El hombre a través del tiempo, ha podido lograr enriquecer sus conocimientos mediante la exploración de nuevas tierras, en ocasiones se hacían trueques, pero también lograba involucrar la matanza de varias personas con el fin de conquistarlas y así los habitantes adquirían costumbres de otros países.
México siendo el país vecino de Estados Unidos, actualmente, ha adoptado muchas de sus costumbres, apenas terminan las fiestas patrias de septiembre, la gente se emociona adornando sus casas, sobre todo al norte del país. Muchas de las personas se alegran de la festividad de la que estoy refiriéndome, el Halloween. Pero no a todas las personas les agrada la idea, en Veracruz hay una joven de cabello largo y un poco ondulado, de color negro igual que sus ojos, su piel era morena y con una altura de un poco más de un metro con sesenta centímetros, ella era muy apegada a las tradiciones locales pero sus padres este año tenían otras cosas en mente.
—¡Bomboncito!— abrió repentinamente la puerta una mujer de piel clara, cabellos y ojos negros.
—Mamá…— dijo la chica veracruzana— ¿para que me llamas Paula si terminarás llamándome como quieras?
—Es que eres tan irresistible y suave como un bombón— dijo la mamá.
—Tengo ya veinticinco años— dijo Paula mirando a su mamá.
—No importa tu edad mi Bomboncito —dijo agarrandole los cachetes, Paula hacía pucheros—, siempre serás mi niña.
—Y bueno, entonces ¿a qué viniste a mi cuarto?— preguntó y su mamá le dejó los cachetes.
—¡Ah sí! — la miraba con una sonrisa— Tu papá y yo acordamos que los tres iríamos a visitar a tu tía Luisa en Estados Unidos, ¿no es increíble?
—¡¿Qué?!— dijo Paula molesta — ¡No! Yo no quiero ir a Estados Unidos ¡y menos a Texas!
—No es algo para discutir— dijo la mamá con una sonrisa—, empaca tus cosas porque mañana nos iremos en la madrugada, lleva ropa abrigada.
Su mamá cerró la puerta, Paula suspiró resignada, sabía muy bien que el vivir con sus padres era seguir con sus reglas, ya había terminado sus estudios pero llevaba rato sin encontrar un trabajo, así que si se rehusaba a ir fácilmente podrían decirle que se fuera de la casa, a pesar de que su mamá parecía una persona muy amorosa, sabía que cuando se trataba de seguir las reglas del hogar era muy estricta. Paula buscó en el celular el clima actual de la ciudad “¡Pasu!” Exclamó al ver que en ese momento estaban a ocho grados centígrados, cuando la temperatura mínima que había pasado era de quince grados. Puso su maleta en la cama, abría y cerraba cajones, sacaba ropa más caliente que tenía y como pudo metió todo lo necesario, hizo a un lado todo y se durmió un rato esperando a las indicaciones de sus padres.
El viento agitaba las ramas de los árboles y rugía ferozmente e hizo que Paula despertara, vio el reloj y era la una de la mañana, su madre tocó la puerta y entró para avisar que era momento para irse, miró por última vez su habitación, sus cuadros en la pared que eran gatos jugando con bola de estambre, dormidos, acostados panza arriba, su reloj de un gato sonriente que movía los ojos de un lado a otro conforme pasaban los segundos, la colcha de su cama con pequeños gatitos negros en diferentes poses, con varias estrellas y una luna menguante. Paula suspiró, extrañaría todas sus cosas, se dirigió con su maleta a la camioneta de un tío que los llevaría al aeropuerto, miraba a través de la ventana, las ramas de los árboles seguían agitándose con brusquedad, los cables de luz se movían y sonaban como si fueran a reventar, llegaron al aeropuerto y podía sentir como el viento estaba por levantarla del suelo, entraron lo más pronto posible y se dirigieron a la sala que les correspondía.
—Calma a todos, el tiempo es muy peligroso— decía uno de los policías—, si la situación no cambia el vuelo de las 3:00hrs será suspendido también.
—¡Ay, no! —dijo la mamá de Paula preocupada— ahora quién sabe a qué hora llegaremos.
—Ojalá no se arregle en días —dijo Paula y se sentó sobre su maleta.
—¡No digas eso, señorita!— le regañó la mamá— yo sé que se calmará el clima.
Ya faltaban quince minutos para que pudiera salir el avión y de la nada se calmó por completo, todo estaba silencioso y según el pronóstico no volvería el viento tan fuerte ese día, así que los pasajeros del vuelo de las 3:00hrs pudieron empezar a subir a bordo, ya que se habían sentado todos cerraron las puertas y todo el personal comenzó a dar las indicaciones del vuelo. El avión despegó sin problemas, Paula sentía un dolor en el estómago, nunca había estado en un vuelo de avión, por alguna razón le causaba pánico, pero todos decían que era el mejor método de viajar, además de que era rápido, trató ella de dormir para pasar rápido el tiempo.
Apenas Paula cerró los ojos y los abrió de nuevo, la mayor parte de la gente estaba platicando, pero se veía que el viaje iba a ser algo tranquilo, se estiró un poco y miró a su lado derecho buscando a su madre, pero en su lugar había un señor con lentes oscuros, playera blanca y pantalones de mezclilla además de una chamarra de cuero. Paula comenzó a espantarse, miró y no había nadie de su familia, luego noto algo más, las personas no llevaban celular y tanto la ropa como peinados eran diferentes, buscó su bolsa y encontró una de mano, era de correa chica, de forma en “u” y negra, la tomó y buscó dentro, encontró un espejo y se miró, no era ella, su reflejo era una mujer de cabello rubio, abombado, piel clara y labios delgados. La bocina del avión se prendió y se escuchó la voz del capitán.