Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 3

Pasado algún tiempo, suficiente como para que aquellos acontecimientos hubieran sido dejados en segundo plano. Valentín tenía la misma tranquilidad de siempre y Ezrael había logrado dormir un poco más por las noches. Estaba empezando una nueva clase cuando varias nubes de tormenta se aproximaron. Valentín se veía nervioso. Tanto que cuando Ezrael lo tocó para preguntarle si estaba bien, por poco termina gritando.

 

—¿Qué…? —preguntó el castaño algo confundido. 

—¿Por qué no me dijiste que ya no soportabas? Nos hubiéramos ido antes, idiota. No me di cuenta. 

—… estoy bien —mintió—. Soy demasiado grande como para…

 

Cuando a lo lejos una luz blanca y brillante les mostró que la época de tormentas había comenzado, Valentín miró con pánico a los ojos de Ezrael. Sabían que cuando pasaba eso, tenían que irse lo más pronto posible. Siempre corrían los dos hacia casa, pero la lluvia se hacía más fuerte conforme los segundos pasaban lo cual perdieron aquella oportunidad. Sus ojos se encontraron una vez más. El profesor le llamó la atención a Valentín haciendo que perdiera toda compostura

Toda la clase lo vio levantarse y huir. Ezrael miró con preocupación la puerta, no tenía más opción que seguirlo. No iba a dejarlo solo. Escuchó los gritos del maestro junto con algunas burlas. Ignoró todo lo que le llegaba a los oídos. No era como si algo de eso tuviera algún peso encima de sus hombros.

Tras unos metros, sus piernas se sintieron débiles. Los moratones de su espalda hicieron que su respiración fuera cada vez más complicada. Tenía que ejercitarse más. 

Llamó al celular de Valentín para saber dónde había ido. Estaba enojado tanto con él como consigo mismo. 

 

—¡Dios! ¡¿No podías contestar antes?!

—¡Esoy asustado, idiota!

—¡Al menos dime dónde estás! 

—Corrí a la bodega —sollozó—. Perdón. Perdón. Perdón. 

 

Aun cuando sus gritos no se escuchaban bien por la caída de la lluvia, Valentín logró escuchar lo enojado que estaba. Se sentía una molestia para él cada vez que había una tormenta. Era su única fobia. No podía contener sus gritos cuando estaba en estas situaciones. En cualquier momento iba a llegar el primer disparador. 

Aquella bodega se iluminó. De forma inconsciente Valentín contó “1… 2… 3”. Quería saber cuán cerca estaba. Al parecer era mucho pues sonó tan fuerte que tuvo pequeños flashbacks vividos en los cuales podía ver a su abuela encerrándolo en un sótano para que se callara.  Sus lágrimas comenzaron a ahogarlo. Se tapó los oídos con la intención de no volver a escucharlo, pero sabía que era imposible. El ruido ya no estaba sólo afuera, ahora estaba dentro de su cabeza.  

Intentó una vez más calmarse como el psicólogo le había dicho cientas de veces, pero hacía años que no estaba acostumbrado a afrontarlo solo. Intentó buscar a Ezrael a su lado. Dio decenas de vueltas a su cabeza para encontrarlo, pero una vez más estaba sumido en la oscuridad, el miedo y la soledad con la que había pasado toda su infancia. 

En un instinto, buscó un pequeño rincón en el cual esconderse. Cuando lo encontró, abrazó sus rodillas esperando que todo pasara. Tapó sus oídos y cerró sus ojos. 

Una luz cegadora se puso frente a su rostro haciéndolo creer que iba a volver a sonar otro trueno, más sintió la caída de un gran cuerpo encima suyo abrazándolo. Todo estaba oscuro hasta que él llegó. Sintió su calor y con desespero, se aferró a él. Su cabeza se recostó en aquel pecho con el corazón retumbante. Sus dedos se clavaron como astillas en los moratones de la espalda de Ezrael haciéndolo sentir asqueado y adolorido. 

Al ver la debilidad de Valentín, Ezrael le cubrió los oídos. Se sentía como un tonto. Se culpaba a sí mismo de no haber prestado más atención por estar pensando en otras cosas sin importancia. Acercó su boca a su cabeza para que sintiera el retumbar de sus palabras.

 

Shh… Ya no llores.

 

Valentín realmente deseaba seguir llorando hasta que la tormenta cesara. Se aferró con más fuerza. Sin pensarlo subió hasta poder descansar su cabeza en su hombro. Quería escucharlo con claridad.

 

—Mierda… mierda… mierda —dijo entre sollozos— ¿Por qué tenía que llover justo ahora?

 

Ezrael sentía la respiración entrecortada de Valentín correr por su cuello y sus uñas ser clavadas en todos los moratones que tenía en la espalda. Lo estaba lastimando por culpa del pánico que sentía. Soportó tanto como pudo hasta que le fue imposible seguir. Sostuvo a Valentín entre sus brazos, lo acorraló contra el rincón una vez más. Al tocar la pared, logró sentir el polvo y las pelusas pegarse al sudor de sus manos. Estaba asqueado. 

 

—Juro que voy a matarte si una araña me toca —murmuró igualando sus niveles de terror—. Ya… veamos… —pensó— Tus padres —dijo sin pensar.

—¿Mis padres? ¿Qué pasa con eso?

—Deja de pensar en la lluvia, dime dónde están ahora.

—… 

 

Valentín intentó responder cuando el ensordecedor ruido lo hizo gritar de pánico. Ezrael se acercó a su oído con prisa. Le volvió a susurrar lo que había dicho para tranquilizarlo.




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