaciones sería perfecta para cuando encontrara a la mujer adecuada – pronuncia lo último mirándome con una mirada que solo yo soy capaz de tener.

Camina unos segundos más hasta llegar a su habitación que es tal como la imagine, con colores oscuros y simple pero elegante.

– Elige – me acerca a un cajón y lo abre dejándome ver sus boxers haciendo sentir mi cara caliente.

– Este – señaló al azar para poder cambiarme rápido.

Lo toma en sus manos sin dejarme caer y una amarcada me lleva a su baño cerrando la puerta al salir.

Cuando se va suelto el aire que no sabía que retenía y trato de calmar los latidos de mi corazón. Con calma me pongo sus boxers y al verme al espejo me siento especial y nerviosa. Estoy consciente de que sus boxers cubren gran parte de mis muslos pero aun así se puede ver mi culo levantado. Doy rápidas respiraciones y salgo intentando contener mis nervios a raya.

Al verme su rostro cambia notablemente de una sonrisa dulce a una deseosa. Se claramente lo que ocurre en su cabeza y tanto él como yo lo anhelamos más de lo que pudiera expresar.

– Te ves… hermosa – se levanta y a pasos cautelosos se acerca a mi. Al estar más cerca de lo normal levanta su mano y con sus dedos roza mis labios haciéndome querer besarlo.

– Ah sí? – mi valentía sale a flote de donde no tengo idea. Miro sus labios con deseo de la misma manera en la que ve los mios.

– Más que perfecta – toma mi rostro y deja un beso que he anhelado más que nada.

Tras unos segundos se separa de mí y como siempre recibo esa dulce sonrisa.

– ¿Qué te parece si vemos una película? Cualquier otro día puedo enseñarte – hago un puchero pero no funciona.

– No bellissima trottola – antes de replicar me amarca dejándome de cabeza y llevándome otra vez abajo – es necesario que aprenda a cocinarte a ti y a tus hermanas que por cierto son muy exigentes asi que mas me vale aprender a la perfección.

Escucharlo me llena de felicidad, no creí que esto seria tan importante pero ahora comprendo cuán grande es la importancia que le pone.

– Haber trottola – me deja senda en la mesa del comedor – explicame cómo prepararla.

Antes de explicarle me pide un segundo en lo que se lava las manos y tal como estoy haciendo de ponerme un delantal para no ensuciarse él repite mis acciones.

– Así que primero debes calcular bien los ingredientes y por lo general no me gusta usar polvo para hornear pero como solo tienes este podremos hacer una excepción pero para la próxima necesitamos levadura.

– Si jefa – hace una pose militar haciéndome reír.

– Ahora soldado te voy a detallar cada paso y tú deberás seguirlo. Solo te ayudaré si veo que algo haces mal pero de aquí en adelante todo depende de ti.

– Intentaré hacer lo mejor – chocamos manos y empiezo a detallar cada paso.



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En el texto hay: mafia, romance, hot romance

Editado: 29.04.2024

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