Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 10

—¿Ezra? —tocó la puerta su madre— ¿Puedo pasar?

—Puedes pasar… 

—Buenos días. 

—Buenos días —frotó sus ojos del cansancio. 

—¿Cómo te sientes hoy? 

—Estoy mejor. 

—… date la vuelta, traje algo para tu espalda.

 

La mañana era tranquila. Todo parecía ir mejor ahora que la existencia de su padre se desvanecía con el tiempo. El silencio del hospital era relajante y ver su desayuno listo lo hacía feliz. 

Ezrael se quitó la camiseta mostrando todos sus hematomas. Los nuevos estaban brillando más que el día anterior, los antiguos mostraban remisión. Le untó una pomada y volvió a hacer que se vistiera. La ponía furiosa al pensar que aunque se hubiera desecho del problema de raíz, aún había que esperar para que todo lo que había dejado en tierra, desapareciera así como él. 

Cuando Liliana salió, Ezrael se levantó. Fue hacia el espejo para verse por unos cuantos segundos. Movió su hombro para comprobar que podía hacerlo. Le dolía, pero ya no tanto como el día anterior. Suspiró con fuerza antes de intentar volver a tomar cosas con ambas manos. Cuando dolió más de lo que había pensado, se encontró con su mirada en el espejo.

Cuando era niño, nadie lo miraba a los ojos. La mayoría se sentía inferior e intimidado, pero Valentín era diferente. Él era el único que no le tenía miedo ni se separaba de él por la presión social. Por ello, él le devolvió aquel detalle siendo su defensor cuando otros niños se reían de su tartamudeo. 

Cuando sonrió por los recuerdos y vio su sonrisa, se sintió confundido. No podía dejar de pensar que su rostro era horrible aún cuando sabía que no era así. No sabía qué hacer para sentirse mejor. Terminó suspirando. 

Valentín, por otro lado, despertó nervioso. El peluche seguía entre sus brazos, era en extremo tierno. Se levantó con prisa, se vistió, tomó su tarjeta de crédito y antes de irse al centro comercial, le dio un suave beso. 

Caminando hacia la pastelería, se quedó viendo en un espejo. Cumplir años lo hacía sentir viejo. Sintió que su cuerpo estaba más delgado de lo que pensaba, pensó en hacer más ejercicio algún día. Dio una leve risa por ello. Sus ojos mostraban lo feliz que era, pero sabía que en el fondo de su pecho aún tenía la esperanza de escuchar su teléfono sonar y escuchar la voz de los padres que se perdieron todo rastro de su crecimiento.

Se preguntó cómo era que habían pasado ya dos años desde la última visita. Volviendo a caminar, se preguntó si es que lo reconocerían al volver o si siquiera volverían ese año. Un extraño sentimiento lo recorrió. No era nostalgia ni dolor. No se entendía a sí mismo por lo cual buscó inconscientemente a la persona que sí lo hacía. Su cabeza giró hacia la derecha buscando el frío rostro de Ezrael. Al no encontrarlo, sintió que tenía que escapar de sus pensamientos por un rato y continuó. 

Ezrael se sentó en la cama para pensar en algo más. Estaba esperando a cualquier enfermera que viniera a quitarse el suero para poder salir. Cuando vino y lo hizo, salió con su madre a tomar un taxi. Liliana parecía algo extraña. Susurró:

 

—… ¿estás bien, mamá?

—Si.

—¿Te dijeron algo?

—No. 

—¿Y de los golpes?

—Eso está arreglado. ¿Cómo te fue ayer con Valentín? —cambió de tema.

—Bien. ¿Sabes si fue al funeral?

—No. Solo vi a los Keller, a su padre y algunos compañeros de trabajo. Tuve que irme pronto. 

—¿Qué pasó?

—Nada importante. Estuve arreglando todo este desastre —no le dijo acerca de que había vomitado—. Tenemos que comprar un nuevo auto, reorganizar los gastos… hacer muchas cosas molestas. 

—¿Crees que me den trabajo en algún lado?

—No vas a trabajar. Yo te metí en esto, déjame sacarte.

—Quiero trabajar. Quiero ayudarte.

—Ezra… —lo miró con pena— Déjame sentir que soy útil como tu madre. 

 

Aquellas palabras le habían dolido. Solo quería ayudarla pero si eso la hacía sentir mal, podía intentar entenderlo. Tenían diferentes formas de demostrarse amor, por ello, dejó la idea de encontrar un trabajo de lado.

Pidió un taxi y se subió con ella. Ezrael miraba fuera de la ventana. Todo estaba en su lugar. Todo estaba como si nada nunca hubiera pasado. Era simple. El mundo solo se deshizo de alguien que no necesitaba. Ahora solo podía sentir una dulce paz. Se acomodó en el hombro de su madre y le agradeció sin muchas palabras. Estaba avergonzado de que él no hubiera podido salvar a su madre. Ocultó su rostro y la abrazó con fuerza. La amaba como cualquier hijo amaría a una madre que daría todo por él. 

Al llegar, Liliana lo despertó, él pidió permiso para visitar a Valentín como nunca lo había hecho. Fue hacia la puerta, dejó caer su cabeza con un gran dolor en ambos hombros. No quería tocar aún por los nervios, pero su madre lo veía a lo lejos. 

Por dentro estaba Valentín sentado en la mesa y abrazando su conejo de peluche mientras veía la crema del pastel que había comprado. Estaba por llorar al ver que habían pasado dos horas después de las doce. No tomó en cuenta la distancia del hospital ni tampoco de otras cosas por lo cual se sentía abandonado. Estaba a punto de lanzar una lágrima cuando escucho la puerta. 




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