¡quédate conmigo!

Capítulo 14

 

Donato

 

—¿Chiara?

—¿Quién habla?

—Pierre, del departamento de genética. Tengo los resultad…

Cuelga.

Pliiiip. Es todo lo que escucho al otro lado al percatarme. ¿Los resultados de qué? Parece que Chiara estaba muy entusiasmada en codearse con parte de sus amigos que les gusta jugar a ser Dios, de esos que son capaces de analizar de qué está hecha nuestra materia más pequeña como para poder decir…

…quién es tu madre, quién es tu padre, cuáles son los elementos necesarios para llegar a definir cuáles son tus filiaciones, por ejemplo.

Luego de la escucha desde la sala de controles con lo cual tenemos preparada la vigilancia a todas las personas que tenemos intervenidas y bajo control, devuelvo los auriculares al técnico. Franco no parece muy a gusto con lo que acabamos de percibir, pero yo intento darles tranquilidad a todos y demostrar que todo estará bien, por supuesto.

¿Verdad?

Tras dejar las cosas en su sitio, me muevo tranquilamente hasta la cocina, preparo un juguito de naranja con especias ricas, bien fresco y con hielito, para luego subir a la sala donde mi futura esposa se encuentra sola, un poco nerviosa, contemplando con detenimiento unos libros que tiene alrededor.

Me acerco a ella y le dejo el juego fresco. Yo tengo otro vaso para mí.

—¿Mucho estudio, amor?—le pregunto.

Ella sostiene un libro y parece estar a punto de sacudir las páginas por los aires ante los tiritones que asaltan sus dedos.

Chiara asiente y me observa.

—Sí, claro—me contesta.

—¿Crees que será factible un descanso para que puedas refrescarte? Mientras estudiaba en mi universidad, mi madre siempre se acercaba y me traía naranja para estar siempre sano, siempre fuerte.

Ella lo mira, luego a mí y termina por aceptarlo. Lo deja sobre la mesa y le insisto, ofreciéndole hacer un brindis.

—G…gracias.

—Es un placer.

Chocan los vasos, ella bebe, parece gustarle, da un trago largo mientras la observo fijamente, yo bebo también del mío y lo dejo reposando sobre el escritorio mientras la observo.

Al momento de definir qué sucede con ella, aguardo unos segundos, doy una vuelta, al regreso golpeo y nadie habla.

Al abrir, el vaso está derramado sobre uno de los libros y está profundamente dormida por la droga sobre el escritorio y sobre el jugo derramado.

Muy bien, cariño.

Muy bien.


 

Chiara

 

Cuando despierto, me siento un poco mareada. Me encuentro con una presión en el pecho que me cuesta discernir a ciencia cierta de qué se trata, hasta que el contexto me arroja un claro panorama.

Hay turbulencia que me marea un poco.

Un momento.

¿Turbulencia?

—Por fin despiertas.

Aurora emite una enérgica risita en brazos de mi marido quien está sentado frente a mí. Las manitos de ella se aferran a los bordes de una ventanilla.

Observo que las nubes pasan por debajo nuestro a toda velocidad y llevo puesto un pomposo vestido blanco que me sugiere con toda probabilidad que se trata en realidad de un vestido de novia.

No.

NO. NO…

No puede ser cierto, va a hacerlo.

Abro los ojos con sorpresa mientras me aferro e intento desatar el cinturón, no obstante es muy diferente al que tiene puesto él mismo junto a la nena.

Lo mío me tiene más bien atada.

—Hasta que despiertas, cariño. Me alegra mucho que estés nuevamente entre nosotros, juro que pensé que en cuestión de una hora ya estarías con los ojos abiertos. Puede que se me haya ido una pizca de la medida justa para la dosis.

—Esto… No… Puede… ¡Me drogaste!

Si aun quedaban asuntos que podrían sorprenderme de él es que no tenía idea en absoluto de lo que sería realmente capaz.

—Lo hice, así es. Pero fue por una buena causa.

—¡¿Qué es esto que me has puesto?! ¡¿Qué piensas hacer, Donato?!

Su traje solo me da la pauta de una cosa. También me llama la atención el vestidito y los adornos que Aurora tiene en su pelo finito.

Él me muestra una gran sonrisa de dientes blancos y hoyuelos marcados.

—Tranquila—comenta—, tan solo vamos a hacer las cosas un poco más operativas. Tenemos turno en una hermosa iglesia y un civil de Milán donde nos aguardan para dar nuestros votos matrimoniales. Y Aurora está muy contenta con el paso que vamos a ofrecer para asegurarle que tendrá una familia feliz. ¿Verdad, pequeña?

Ella suelta una risita.

Y si algo faltaba para hacerme saber que la sangre podría congelarse todavía más en mis venas es lo que tiene para decir a continuación:

—Por cierto… Charo. Hablé con tu amigo el genetista. Lamento que no hayan llegado a pruebas concluyentes. La peor parte es que ahora tiene información mía que no debería tener y mis hombres ya se encargaron de hacerle desparecer. Descuida, no volverá a abrir la boca. Pero me decepciona que hayas cometido el crimen de tomar material genético de tu marido sin su expresa autorización.

—¡¿DESA…PARE…CER?!

 



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En el texto hay: millonario, mafioso, matrimonio por contrato

Editado: 12.01.2022

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