Quédate Conmigo

Nada como el hogar

Puedo sentir mis manos temblar cuando abro los ojos y choco con la obscuridad de la habitación. Mi boca se encuentra seca y mis mejillas humedecidas, por lo que confirmo que, una vez más he llorado al tener una pesadilla.

Me gustaría no tenerlas.

Coloco mi mano sobre mi pecho, como si con ello pudiera calmar los latidos de mi corazón y respiro profundamente tratando de tranquilizarme.

Él no se ha ido. Él se encuentra bien ahora.  

Me repito como siempre lo hago cada vez que tengo un mal sueño. Estiro mi mano para alcanzar mi celular y me fijo en la hora. Son las cuatro de la mañana. Cierro los ojos y reprimo las ganas de llamar a mamá y preguntar por Davis, porque al final sé que él está bien y si lo hago solo le causare una preocupación innecesaria.

Con la idea de que más después me comunicaré con ello, decido ir por un vaso de agua. Prendo la linterna del celular y camino con pasos sigilosos tratando de no despertar a Liam. Aún queda 3 horas para empezar nuestro turno en el hospital, no quiero convertirme en un despreciable despertador.

Y Liam los odia más que yo.

Sonrío, porque si rompiera su sueño ahora, me cobraría lo de ayer, pero no soy tan mala persona para hacerlo, además, Liam me ayudará con Smith y eso recompensa todo.

Al llegar, opto mejor por un té de valeriana. Mientras espero que el agua hierva, reviso mi horario de clases. Hoy no es un día recargado, si no fuera por la clase de Smith, que tienden a producir desgaste físico y psicológico. Me exprime hasta la última energía que me sobra y al parecer él lo disfruta. Es el tipo de persona que disfruta de la desgracia ajena, pero si hay algo que debo de admitir es que enseña bien, más allá de su mal carácter, es un buen doctor.

Suspiro, recordando nuevamente la prueba. Espero realmente que pueda mejorar esa nota. Deslizo la pantalla de mi celular y un sabor agridulce se instala en mi garganta al observar las capturas de pantalla que había hecho una semana antes en el cumpleaños de Davis, mi hermano menor. No había podido ir a Holmes por la semana de pruebas y fue difícil no sentirme mal incluso cuando él lo entendió.

Decir que estoy bien ahora, sería mentir.

Cuando estás lejos de casa y los extrañas más de lo usual, hablar de ellos es difícil.

Hablar de Davis es difícil.

No me gusta tener esta sensación de aprehensión en mi pecho, ni tampoco sentirme culpable por no estar ahí para él.

Por no haber estado con él hace tres años cuando le diagnosticaron leucemia linfocítica aguda. Él está bien ahora, entró en remisión hace un año, pero eso no evita que me preocupe por él y por su salud. Cuando el doctor nos dio la noticia, muchos pensamientos abrumaron mi cabeza y aunque la beca en ese entonces era una maravillosa oportunidad, mi decisión fue tomada sin dudar. No vendría a estudiar a Londres, sin embargo, esa decisión al final no se tomó debido a él, por la manera en la que se acercó a mí y habló conmigo incluso cuando solo tenía 7 años. Así que estoy aquí gracias a él y estoy agradecida por todo lo que he logrado en estos tres años, pero odio la distancia que nos mantiene separados y la idea de saber que a veces se debe sacrificar ciertas cosas para ganar otras me parece demasiado injusto.

La vida es demasiado injusta para poder vivirla del modo en el que queremos.  

Cuando era pequeña nunca imaginé estar lejos de casa o por lo menos no hasta que cumpla una edad en la que me sienta lo suficientemente madura para vivir sola y en otro lugar. Disfruto mucho y soy verdaderamente feliz cuando me encuentro rodeada de mi familia, así que separarme de ella nunca fue una opción, pero la vida también es impredecible y así como nunca imaginé vivir acá, tampoco pensé volver a ver nuevamente a los hermanos Brooks.

Habíamos perdido completamente la comunicación así que fue una sorpresa encontrar a Alice aquella tarde mientras me encontraba trabajando. Descubrí ahí que existe este tipo de amistades que incluso cuando el tiempo ha sido prolongado desde la última vez que se vieron, no es suficiente para crear grietas. Fue como si nunca nos hubiéramos separado y esa sensación aún se mantiene.

Dude mucho cuando Alice me pidió vivir con ellos, sobre todo porque al final también era consciente de que la distancia no siempre tiene la capacidad de enfriar sentimientos que se han ido cosechando con cuidado desde un inicio y, aunque quise convencerme de que la razón de no querer ir allá era para no sentirme como la intrusa de su hogar, la verdadera razón era que tenía miedo a lo que pudiera pasar o mejor dicho, a lo que pudiera sentir cuando lo viera nuevamente.

Liam siempre fue y será la razón no dicha del porqué de mis dudas y verlo después de cinco años no iba hacer fácil. Me sentía tontamente nerviosa, aun sabiendo que quizá ya no existía nada y ahora sé que siempre existió ese algo entre los dos que mantuvo estos sentimientos vivos incluso cuando ambos somos reacios a ellos.

Vierto el agua caliente en la taza y deposito el sobre de té en ella. Tomo en pequeños sorbos y trato de no pensar ni buscar razones. Es mejor no ahondar en mis sentimientos porque eso solo me hará ser más consciente de ellos y cuando eso sucede es mucho más difícil poder ignorarlos.

—¿No es demasiado temprano para tomar café?



#44745 en Novela romántica

En el texto hay: amor amistad juvenil

Editado: 21.06.2022

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